Estados bélicos

26 Octubre, 2023

Por ADRIANA ARJONA

 Virilio, Mann y Mumford son teóricos que comparten una visión aterradora, pero absolutamente cierta e irrefutable: desde la Primera Guerra Mundial se ha construido una economía de la guerra, las potencias son Estados bélicos, y los medios audiovisuales marchan a la misma velocidad frenética de la tecnología que hace posible cada enfrentamiento armado.

El 7 de octubre de este año dejamos de hablar de la guerra de Ucrania y el planeta entero empezó a mirar hacia Israel, muy poco en dirección a Gaza. Las redes sociales, así como los noticieros, hicieron más visibles los casos de víctimas israelitas, como si los civiles palestinos, heridos y muertos en las mismas condiciones de indefensión, fueran menos importantes o, peor aún, menos humanos.

En las redes se hicieron (y se siguen haciendo) virales los videos que muestran a los habitantes de Israel entrando a los búnkeres para protegerse de los ataques del grupo terrorista Hamás. Millones de vistas tuvieron las imágenes de quienes disfrutaban de un concierto y se vieron, de repente, atacados, heridos, asesinados y/o secuestrados por integrantes de este grupo fundamentalista.  

Se siente inmediata empatía por aquellos jóvenes asistentes al concierto; bien podrían ser nuestros hijos, nuestras hijas. Es lamentable, también, que un ser humano deba esconderse en unos cuantos metros cuadrados de cemento y metal para proteger su vida. Pero al menos en Israel cuentan con eso. En Gaza, en cambio, los civiles no tienen donde esconderse. Tampoco cuentan con agua, ni luz, ni gas, ni medicamentos, pues en un inicio no se permitió la entrada de ayuda humanitaria, y aún hoy sigue siendo difícil.

Bajo las publicaciones de los videos virales de israelitas sumergidos en el pánico y la desesperación, se leen también “estados bélicos”; porque los estados de ánimo de las personas que comentan los trágicos posteos parecen tan guerreristas como quienes están luchando por aquel pedazo de tierra, que todos llaman “sagrado” pero por el que luchan de manera sacrílega.

“Gaza no volverá a ser lo que fue. Eliminaremos todo”, dijo Yoav Gallant a sus tropas. Por su parte, Hamad al-Regeb, sheik oficial de Hamás, aseguró que su doctrina es luchar contra los judíos hasta exterminarlos en su totalidad. Los dos hombres hablaban (y hablan) de eliminación total, de exterminio. La diferencia es que Hamad al-Regeb es la voz de un grupo terrorista que no representa a todo el pueblo palestino; el otro es el Ministro de Defensa de un país que se ha ensañado contra un territorio en el que, más que terroristas, hay dos millones de civiles que llevan 75 años sufriendo un arrinconamiento asfixiante, violento e inhumano ante los ojos del planeta entero.

Si bien es difícil entender la razón por la que Hamás desató el primer ataque, pues parecería a todas luces un acto suicida (cualquiera podía prever la manera desproporcionada en que Israel contestaría), es casi imposible comprender cómo es que el mundo parece no estremecerse lo suficiente ante las atrocidades que se han cometido contra el pueblo palestino desde la Segunda Guerra Mundial.

Abre una ventana de esperanza leer las palabras de un periodista israelita, como Gideon Levy, quien dice en su columna publicada el 8 de octubre de 2023 en el diario israelí Haaretz: “Imposible encarcelar a dos millones de personas sin esperar un precio”. Levy culpa en su artículo a la arrogancia israelí. La misma que le ha permitido despojar de sus tierras a todo un pueblo y someterlo, sin enfrentar por esto consecuencia alguna.

Tal vez este encarcelamiento del que habla Levy pueda explicarse con lo que dijo el mismo Gallant sobre los palestinos:  “Estamos luchando contra animales humanos y actuamos en consecuencia”. El Ministro de Defensa comparó al pueblo palestino con animales como una manera de deshumanizarlo. Y, de acuerdo a las posiciones de muchos países, lo ha logrado.

