La manigua de los partidos progresistas

13 Abril, 2024

Por LUCERO MARTÍNEZ KASAB*

 El parque nacional natural Isla de Salamanca es una bellísima zona en la Costa Atlántica, en el departamento del Magdalena, lo atraviesa la carretera que desde Barranquilla llega a la Ciénaga Grande, es un paraje soñado donde se mezcla el agua dulce del río Magdalena y la salada del mar,  hay un sector que se recorre en lancha a baja velocidad para atravesar los bosques de mangle que emergen de esas aguas salobres formando un cielo de ramas, de hojas, tapando el sol del océano y con ello, creando un clima de una suave caricia mientras uno viaja en esa espesura donde se oyen las garzas, se ven aves migratorias, pececitos, sapos, caimanes,  babillas…., es un túnel de pura vegetación tropical que, de pronto, desemboca en el mar de una manera esplendorosa.

Durante la travesía por ese bosque tropical con olor a sal marina escuché por primera vez de boca del guía al frente de la Johnson -la pequeña lancha que así las bautizaron los navegantes hace años porque es la marca del motor-, una palabra extraña, la que dijo advirtiéndonos bajen la cabeza para que no se hagan daño con la manigua. En estos días en una pequeña reunión alguien dijo muy preocupado por las elecciones del 2026 los partidos progresistas son una manigua, me sorprendí, para mí esa palabra estaba ligada a esa vivencia de pasear de niña por la naturaleza exuberante de los mangles, me tocó desprenderme del origen de esa expresión para atender al uso que la otra persona hacía de ella.

Quiso decir, los partidos de izquierda son un enredo, una manigua, no sólo de ideas políticas –muchas de ellas obsoletas- sino también de apetitos individuales y de personalidades engreídas dentro del progresismo. El reflejo de eso es el partido que no desperdicia oportunidad para afirmarse como el partido del presidente para con eso prevalecer sobre los demás, aunque, no se parece en nada al presidente Gustavo Petro, quien va con un modo diferente a como va su partido, siendo capaz de ofrecerse muy sinceramente a cargarle la maleta a un determinado candidato en la lucha por contener al uribismo en las elecciones anteriores; nadie de su partido exhibe ese mismo talante de profunda convicción política por el bien del país. Al contrario, ese partido practica lo que uno llama coloquialmente quítate tú pa´ponerme yo.

En el Atlántico, en Barranquilla, el hijo mayor del entonces candidato Gustavo Petro en el 2022 fue tomado como el líder natural de ese partido porque era, simplemente, el hijo, así de monárquico somos en Colombia; después, cuando tuvo que salir de la contienda por asuntos judiciales otras personas se autoproclamaron designadas para ser cabeza regional, cada una tirando para su lado en contra de unas bases lucidamente conscientes de la importancia de estar unidos para lograr el triunfo en esa parte del país. Finalmente, ganó la oposición en lo local y altas personalidades dentro del Pacto Histórico impusieron los candidatos para la Cámara y Senado que no gozaban de la simpatía de las bases; el proceso en esta zona rodó por tierra dejando una fuerte desmoralización.

El humano es un ser que por tener conciencia de sí compromete su pensamiento para encontrar razones para vivir, es decir, le busca sentido a la vida, por eso tiene ideales, sueños, quimeras, deseos y, aun cuando nos han vendido la noción de que cada quien debe velar por sus propios sueños, cada vez más nos damos cuenta que, hasta un cierto nivel, se necesita del concurso de una comunidad para hacer realidad las aspiraciones y esa comunidad es la política porque, es ella la que puede implementar la macro estructura económica, jurídica, laboral, etc., si las bases populares se desmoralizan con un proyecto que dice enarbolar las banderas de la igualdad, de la democracia participativa, del consenso en  el ciudadano se disuelve la voluntad profunda de unirse a un partido progresista y renuncia, incluso, a sus sueños de una transformación social conformándose con lo que la vida le dé o  se vuelve caldo de cultivo de otros movimientos donde cada quién resuelve para sí mismo a cualquier costo.

