En Colombia la desaparición forzada empieza en casa

10 Septiembre, 2020

Por ALEJANDRO MUÑOZ GARZÓN

Mientras se suman por miles las denuncias, los testimonios y las crónicas argumentaras ante la justicia en contra de grupos guerrilleros, encargados de realizar desapariciones de niños y niñas para reclutarlos a la guerra; paramilitares y hasta militares activos regulares que han desaparecido jóvenes estudiantes o profesionales para cumplir funciones y actividades en favor de dichos grupos organizados a cambio de sus vidas las que han convertido en falsos positivos; sin olvidar que también todos estos grupos armados han retenido adultos por los que se exigen gruesas sumas de dinero y haya o no haya pago son ejecutados; igual que lo han hecho con decenas de lideres campesinos y activistas comunitarios a los que han asesinado por su forma de pensar o de liderar a sus pueblos; en pocas palabras, la desaparición forzada es una pandemia que ya deja mucho más muertos, dolor y miseria sin que nadie se inmute frente a semejante desangre.

Pienso sin temor a equivocarme que, estamos mirando un grano que rasca y fastidia al transarnos en una compleja y disparatada disputa para poner fin a algo que no vemos y que es un mortal tumor social y que seguirá sucediendo en Colombia, mientras no haya una rehabilitación moral de absolutamente todas nuestras instituciones, comenzando por la más compleja y al mismo tiempo elemental en el orden social: La Familia.

A manera de simple reflexión y mientras muchos buscan a los responsables rio abajo, quiero invitarlos a que busquemos rio arriba donde nace realmente el problema y voy a dejarlos con esta historia que resume la vida no de miles, sino de millones de colombianos que han sido víctimas de desaparición forzada y han soportado por años vejámenes, agresiones y violaciones a todos sus derechos, por un grupo al que pocos denuncian porque incluso antes de hacerlo, mueren de miedo: ¡SU PROPIA FAMILIA!

Esta historia que conocerá Usted amigo lector es real y le ha sucedido a millones de mujeres que han vivido la desaparición forzada a través de sus propias familias, las cuales en principio las agreden y amedrentan sociológicamente y tras vulnerarlas fisicamente, luego de ser violadas y muchas de ellas embarazadas, las lanzan a la calle a su propia suerte, donde viven dramáticos y dolorosos momentos que sólo ellas conocen y tal vez por eso a nadie conmueven, ni mucho menos interesa.

La desaparición forzada es real en Colombia y es mucho más vieja que la guerrilla, viene de tiempos inmemoriales que datan de los años de la conquista, cuando los españoles diezmaron y aniquilaron indios tras violar a sus mujeres, práctica que pareciera formar parte de la herencia genética del colombiano que la ha pasado de generación en generación ejecutada por curtidas matronas u hombres agresivos y tanto unos como otros ejercen control absoluto y violento con todo su grupo familiar.

En los años cincuentas por la incidencia de las guerrillas políticas, millones de niños y jóvenes fueron obligados a dejar sus hogares y en la década de 1960 a 1970 millones de mujeres fueron lanzadas de sus hogares obligadas a la desaparición forzada, por el hecho de haber sufrido un embarazo, que “enlodaba el buen nombre de la familia” pero ese buen nombre familiar jamás se enlodó al expulsar a su suerte sus hijas a la calle.

La bebé que se robó un sacerdote al sur de Bogotá.

Hace 20 años conocí a Yolanda Palacios, mujer pequeña y frágil afectada con problemas al hablar por secuelas de depresión y pánico que tuvo que superar tras ser engañada por un sacerdote quién logró convencerla para que le entregara una hija de tan solo semanas de nacida y la cual no volvió a ver, pese a los ruegos, suplicas y lagrimas que derramó Yolanda durante varios años a los pies del sacerdote, que siempre le negó cualquier razón sobre la pequeña hija a la que ella nunca ha dejado de buscar.

Yolanda llegó a Bogota por los años sesenta, traída por una mujer que logró defenderla y rescatarla de la violencia de los padres y con la promesa de que la ayudaría a estudiar en la capital la abandonó en una casa de familia, donde fue asediada por el dueño de casa, quien la embarazó y al notar su nuevo estado, le dijo a la esposa que la despidiera por haber dicho mentiras al no decir que venía embarazada, lo cual hizo la encolerizada y envalentonada matrona que antes de lanzarla, revisó sus pertenencias y se las tiró a la calle desde un segundo piso.

Yolanda deambuló por barrios del sur de Bogotá, donde fue invitada por varias personas a prostituirse pero cuando ella les contaba que estaba embarazada, desistían de perseguirla y la obligaban a dejar el lugar. Según ella recuerda, se repitió la escena que vivió en varias ciudades del sur del país donde tíos y familiares, trataron de venderla a bares y “casas de la vida alegre” de donde siempre Yolanda logró evadirse.

A principios del mes de Febrero de 1.999 llegó a mi oficina de Tevecine Yolanda Palacios donde yo realizaba el programa ¿“Usted Qué Haría”? El cual yo estaba grabando en ese momento y ella insistió que no se iría del lugar hasta hablar conmigo, entonces se sentó sobre un abrigo y junto a una caja que contenía un pollo asado. Yo me encontraba grabando en Villavicencio y cuando regresé a eso de las tres de la mañana con el equipo de grabación, encontramos a Yolanda durmiendo en el ante jardín de la programadora, donde le eseguró al celador que se iría después de hablar conmigo.

