Repensemos la ética veterinaria: animales como seres sintientes, no como cosas

25 Noviembre, 2021
Yerly Mozo. Directora de la Fundación Yerly Mozo Yerly Mozo. Directora de la Fundación Yerly Mozo

Por YERLY MOZO

Durante la gira “Colombia Libre de Maltrato Animal” que he venido realizando durante los últimos seis años por diferentes territorios del país, descubrí con preocupación que las entidades, presupuestos y  acciones de protección y bienestar animal están encaminadas a proteger a los humanos de los animales y no viceversa.

En muchas partes los animales siguen siendo “cosas”, propiedad de alguien, pero la protección de estos seres sintientes pareciera inexistente o poco importante para los gobiernos nacional, regional y local.  

Analizando la ley 576 expedida por el Congreso de la República en el año 2.000, con la cual se creó el Código de Ética para el ejercicio profesional de la medicina veterinaria y zootecnia, encuentro con sorpresa varios juramentos y lineamientos éticos que distan de la realidad de los animales como “seres sintientes” o sujetos de especial protección.

Aunque muchos ciudadanos piensan que la profesión de médico veterinario propende – en su naturaleza - por mejorar la calidad de vida de los animales, la realidad es muy distinta: la misma ley del año 2.000 tiene como principio rector el enfoque “humanista” sin tener en cuenta el “animalista”.  

Lo que a mi parecer resulta paradójico es que dicha legislación registra dentro de sus objetivos el de “Promover una mejor calidad de vida para el hombre, mediante la conservación de la salud animal, y el incremento de las fuentes de alimento de origen animal”; en otras palabras, la preocupación sobre la vida de los animales deriva de la necesidad de usarlos como alimento para las personas, pero no repara un segundo en el animal como individuo, como ser sintiente ni en aspectos como la solidaridad, la protección o el bienestar de estos seres sintientes.

Las leyes que en materia animal se han promulgado derivaron en una peligrosa “zona gris”, para la profesión veterinaria, pues las contradictorias normas que los rigen los han llevado a un sinfín de dilemas éticos. La inmensa mayoría de las y los veterinarios son personas que aman y luchan por los animales y sus derechos, pero el código que los rige (la ley 576) y que se encuentra vigente en la página oficial del SUIN, señala que ”Los animales son medios que sirven al hombre como cosas y que al ser cosas serán de utilidad para el hombre como legítimo poseedor de ellos”.

Si le damos una ojeada a la ley 1774 (redactada 16 años después de expedido dicho código) la posición del legistlativo frente a la naturaleza animal da un vuelco completo: Los animales como seres sintientes NO son cosas y recibirán especial protección contra el sufrimiento y el dolor”. La teoría indica que esta última ley deroga a todas las anteriores que le sean contrarias en esta misma materia (entre ellas parte de la 576), pero sorprende encontrar artículos de este código aún vigentes y operativos, fáciles de encontrar en el sistema único de información normativa de Colombia.

¿Cuál ley o código rige entonces a los veterinarios en la práctica? Incluso para expertos juristas este galimatías es casi indescifrable, pues todos tienen una interpretación subjetiva sobre el mismo.

Para no ir más lejos, esta paradoja queda claramente plasmada en el momento que los médicos veterinarios recitan su juramento ético: allí se comprometen a proteger al hombre de las enfermedades que los animales puedan transmitir y emplear las técnicas necesarias para obtener de los animales los alimentos que lo beneficien (como dicta el viejo código).

Una frase después el discurso cambia y juran defender la vida en todas sus expresiones, lo que evidentemente resulta contradictorio. ¿Cómo se puede propender por la vida de la vaca con el propósito que luego será sacrificada en un matadero para el beneficio del hombre?

Como sociedad, nuestro entendimiento de los derechos de los animales es nulo, pues somos incapaces de comprender el más simple de los principios: ningún animal desea morir y ninguno daría su vida para alimentarnos, máxime cuando no existe la necesidad.

Mi mensaje es simple: requerimos con urgencia que se aplique la derogatoria al actual código veterinario y que se promulgue uno nuevo, que incorpore la ley 1774, reconociendo a los animales como seres sintientes y de especial protección por parte de la medicina y del Estado.