Este paro no para hace décadas

23 Mayo, 2021

Por TOMÁS CORREDOR PULIDO

@tomascorredorp

Este viernes el chat de una de las clases virtuales a las que asisto en Colombia se convirtió en un espacio de discusión en el que Juliana, una de mis compañeras de clase, me dijo con justa razón que deberíamos no estar en clase sino en las calles y, a la vez, planteo que a mí generación (ella tiene 19 años y yo 45), parece que no le importara el destino del país ya que, si no fuera por la juventud a la que ella pertenece, nada nos hubiera llamado a despertar. Le respondí esto en el chat y ella me autorizó a publicarlo, por si a alguien le llega a interesar:


Querida Juliana, yo tenía 10 años cuando La Unión Patriótica (UP), con Jaime Pardo Leal como candidato, fue la tercera fuerza en las elecciones presidenciales. En ese 1986 la UP ya tenía senadores, representantes a la cámara, diputados departamentales, concejales municipales y, a la vez, más de 300 militantes asesinados. A Pardo Leal, como a otros candidatos presidenciales de esa década: Jaramillo, Galán, y Pizarro; los mataron. Los mataron mientras el exterminio de la UP y los asesinatos sistemáticos de periodistas, defensores de Derechos Humanos, jueces, ministros, magistrados, opositores, profesores, e intelectuales, entre otros; se propagaban por igual con las masacres en la Colombia rural y el exilio de quienes, tratando de sobrevivir, sólo encontraban en el destierro la salvación de su vida y de sus familias.

Así crecí y así nos llegó la Colombia del 2002, esa Colombia desolada, homogénea y pavimentada por El Establecimiento y su proyecto paramilitar en la que sólo había un enemigo interno y una sola visión de país; esa que no podíamos contradecir sin poner en riesgo nuestra vida. No, no es como dices que por ese entonces no hubiera gente decidida a cambiar las cosas, es que, de esa gente, quedaba muy poca viva, o muy lejos del país.

Durante los primeros años del eterno gobierno Uribe yo era docente y fue muy duro tratar de establecer diálogos políticos con esa generación de estudiantes convencidos, en una gran mayoría, de vivir en la Colombia de las verdades oficiales, la del 86% de aprobación presidencial en las encuestas y los tanques en las carreteras con soldados creyéndose héroes por levantarnos el pulgar; como si con un dedo se pudiera tapar el sol que, este caso, era una montaña de cuerpos de quienes, asesinados por esos mismos soldados, creció hasta llegar a 6.402. Pero fíjate que lo hice, lo hablé como muchos otros profesores y profesoras a quienes nos tacharon, entre estudiantes y docentes, de guerrilleros y comunistas.

Tuvimos que esperar un poco más dos décadas, en medio del exterminio, para cerrar ese largo hiato en el que los huérfanos y huérfanas de apellidos como Cepeda, Pizarro, Antequera y Urán; Por nombrar algunos, crecieron hasta hacernos oír su voz. Para recibir del exilio la refundación de la UP y para que, esquivando la muerte y sorteando las destituciones del sicariato político de La Procuraduría; un candidato de izquierdas fuera la segunda fuerza política del país. Debemos también reconocer en ellos su parte en la politización de tu generación, esa que tanto está haciendo por Colombia. Nadie puede negar que tu y la juventud de la que eres parte, esa que llena hoy las calles como nos llena el alma de orgullo, se merece absolutamente toda nuestra admiración y todo nuestro apoyo. Pero no debemos hacerlo sin mirar atrás para darle aún más valor a esta lucha que ya es vieja. Sólo así, sin excluirnos reclamando ser dueños del movimiento social, vamos a entender que somos una voz que usa el amor por nuestros muertos, que son muchísimos, como una forma de construir comunidad para todos y todas.

Hoy, sin FARC y sin Escobar ustedes, en tu generación, ven al gobierno como el enemigo. Pero quienes hemos vivido el país unos años más, podemos ver claramente que el enemigo de la paz, de la vida, de la dignidad, la inclusión y la igualdad; tiene un representante llamado gobierno, pero que realmente es un Establecimiento superior a él, un Establecimiento que le abonó el terreno a este régimen que nos oprime ya por tanto tiempo y que estará ahí cuando este gobierno pase. Recuerda que un gobierno como este, dure lo que dure su líder, es transitorio y debemos tener claro que el peligro no está sólo en esos líderes, sino que su fuerza es ser el pensamiento de sus electores. Si hoy estamos luchando por un país como el que soñamos, también tiene que ser para ellos y ellas, porque quien se quede afuera va a volver con más fuerza por lo que cree suyo, y la capacidad criminal de esa fuerza ya la conocemos más que bien. Si el uribismo se acaba con este estallido social, será maravilloso, pero el objetivo debe ser, sin duda, superior a eso.

Por eso entendamos de una vez por todas que la forma de debilitar al Establecimiento está en cada uno y cada una de nosotros. Porque si queremos apoyar la lucha colectiva de quienes están poniendo el pecho en las calles, de quienes están matando, violando, torturando y desapareciendo. Debemos parar ya de ver sus canales privados de tv, debemos dejar de seguir las cuentas de quienes les hacen eco, debemos dejar de tener cuenta en sus bancos, de tomar sus gaseosas, de ir a sus salas de cine, de oír sus emisoras, de comprar en sus supermercados y de leer sus periódicos. No podemos seguir financiando a quienes se hacen fuertes con nuestros recursos, para después matarnos cuando les reclamamos.

Esa es tal vez la revolución sin armas que es posible procurarnos. La calle es la voz, es un grito que no debe callarse, pero es sólo una parte de este hacer comunidad y, sobre todo, la del próximo paso que es llevar la dignidad a las urnas.

 
Este paro no para hace décadas.

Un abrazo, Tomás.


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