¿La nueva Gran Guerra?

08 Mayo, 2022

Por RICARDO SÁNCHEZ ÁNGEL

Profesor emérito, Universidad Nacional

Profesor titular, Universidad Libre

La invasión de Rusia a Ucrania es repudiable. Constituye la acción de una gran potencia militar, económica y política sobre un país en desventaja, en todos los órdenes. Esta guerra entrega miles de muertos, heridos y un éxodo de millones de ucranianos, diseminados por Europa y el mundo. Además de la destrucción de viviendas y ciudades. Una colosal tragedia humanitaria.

Como suele suceder en estos casos, hay que recordar a Afganistán, la resistencia del pueblo ucraniano ha impedido la culminación, hasta ahora, de la invasión y ha logrado concitar la atención y solidaridad internacionales. De nuevo, a defender el tradicional derecho a la soberanía nacional.

El gobierno ucraniano, alineado con la alianza europea y los Estados Unidos, subestimó el peligro ruso y alardeó de sus deseos de formar parte de la OTAN, la cual viene teniendo una expansión de sus actividades, con un aumento de bases militares que apuntan a la inmensa geografía de Rusia. Tanto Europa como los Estados Unidos atizan la postura ucraniana y se niegan a desistir de sus propios intereses expansionistas. Llevaron las contradicciones entre los imperialismos, en especial, Estados Unidos y Rusia, a punto de una inminente confrontación militar, que, de hecho, comenzó en “cuerpo ajeno”, a través de Ucrania, convertida en el campo militar de una disputa global.

En unas relaciones internacionales militarizadas, el derecho y la diplomacia han sido colocados en una situación subalterna. Lo que prima es la OTAN, desplazando a la ONU. Lo que prima es la decisión del gobierno de Putin, con sus medidas unilaterales. A lo que se opone la neohegemonía de los Estados Unidos, con las decisiones de sancionar a Rusia, recomponiendo el atlantismo y el europeísmo para enfrentar al Oso Ruso. De paso, desatar la miserable campaña de rusofobia a deportistas, artistas, científicos y ciudadanos.

El gobierno ruso, con su gran nacionalismo, ha concitado el apoyo de la población, que recuerda las invasiones napoleónicas, en el siglo XIX, y el nazifascismo, del siglo XX, sucesos de los que Rusia salió victoriosa y unida, a pesar del alto costo humano que tuvo que pagar con ello.

Hay voces disidentes y una oposición que se está expresando contra la guerra del gobierno ruso a Ucrania. Pese a la represión, la oposición está creando un aliento internacionalista que exaspera a Putin y su comparsa nacionalista.

Rusia exige algo que el gobierno de Zelenski ha terminado por aceptar. Se trata de la política de neutralidad, a la manera histórica de Finlandia. Por ende, su desistimiento a ingresar a la OTAN, al igual que negociar sobre las declaratorias de independencia de los países en la región del Donbass, donde es mayoritaria la lengua rusa. El derecho a la soberanía nacional no puede ser plataforma para que las otras potencias antagonicen las confrontaciones.

Rusia y Ucrania deberán sellar un acuerdo que obligue a las partes a cumplir con el derecho internacional: Rusia, a retirarse de Ucrania, y esta, a ser equidistante en la pugna interimperialista. A su vez, Rusia deberá responder a Ucrania por los sufrimientos de la guerra, pero, al mismo tiempo, el gobierno ucraniano debe responder por las masacres en los territorios del Donbass, al igual que disolver los grupos paramilitares. El derecho internacional humanitario debe prevalecer para ambos gobiernos.

No estamos ante un choque de civilizaciones ni ante una confrontación entre Oriente y Occidente. Estamos asistiendo a una “paz en guerra”, al comienzo de una nueva guerra mundial, cuyo despliegue se vive en regiones de África Central, en el Medio Oriente y en la confrontación por los mares del Pacífico Sur, defendidos por China, ante la pretensión norteamericana de garantizar a sus aliados orientales, Taiwán, Japón, Corea del Sur, una seguridad bajo su órbita. La guerra comercial entre China y Estados Unidos, la carrera armamentista, incluyendo la nuclear y bioquímica, el enfrentamiento mediático y político son los componentes de la nueva guerra que está en ebullición.

La catástrofe en Ucrania sintetiza la simultaneidad de las crisis que cuestionan la civilización existente, la económica, la social y la fractura metabólica. Una humanidad acorralada en su existencia misma por la guerra, que puede ser nuclear.