La mujer neoliberal

25 Julio, 2021

Por LUCERO MARTÍNEZ KASAB

Psicóloga, Magister en Filosofía

El neoliberalismo es una teoría política-económica que defiende la tesis del libre comercio sin regulaciones políticas por parte del Estado con el supuesto que el mercado tiene sus propias leyes naturales. Para reducir el Estado se le entrega al sector privado el manejo de la mayoría de las instituciones de donde el operador deberá sacar una ganancia producto de su intermediación entre el Estado y la sociedad. Defiende a ultranza la propiedad privada, fomenta la individualidad en desmedro de lo colectivo. Como todas las creaciones humanas, el neoliberalismo tiene una moral: la suya es que en la libre competencia por conseguir lo deseado no hay espacio para los escrúpulos. No hay juicios de conciencia con respeto a la situación de los menos favorecidos, de ahí la reducción del Estado como ente regulador.

Una moral fundada en que cada individuo es, supuestamente, libre de llevar a cabo sus planes personales, sociales, económicos; quien no lo logre debe asumir esa responsabilidad. Esta teoría deja de lado nada más ni nada menos que las circunstancias personales, culturales, sociales, económicas no son las mismas para todas las personas. De igual manera, que nacer en medio de una familia adinerada es una ventaja sobre quienes lo hacen en la pobreza. Así, el neoliberalismo, va fomentando una selección “natural” entre los humanos no por las mejores aptitudes para sobrevivir como lo sostienen los evolucionistas sino por las mejores condiciones socioeconómicas al nacer. Renuncia a zanjar la desventaja social que el Estado debería hacer en beneficio de los más débiles, ignorando ese sentido de solidaridad que le ha permitido al humano sobrevivir en la Tierra. Es la moral de la supremacía del más fuerte económicamente, del egoísmo, de la desigualdad, de la indiferencia por el congénere.  

Abundan los documentos fílmicos que retratan ese mundo de competencia encarnizada sobre todo entre los varones inmersos en diferentes campos de la economía exaltando la ambición, la frialdad, la tendencia a aniquilar al otro de un John Rockefeller, Henry Ford o Jeff Bezos entre tantos multimillonarios que hacen sentir culpables a los demás varones de no ser como ellos para amasar la misma fortuna.  De esta cultura salvaje del “sálvese quien pueda” no se escapa un cierto tipo de mujer contemporánea.

La mujer, una criatura que desde su aparición en la Tierra ha protagonizado la más larga lucha por su libertad ha tenido en el varón un carcelero de su cuerpo y de su alma. Su conformación sexual es condición básica para que el varón abuse de ella unida a un organismo físico más delicado que le ha jugado en contra cuando, llegado el momento como cualquier ser vivo, necesita defenderse de la violencia, ante el macho pierde por naturaleza. He aquí el papel de la cultura elevando al varón de la animalidad de someter a la mujer en cualquier sentido.

La de ella es una lucha milenaria que ha rendido sus frutos, sin embargo, no ha sido una liberación que haya avanzado de la misma forma en todas las regiones del mundo. Como sucede en diversos campos siempre hay sectores que prosperan mientras otros reciben tardíamente los beneficios de los avances culturales. Las niñas y mujeres siguen siendo maltratadas, explotadas, violadas y asesinadas por su condición biológica de hembras humanas mientras, en una parte del espectro de la lucha por la liberación femenina se presenta un fenómeno dentro de las mujeres producto de la política neoliberal que merece ser comentado.

En cualquier país occidental es posible encontrarlo, pero en Colombia es muy vistoso, por lo general este tipo de mujer rueda por las carreteras en lujosas camionetas ataviada con sendos anteojos y grandes aretes y grandes zapatos y grandes carteras. Cruza sin direccionales, no porque no sepa para qué son sino porque los demás deben someterse a sus decisiones intempestivas, entonces, cruza sin importarle a quiénes se lleva por delante; la camioneta inmensa y las tarjetas de crédito la autorizan. Desciende de su carro como se lo ha visto hacer a la protagonista de un reality show que por su excesivo ego dejó un día olvidado a su bebé en un restaurante. Se dirige al baúl del carro lleno de todos los artículos que le permiten apropiarse de los espacios públicos a su antojo. Si es madre tiene el coche de bebé más extravagante que ocupa el doble de espacio en los senderos del parque. Si es novia, lleva para merendar en el césped el gran mantel y la canasta como si viniera del mercado.  Si su hijo ya es deportista, lleva tres sillas, un termo, ropa, zapatos instalándose como en el jardín de su propia casa. Ella es propietaria, todos los demás son desprestigiados inquilinos de la vida. Y, su estilo va siendo copiado por las que vienen ascendiendo socialmente.

Desconocedora absoluta de que existe un Estado y una Constitución llega a cualquier sitio imponiendo leyes basadas en su lógica egocéntrica; implantando bandera donde pisa. Se siente con el derecho de gritar, mandar, ordenar sin el más sentido de los límites. Desprecia a los pobres tachándolos de incapaces; para ella las circunstancias socio políticas no existen, sólo la individualidad que si no consigue bienes materiales es un fracaso. Vive de acabar al otro o a la otra en una competencia feroz por el dinero.

Goza despertando el deseo en los demás presumiendo no necesitar el afecto de nadie porque ella misma se basta, absolutizando, como el neoliberalismo, las relaciones humanas en un estilo de vida completamente mezquino y narciso alimentado por el estilista y el entrenador deportivo personal quienes, astutamente, la llaman “diosa” cuando la maquillan o cuando le calzan los zapatos Kangoo jumps elevándolas cuarenta centímetros más sobre los mortales.

Está en todos los campos profesionales con ansias de figuración desbordada. Si es la anfitriona de un programa periodístico se adjudica mayor protagonismo que el entrevistado.  Si es empresaria explota a sus trabajadores sometiéndolos a largas jornadas de trabajo sin el pago justo y sin una merecida alimentación. En el campo político ha aprendido las mañas y vicios de los varones y cada vez más hace parte de la corrupción y de los negocios ilícitos que antes se restringían a ellos. Le importa más los procesos, el dinero, las joyas, la fama que las personas y en su argot no aparecen el sufrimiento ni la justicia social.

Desvirtúa la verdadera liberación de la mujer campesina, indígena, profesional, líder social, política, artista entre tantos otros sectores que decididas luchadoras por la igualdad y autonomía femenina no renuncian a la ternura, a la reconciliación, a la sensibilidad y solidaridad humana. En medio de su privilegio da la espalda a las demás mujeres necesitadas, se vende al patriarcado ignorando que, dentro del sistema, ella continúa siendo una minoría subyugada. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.