Estampidas en Pandemia

24 Noviembre, 2021

Por ADRIANA ARJONA

Hoy me enteré de que a una gran amiga la aplastó una estampida humana mientras entraba a un bus alimentador de Transmilenio. Le fracturaron la clavícula.

Las estampidas no deberían suceder durante una pandemia como la que vivimos desde hace casi dos años, porque para que suceda una estampida hace falta una multitud, y nos han hablado hasta el cansancio de promover el distanciamiento social. Dos metros. Dos.

Con la palabra estampida llega a la mente la imagen de una manada que no piensa, solo se empuja y corre sin rumbo ni razón específica, presa de un miedo inexplicable. Algo así sucedió en abril de este año cuando en el noroeste de Israel, en la ciudad de Merón, se llevó a cabo el festival religioso Lag B´Omer. Tan pronto se levantaron las restricciones frente al Coronavirus más de 100.000 peregrinos asistieron al evento, en el cual se desató una desbandada que tuvo como resultado 45 muertos y cientos de personas gravemente heridas.

Si bien Israel vacunó a casi toda la población en tiempo récord, en el video del trágico suceso se ve una horda de hombres sin tapabocas, amontonados en medio de un estrecho corredor. La imagen no parece de una época en la que los noticieros del mundo pasaban las cifras crecientes de muertos, hablaban de las nuevas cepas o de los países que mantienen cerradas sus fronteras. Supongo que los dioses están por encima del miedo al contagio. O, simplemente, la gente estaba podrida del encierro y con ganas de otra cosa.

Otra estampida en pandemia. El pasado viernes 5 de noviembre el rapero Travis Scott dio un concierto en el complejo deportivo NRG Park de Houston, Texas, donde se llevaba a cabo el festival Astroworld con más de 50 mil asistentes. Cabe anotar que al día de hoy en Texas está vacunado solo el 54% de la población, con lo cual este festival podría empezar a llamarse Astrovirus. Por alguna razón que aún se investiga, la multitud empezó a empujar hacia adelante, donde estaba ubicado el escenario, desatando una avalancha de gente que derivó en la muerte de 10 personas dentro de las cuales se cuenta un niño de 9 años, además de cientos de heridos.

El pánico y la fuerza de una masa compuesta por 100 mil personas en Israel, o por 50 mil en Houston, se convierte en una fórmula imparable y mortal. Sigue siendo difícil de entender que se abran espacios para aglomeraciones semejantes en tiempos de pandemia, cuando todos deberíamos mantener los dos metros de distanciamiento social aunque estemos vacunados. Pero al menos con masas de esas magnitudes el concepto de estampida -ese movimiento desorganizado e irracional de un grupo de la misma especie- puede explicarse con mayor facilidad.

En cambio, cuesta entender por qué un grupo de personas que intenta subirse a un transporte público pasa por encima de un ser humano, lo estruja hasta el punto de romperle la clavícula contra la puerta del bus, con tal de entrar primero.

Puede ser que yo esté subestimando el pánico que produce no conseguir transporte en la ciudad de Bogotá, el miedo a tener que esperar al próximo alimentador, el terror que significa un largo recorrido de pie, el horror de llegar demasiado tarde a casa. Puede ser.

Puede ser que las estampidas aquí no se den siempre por la sumatoria de multitud y pánico, sino de multitud y cansancio, multitud y rabia, multitud e inseguridad, multitud y hastío, multitud e injusticia, multitud e inequidad.

Me duele pensar que a mi amiga la aplastaron hasta el punto de romper su anatomía. Me duele, también, imaginar que el cansancio, la rabia, la inseguridad, el hastío, la injusticia y la inequidad de una ciudad de casi 10 millones de habitantes, que tiene las mismas vías de hace 15 años, el mismo sistema de transporte de hace 20, llegó a tal punto que pasar por encima de la humanidad de otro deje de ser importante.

Asusta confirmar que las multitudes no siempre se comportan de manera inteligente aunque crean saber hacia dónde van. Las estampidas, de hecho, podrían ser la base para justificar que aquello de “la mayoría gana” no es siempre la mejor decisión. Acaso la democracia en Colombia se convirtió en una desbandada de votantes que corre sin pensar hacia las urnas. Y nosotros tan cerca de las elecciones.