En serio, ¿usted va a votar por Duque?

07 Junio, 2018

Por CESAR MUÑOZ

Por los primeros días de universidad, un amigo de clases me aconsejaba que me independizara joven porque muchas veces los problemas de la casa se ven mejor en perspectiva  y así resulta más fácil ayudar a resolverlos.

En esas palabras pensé una noche de estas en que un ciudadano español miraba con ceño fruncido una valla de Iván Duque y Marta Lucía Ramírez. Volteó y me preguntó: “¿Vas a votar por él?”. Solo por saber su reacción le respondí que sí _pues nunca lo haría por Uribe ni por nadie que lo represente_. “Quién entiende a los colombianos”, exclamó.

– ¿Por qué?, le pregunté.

–“Bueno, ¿y acaso no lees, no estás informado?” Me reclamó. Mira… solo te digo una cosa, un tipo que ha mentido durante su campaña y que está respaldado por un personaje tan oscuro como Álvaro Uribe Vélez, no tiene ninguna autoridad moral para gobernar el país. Si supieras lo que padeció España con el régimen de Francisco Franco…

Luego hubo un largo silencio y hasta pena sentí por haberle dado una respuesta falsa. “Este tipo me creerá un imbécil”, pensé.

–Ciertamente, desde afuera nos miran, y parece que desde afuera se entienden mejor los problemas de esta nación que está condenada una y otra vez a repetir su mala hora y su mala historia.

–Aunque  a Duque no se le puede cuestionar como gobernante, pues nunca ha administrado nada, sí hay varias situaciones en esta campaña electoral que a personas como yo nos generan rechazo y desconfianza. Asegura que no tiene rabo de paja porque nunca ha cometido un delito, pero resulta que plagió una estrategia  del diputado español Albert Rivera al escribirle una carta a su hija Eloísa diciéndole el país que soñaba para ella. Lo mismo que había hecho Rivera.

–Dice que no ha cometido un delito, pero resulta que infló su hoja de vida relacionando como doctorado seminario de días  en Harvard. Dice que no ha cometido un delito, pero nunca aclaró su papel en los vínculos de su partido Centro Democrático con la sobornadora brasileña Odebrecht.  Dice que no ha cometido un delito, pero acepta sin chistar una sílaba que el sicario más temible de Colombia, alias Popeye, sea una suerte de vocero de su campaña y anuncie plomo a diestra y siniestra durante su eventual gobierno.

–Dice que no ha cometido un delito, pero asegura que pone las manos en el fuego por la honorabilidad de su presidente eterno [sic] Álvaro Uribe Vélez. ¡Por Dios! Un hombre cuyas investigaciones se cuentan por centenas. Un hombre con tanto poder que hasta el mismo Popeye le tiene miedo y prefiere guardarse secretos del que considera “el dueño de la ciudad de Medellín”. Y no vale desgastarse en el prontuario del senador, relacionado con cosas juzgadas y con investigaciones que quedaron archivadas en la Comisión de Acusaciones de la Cámara o que avanzan lentamente en la Corte Suprema de Justicia y que podrían pasar definitivamente a archivo muerto si prospera la reforma a la justicia que buscan los uribistas, lo que sería el caldo de cultivo de una dictadura. Pero no, los que nos quieren volver como Venezuela son otros.

Si usted  es latifundista, un gran empresario, testaferro de  algún mafioso o si goza de una buena posición social y económica y esa estabilidad le permite afirmar  hoy que tiene asegurado el futuro de sus dos generaciones siguientes, es natural su preferencia por Iván Duque, al fin  y al cabo Uribe solo gobierna para una minoría privilegiada.

“Vote, pero vote a conciencia”, es la manida frase usada por algunos medios de comunicación para persuadir a los ciudadanos de que no dejen las decisiones en poder de otros. Y pienso que sí, que el voto es un acto de conciencia, responsable y honesto. Estoy seguro de mi buena fe al hacerlo, porque siempre he votado por quien me parece la mejor opción, no pensando en beneficios personales, sino en el beneficio común y en el país mejor que sinceramente sueño. La frase es manida, pero el voto es un asunto de conciencia y no de conveniencias.

Hace poco escuché a un cincuentón decir a su interlocutor  que votaría por Duque solo porque iba de primero en las encuestas. “Entonces yo también”, apuntó su congénere. Siento pena ajena por esos señores y  por todas las personas que votarán por Duque y que aún hoy, con todas las evidencias, adoran a un ser tan siniestro como Álvaro Uribe Vélez. No hay derecho  a ser tan desinformado, tan impasible, tan proclive o tan pusilánime al creerse todas las estupideces y mentiras que los uribistas se han encargado de difundir, solo para generar miedo y para destrozar el sueño de la paz (léase plebiscito) y a sus contendores políticos.

Hasta a misma hija de Duque tiene razón. El otro día en un programa humorístico de televisión el candidato contó algo que le pareció anecdótico, pero que solo deja el sabor amargo de su talante y su clasismo. Dijo que en un pueblo de la costa atlántica su niña vio que un carro tenía pegada una pancarta de su publicidad presidencial. “Esa gente es rara. Ni nosotros haríamos eso”, fue, según Duque, la expresión de la niña. Luego vino la carcajada.

Duque, el que dice que para evitar el embarazo adolescente hay que poner a trabajar a las niñas. El que anda comprando el voto de personas para las que nunca gobernaría, pero que lo pueden montar en la Presidencia. Duque, el que apoyará el metro elevado de Peñalosa para que las madres humildes manden a sus hijos a la universidad virtual [sic]. Duque, el que cree un almita de Dios al todopoderoso que quiere enraizarse en el poder. ¡Qué gente tan rara!

El ciudadano español  insistió. “En serio, ¿vas a votar por Duque?”.