 

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Los partidos de izquierda, por lo general, tienen unas contradicciones extrañas: a nivel de la concepción de la Ley, del Estado, de las ideas para la sociedad en general poseen una mentalidad amplia, generosa, de vanguardia, pero con los demás partidos progresistas de puertas para dentro practican la política de la dominación, son extremadamente competitivos, sí, los de la izquierda, los de mente revolucionaria, los rebeldes, son impositivos, desprecian los argumentos de los otros, no negocian, no practican el consenso, son unos en el discurso hacia la sociedad y, otros, hacia dentro del progresismo. Prevalece la individualidad, tienen mentalidad de propietarios, son posesivos, es decir, son burgueses, lo que tanto critican. Tener ideas de izquierda no quiere decir tener de izquierda la subjetividad, no, en el progresismo, con sus excepciones, la subjetividad va por un lado y las ideas por otro, una esquizofrenia. Un mundo nuevo más igualitario y generoso no se producirá con las meras ideas, si esas ideas no están encarnadas en la subjetividad de cada quién una sociedad más justa será muy difícil.  

En cambio, la derecha, en su concepción de la Ley, del Estado es elitista, mezquina, conservadora, pero, con los demás partidos afines a su ideología mantiene una cierta camaradería, tiende a ser solidaria, elige a sus líderes sin mayores problemas, se unen fácilmente; es una de las razones por las que ha llegado a ejercer tanto el poder. La izquierda le critica a la derecha ser maquinaria electorera, sin embargo, la izquierda también lo es, tanto así que descuidan la formación política de sus militantes y de los futuros representantes, se reúnen principalmente alrededor de las elecciones. Colombia, en general, es electorera.  

El progresismo al actuar sin consensos internos lo que consiguen es desmotivar a los militantes y amigos de esos partidos porque, la gente sabe que las políticas o los representantes escogidos no son legítimos, es decir, que no gozan del acuerdo de la mayoría, sino que están ahí por designación impositiva; así los partidos no construyen lo más importante, la credibilidad, que es atractiva siempre y en todo momento de manera individual o de partido. La legitimidad de las representaciones es una cualidad invaluable para que crezca un partido, se pasa voz a voz y como un imán atrae a la gente, sobre todo en el progresismo.

En estos momentos el presidente Petro está impulsando por el país asambleas constituyentes, empoderando al campesinado, a los líderes con miras a las elecciones del 2026 para que aprendan y practiquen la costumbre de recoger desde las bases mismas los problemas, las angustias, los deseos, las soluciones, los planes volverlos derechos y gobernar a la luz de lo que el pueblo demanda en coordinación con los recursos disponibles, es decir, enseñándole al pueblo que es el soberano no el Estado; sin embargo, esto no lo practican los partidos progresistas mayoritarios dentro de la diversidad de la izquierda, ahí, el pueblo, los militantes, no son soberanos. De nada les sirve el ejemplo de Gustavo Petro ni tampoco el de Iván Cepeda con su mesura, su talante justo, democrático, incluyente. El resto de los líderes son dictatoriales hacia dentro, constituyentes hacia afuera; oscuridad para la casa, luz, para la calle.

En medio de la conversación pensé si esa manigua del progresismo no atentara contra sí como lo está haciendo ante las elecciones 2026, sino que fuera una  química vivificante de agua salada con dulce, como la del Parque Isla de Salamanca, tan distintas, pero,  precisamente, por eso, origen de la riqueza de flora y fauna debajo de las ramas de los mangles y se convirtiera, entonces, en una manigua infranqueable para el tigre de la oposición, aseguraría un triunfo en el Congreso y en la Presidencia y todo el movimiento progresista experimentaría esa felicidad que dan los rayos del sol junto a la brisa del mar.

 

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