Es más fácil repudiar, juzgar y condenar a quien denominamos como un animal, como un monstruo, como un engendro que nada tiene que ver con nosotros, los mortales, tan sensibles y empáticos. Pero, ¿por qué son tan pocas las voces que se refieren a las atrocidades cometidas por los humanos israelitas contra los humanos palestinos? Tal vez por aquel dicho que reza: “dime con quién andas y te diré quién eres”. Los israelitas tienen a su lado, de su lado, muy cerquita de sus afectos y, sobre todo, de sus intereses, a Estados Unidos.  

Estados Unidos es el Estado Bélico por excelencia. Donde haya una guerra, ellos serán los primeros en aparecer. Y si no hay guerra, tampoco tienen el menor problema en inventársela. Eso ya lo vimos en Irak. Al mejor estilo de Maquiavelo, dirán las mentiras que tengan que decir, replicarán las falsedades que necesiten replicar, y mostrarán la guerra con la espectacularidad de la cual son maestros para que occidente tome el “lado correcto” (o sea, el de ellos) y condene, sin espacio para la duda, a los “malos”.

Para la muestra un botón: con la misma desfachatez con la que en el gobierno de Bush afirmaron contar con pruebas irrefutables que Irak tenía armas de destrucción masiva, el presidente Biden afirmó en uno de sus recientes discursos haber visto la manera en que terroristas de Hamás decapitaban niños. ¡Falso! Y aunque la Casa Blanca después emitió una respuesta oficial rectificando la información, al igual que lo tuvieron que hacer varios medios de comunicación alrededor del mundo, el daño estaba hecho. No hay respuesta oficial de la Casa Blanca, ni rectificación, ni documento, ni aviso que borre esa imagen falsa de la cabeza de un espectador desprevenido.

En medio del negocio de la guerra (porque no olvidemos que a los únicos que conviene un conflicto armado es a los Estados bélicos, esto es, a quienes venden armas, proporcionan mercenarios entrenados para todo tipo de combates, comercializan alimentación para las tropas, prestan servicios médicos para los heridos, ofrecen servicios de transporte o limpieza, entre otros), los civiles heridos o muertos son un daño colateral. Y si son “animales humanos”, representan menos aún que un daño colateral.

Poco se habla de que los conflictos armados hacen parte de lo que se conoce como el ciclo económico militar, que comienza con los argumentos y justificaciones para que los gobiernos inviertan en creación de ejércitos y compra de armamento. Viene después el tema de la seguridad (cuya semilla es el miedo, la cual alimentan a diario), el alza en los presupuestos militares, la aparición de impuestos de guerra (tan altos como los impuestos de paz), la privatización de algunos servicios esenciales durante los conflictos, y la disminución de restricciones legales, como que los civiles puedan adquirir y portar armas con mayor facilidad.

Las guerras de hoy hacen parte del modelo neoliberal. A través de los conflictos se maximiza el enriquecimiento de la industria de defensa, así como el de poquísimos individuos del sector privado en capacidad de proveer todo aquello que una guerra necesita: desde armas hasta interpretes. Todo con un fin: obtener beneficios; beneficios económicos, poder, o Tierra Santa manchada con la sangre de todos los seres que creó el dios de unos o el de otros.  

Personalmente, siento que la posición del presidente Petro frente a este conflicto fue más que decente: suspender las relaciones con Israel es un acto con el que me identifico. Y, por favor, espero que al decirlo mis palabras no sean tergiversadas y entendidas como antisemitismo, como lo han hecho con el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, a quien solo por decir la verdad le están “haciendo la guerra” dentro de la organización que representa.

Guterres dijo que las acciones del grupo militante palestino no ocurrieron “de la nada”, pues los palestinos “han visto sus tierras constantemente devoradas por los asentamientos y plagadas de violencia. Su economía fue asfixiada. Su gente fue desplazada y sus hogares demolidos. Sus esperanzas de una solución política a su difícil situación se han ido desvaneciendo”. Guterres en ningún momento justificó el horrendo ataque contra civiles de Hamás. Pero Israel está indignado. Y a través de su embajador ante la ONU, ha pedido la dimisión del Secretario General. Guerras dentro de la guerra. Estados bélicos. En los países y en las personas. ¿Hasta cuándo?