Desde entonces fue difícil no estimar, considerar y ayudar a Yolanda en su intento de encontrar a su hija Teresa, que le fue quitada por el Reverendo Padre Rogelio, un seminarista que hacia sus pinitos de párroco en una iglesia del sector del Restrepo al sur de Bogotá, hasta donde llegó Yolanda buscando ayuda pues acorralada por el hambre comenzó a padecer de fiebre muy alta y cortos desmayos, lo que aprovechó el sacerdote para convencerla que dejara su niña bajo sus cuidados y regresara después de recibir atención medica la cual gracias a su cleriman logró en cuestión de minutos y Yolanda fue llevada en una ambulancia de la policía al hospital de la Hortua donde duró interna varias semanas.

Al regresar, el cura Rogelio ya no estaba. Empecinada en encontrarlo, Yolanda montó guardia en la iglesia día y noche y por su constancia, fue abordada por el sacerdote reemplazante, quien en acto bondadoso y al parecer de acuerdo con el Padre Rogelio, le informó que su hija había sido entregada al Bienestar Familiar, donde Yolanda repitió su guardia varios días hasta que vio al escurridizo curita, quien le dijo que la bebé había sido entregada a una pareja que tenia una papelería y le dio una dirección que coincidía en el barrio Santa Isabel.

Varios intentos de Yolanda fueron neutralizados por los propietarios de la papelería que jamás le negaron la presencia de la bebé, pero tampoco le afirmaron que habían hecho con ella, simplemente la amenazaron con llamar a la policía y meterla a la cárcel sí seguía preguntando por ella. Dos años mas tarde el mismo cura Rogelio alcanzaría a Yolanda después de una procesión y le mostraría fotos de su hija, las cuales se fueron destiñendo y perdiendo las imágenes por el refregar constante de las manos sudorosas de Yolanda, quien también las llenó de besos y lagrimas que ayudaron a su deterioro.

Conocida la historia hasta memorizarla, me aferré a la idea de ayudar a encontrar a la hija de Yolanda robada por el padre Rogelio, personaje que encontré finalmente en El Valle del Cauca y al que llegué haciéndome pasar por sacerdote, lo que después causaría gran disgusto al curita que trató de evadirme y desistió cuando yo le grité:

- Padre Rogelio, por el amor a Cristo Jesús, ayúdeme a encontrar a Teresa la bebé que usted le robó a Yolanda Palacios

Mi solicitud hizo efecto en ese instante, hace 15 años cuando el sacerdote me dió algunos nombres que seguí documentariamente hasta llegar a una hermana de la madre adoptiva de Teresa, a quien visité y dejé una carta con logo y datos de la Fundacion Para El Reencuentro y donde le rogaba colaboración para lograr ubicar a los padres adoptivos de Teresa y así poder mediar con ellos para que conociera a su madre biológica, quien había sido engañada y separada de su hija de manera ventajosa e injusta.

La hermana de la madre adoptiva de Teresa guardó la carta que en principio leyó con manos temblorosas y me aseguró que me ayudaría, pero días después perdí todo rastro de ella, al parecer porque falleció con su esposo en un accidente automovilístico y perdí cualquier esperanza de ayudar a Yolanda.

Pasaron casi 15 años en los que seguí al Padre Rogelio por varias ciudades Del Valle, Cauca, Nariño y Cundinamarca, siempre tratando de mediar con él para obtener una luz que me llevara a Teresa pues sabia que el sacerdote mantenía contacto con la familia a la que él entregó la bebé luego de quitársela a Yolanda. Finalmente el Padre Rogelio llegó a ocupar un cargo en el Vaticano y pese a mis ruegos, súplicas y amenazas de difundir toda la verdad sobre este caso, me mandó decir que hablaría pronto conmigo y que le diera un tiempo porque estaba enfermo.

Hace un par de semanas después de haber hablado con Yolanda, sobre un posible rastro de su hija en Chia, Cundinamarca; recibí la siguiente llamada telefónica:

- Disculpe, ¿Usted es el periodista que ayuda a buscar desaparecidos?
- Así es, ¿con quién hablo?
- Mire Usted dejó una carta hace unos 15 años en la casa de una tía y yo acabo de leerla, creo que soy la persona que Usted esta buscando…
- (Sorprendido) ¿Con quién hablo?
- Con Teresa, yo soy la bebé de Yolanda Palacio que fue llevada a una familia por un sacerdote …

El dia que yo entregué la carta a la tía de crianza de Teresa, ella fue hasta la casa de su hermana y le contó que yo los estaba buscando, la madre adoptiva guardó la carta y 15 años más tarde cuando Teresa organizada "los corotos" de un trasteo, revisando entre carpetas encontró mi carta y la leyó…

- Yo quiero encontrarme con mi verdadera madre. Tuve unos padres adoptivos excepcionales pero cuando supe que me habían separado de mi madre biológica tuve ganas de ir a buscarla. Hoy mas que nunca quiero conocerla, por favor ayúdeme a reencontrarme con ella.

Teresa hoy está radicada en el Ecuador mientras que Yolanda su madre biológica, supera un delicado quebranto de salud y yo sólo espero que reabran los aeropuertos para volar y poder vivir ese maravilloso momento, con el que estoy seguro podré fin por lo menos a uno de los miles de casos de desaparición forzada que vivimos en Colombia diariamente.

Porque sí el caso de Yolanda y su hija Teresa no son dos historias de desapariciones forzadas, por favor que alguien me explique esto:

- Yolanda, ahora que hemos encontrado a su hija, ¿quiere que busquemos a sus padres y hermanos?
- No señor, ellos me maltrataron mucho y no me quieren, sí quisieran vendrían donde el tío Alberto, el que intentó venderme en una casa de esas malas. Ellos saben donde vive y han venido a visitarlo muchas veces y jamás preguntan por mi...