La morgue de Bogotá es la peor de América Latina, Haití y muchos países africanos

05 Octubre, 2020
Los cadáveres se amontonan sin ninguna seguridad. Los cadáveres se amontonan sin ninguna seguridad. Foto La Nueva Prensa.

Por GONZALO GUILLÉN

            La morgue de Bogotá —improvisada desde hace cinco años en el cementerio Serafín, situado frente al pestilente basurero Doña Juana, el más grande de Colombia—es la peor de América Latina. Aún por debajo, incluso, “de las de Haití y muchos países africanos”, de acuerdo con reconocidos médicos forenses que pidieron la reserva de sus identidades.

            Como corresponde al volumen de cadáveres que recibe, esta morgue debería mantener una planta de al menos 30 médicos legistas pero solamente tiene 12, expuestos, con el resto del personal, a la sobreexplotación laboral, los vapores podridos de su vecino el basurero, a los contagios que suelen provocar los cadáveres humanos que llegan y se descomponen allí sin medios adecuados para conservarlos, así como el Covid-19, que ya ha infectado a 18 personas, entre ellas cuatro médicos.

            Este muladar pertenece al Instituto Nacional de Medicina Legal que, a su vez, hace parte de la Fiscalía General de la Nación.

            “En muchas ocasiones los cadáveres ya están descompuestos cuando se hace la necropsia”, explicó un médico de esta morgue.

            “No existe un lugar para entregar los cuerpos al funerario”, se lamentó un técnico.

            Otro médico legista, apuntó: “Y a veces pasan hasta cuatro días sin poder realizarles el procedimiento porque hay pocos médicos”.

            Esta morgue apenas tiene dos vestidores, de cuatro metros cuadrados cada uno, en los que el personal debe dejar sus pertenencias en el piso cuando se dispone a trabajar.

Los vestidores de la morgue de Bogotá son muladares. Foto La Nueva Prensa.
Los vestidores de la morgue de Bogotá son muladares. Foto La Nueva Prensa.

            Solamente hay dos salas de necropsia. Una de 12 metros cuadrados con seis mesones desvencijados de aluminio y la otra, de apenas nueve metros cuadrados, con tres mesones. En ambas se atienden hasta 30 casos diarios, pues el espacio, el personal y los recursos no dan para más.

            “No hay una sala de procedimientos contaminados, es decir, para los casos de cadáveres descompuestos o casos de Covid-19”, denunció otra médica.

Las salas de necropsia, dicen los médicos, más parecen carnicerías clandestinas. Foto La Nueva Prensa.
Las salas de necropsia, dicen los médicos, más parecen carnicerías clandestinas. Foto La Nueva Prensa.

            Afuera de las salas de necropsia existe un patio en el que se amontonan los cadáveres humanos que requieren necropsia y también se depositan allí los que ya han sido examinados. “Ese lugar carece de puerta y de cualquier otra clase de seguridad”, explicó uno de los médicos entrevistados. Esto permite que los cadáveres puedan ser adulterados antes o después de ser examinados en las necropsias.

No hay más que un baño cochambroso y pestilente para 30 mujeres. Foto La Nueva Prensa.
No hay más que un baño cochambroso y pestilente para 30 mujeres. Foto La Nueva Prensa.

            Solamente existe un baño pestilente para 30 mujeres y otro para 20 hombres.

            La única sala de transcripción que existe (donde los legistas elaboran sus informes periciales para el Sistema de Información de la Red de Desaparecidos y Cadáveres, SIRDEC), tiene menos de nueve metros cuadrados de tamaño y seis computadores viejos. Allí, los hedores del basurero vecino y de la propia morgue son malignos.

La sala para impresión de informes es de menos de 2 metros cuadrados para 30 peritos, técnicos y asistentes. Foto La Nueva Prensa.
La sala para impresión de informes es de menos de 2 metros cuadrados para 30 peritos, técnicos y asistentes. Foto La Nueva Prensa.

            “Existe otra sala antihigiénica, de cuatro metros cuadrados, en la que funciona el receptor de cadáveres y el asistente de muestras con dos neveras”, agregó un médico legista.

            Las fotos de cerebros y de órganos se toman sobre cortes de tablas de color blanco que se improvisan encima de las canecas donde se botan los residuos de basura de cada caso de necropsia.

            Otro empleado de esta morgue, agregó: “La sala para impresión de informes es de menos de dos metros cuadrados para 30 peritos, técnicos y asistentes”.

            En cada turno de trabajo solamente hay un fotógrafo forense o dos en el mejor de los casos, pero se necesitan no menos de diez para atender los altos movimientos de la morgue. Frecuentemente, los médicos no tienen acceso a las fotografías para poder elaborar sus informes de necropsia.

            La sede central de la morgue de Bogotá está en la Carrera Sexta con la Avenida Caracas, donde también operaba en condiciones anti técnicas y repugnantes. Desde hace cinco años fue desocupada y se encuentra en remodelación, a pesar de que debió rehabilitarse en uno. Era tal su condición de muladar, que debió trasladarse por unos meses a los laboratorios privados de tanatopraxia de la Funeraria Los Olivos y de allí pasó indefinidamente a las ruinosas instalaciones del cementerio Serafín.

            La morgue hoy no sirve más como centro docente para estudiantes de medicina si bien lo impiden la cochambre en que se debate y la crisis sanitaria por el Covid-19.

            “La morgue de Bogotá es horrible: poca iluminación, no hay luz natural, los pisos no están hechos en el material que deben ser, nunca hemos tenido trampa para separación de grasas, todo esto es asqueroso”, se lamentó un angustiado asistente técnico.

            “Al final de cada jornada, los cadáveres que no fueron a necropsia vuelven a ser amontonados con los necropsiados”, aseguró un médico.

            Recorrer la morgue de Bogotá puede ser comparado con una caminata por el séptimo círculo del infierno de Dante.

            El abandono y la bazofia de la morgue de Bogotá contrastan, sobre todo, con los excesos del Fiscal General, Francisco Barbosa, y su cúpula, que utilizan los recursos públicos de la entidad, como sus aviones, para hacer turismo familiar de cinco estrellas por Colombia.