Cuando seamos grandes

16 Junio, 2022

Por ADRIANA ARJONA

Por estos días,  y particularmente  después de lo que ha pasado durante la segunda vuelta de las elecciones en Colombia, he fantaseado con lo que pasaría en este país si -de un día para otro- nos volviéramos grandes.

Cuando seamos grandes tendremos candidatos preparados y honestos, cargados de propuestas poderosas, viables, incluyentes, amigables con el medio ambiente y que contribuyan al progreso del país. Serán planes que se materializarán en el futuro y que beneficiarán a la mayoría porque solo las personas pequeñas prometen lo que no pueden cumplir.

Cuando en este país impere la sensatez que viene con la grandeza, seremos testigos de debates serios y responsables, que ilustren a los votantes y les permitan formarse una opinión que defina su voto. Serán discusiones inteligentes, plagadas de proyectos bien estructurados. Serán luchas ingeniosas, con fondo  y sustancia, en las que a ningún participante se le pasará por la imaginación aplastar a sus contrincantes con descalificaciones personales, injurias o calumnias. Esas serán vilezas de una época triste y oscura, que preferiremos no recordar.

Cuando seamos grandes las campañas políticas serán limpias, emocionantes y ocurrentes. Estarán compuestas por mensajes chispeantes y agudos, que harán énfasis en las propuestas de cada candidato y no en las debilidades o defectos del contrincante.  Solo la gente pequeña del pasado recurría a noticias falsas, chismes, ofensas o difamaciones. Nos sentiremos orgullosos de haber superado tanta vulgaridad.

Cuando en Colombia reine la grandeza -de mente, corazón y carácter- seremos capaces de reconocer que el otro tiene ideas mejores, con fundamentos más sólidos y mayores posibilidades de convertirse en soluciones reales a los problemas de nuestra sociedad. Solo la gente pequeña persiste en defender sus planteamientos aunque se le ha demostrado que otras propuestas son más eficaces. Los colombianos grandes serán amigos del reconocimiento del otro, y querrán contar con mentes brillantes en sus equipos en lugar de temerles y preferirlas lejos.

Cuando seamos grandes los medios de comunicación se comportarán a la altura, y no se prestarán para publicar falsedades sobre ninguno de los o las aspirantes. Comprenderán que es tan relevante y decisivo su rol a cada segundo de la contienda que no habrá espacio para mentiras que a fuerza de repetición parezcan verdades ante la opinión pública. Esos juegos sucios de gente pequeña, mezquina e insignificante no serán bien vistos en nuestra sociedad nueva y digna.

El día que en Colombia respetemos la vida más allá y por encima de todo -entendimiento que viene de la mano con la grandeza- nadie sentirá temor a expresar su acuerdo o desacuerdo con un candidato o candidata, porque solo la gente pequeña opta por aniquilar a quien piensa o dice diferente. Aún lloraremos todas las voces que en esa época de tinieblas fueron acalladas a la fuerza y sentiremos vergüenza por semejante cobardía.

Cuando seamos grandes comprenderemos la importancia de no mezclar religión con política porque sabremos que las creencias son temas tan individuales como sagrados, mientras que las leyes deben cubrirnos a todos y todas, sin excepción. Solo mentes pequeñas y obtusas pretenden imponer su fe como un mandato general.

Cuando Colombia sea grande, cuando todos estemos llenos de ese espíritu espléndido, no se hablará de compra de votos porque solo un ser muy pequeño y mediocre quiere llegar al poder a través de un engaño. Seremos tan grandes que nadie necesitará contribuir a esa mentira porque conformaremos una nación justa, equitativa e incluyente, en la que recordaremos con orgullo haber sacado a más de 20 millones de personas de la pobreza y nos preguntaremos cómo pudimos demorarnos tanto en hacer lo correcto.

Cuando seamos grandes la corrupción no podrá ser tema de campaña de ningún candidato pues estará bien enterrada esa horrible costumbre de apropiarse los dineros con los que se construirá un mejor país para todos y todas. Al vivir en la grandeza sabremos que solo alguien con un alma minúscula, acaso inexistente, es capaz de robarle a sus hermanos.

He fantaseado con eso, con un país grande, poblado con gente honrada y lúcida, capaz de elegir al mejor entre los mejores para construir no apenas un buen futuro sino uno extraordinario. Más allá de la utopía, creo que podríamos -al menos- aspirar a evolucionar un poco y salir de este letargo que nos mantiene en el atraso, la mentira y la carencia. Lamentablemente, mientras los colombianos no cambiemos, mientras nos interese más el chisme que la verdad, mientras predomine la envidia sobre el aplauso, mientras reine lo liviano sobre lo profundo, mientras importe más el bien propio que el común y optemos por la negación del otro antes que por igualdad, la unión y la belleza, solo será posible tener candidatos y gobernantes a la medida de nuestra pequeñez.