Tenemos que hablar

06 Octubre, 2020

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Iván Duque Márquez es la cabeza visible de un régimen que promueve un golpe de Estado blando. Quienes hacen parte del régimen, intentan instaurar una dictadura en la que, a la vez que se convoca a elecciones y se mantiene la división de poderes, se constriñe sistemáticamente a los electores, se hace fraude en los resultados electorales y se controla y/o desconoce la acción de las otras ramas del poder público y de las instituciones encargadas de controlar el buen rumbo de la democracia.

No han podido lograrlo plenamente en sus dos intentos de gobernar a punta de decretos, sin Congreso y sin controles constitucionales y legales. No han podido, porque tienen una opinión pública adversa que se manifiesta en las calles, en los medios de comunicación y en los cuerpos legislativos de orden local, departamental y nacional.

La movilización y la protesta son incontrolables. Distintos grupos de inconformes no dejaron de hacer presencia, denuncia y propuestas en las calles y barriadas, ni siquiera en los momentos más duros de la restricción por la pandemia. No los detuvo la covid-19 ni el Esmad.

Los principales generadores de opinión escriben a contra corriente de la dictadura, en medios de comunicación que son propiedad de grandes conglomerados financieros, o en portales independientes cuya influencia crece sin parar, o producen audios (podcasts) que llegan e influyen a cada vez más amplias audiencias.

Las personas que hacen parte del Poder Legislativo debaten  y exponen verdades y propuestas. Y, como casi siempre hay transmisión en vivo y en directo de las sesiones del Congreso, la ciudadanía se entera con certeza quién o quiénes la defienden y quién o quiénes apoyan al régimen por afán de lucro y de negocio. Concejales, diputados y congresistas convocan a conversar en línea y crece su audiencia. Tanto como crece la oposición a la dictadura.     

Los golpistas no lo tienen fácil, porque, además, carecen de un programa que vaya más allá de garantizar el enriquecimiento ilícito y la impunidad a todos aquellos delincuentes que pertenecen a la coalición de gobierno. También,  hay que tener en cuenta que no tienen el respaldo unánime de las Fuerzas Armadas: solo el sector más cercano al paramilitarismo apoya la iniciativa de cerrar lo que hoy hay de democracia y empezar la dictadura.

Estamos en una situación muy cercana al límite: el régimen quiere dar un golpe, pero no puede porque no tiene la fuerza suficiente y porque se enfrenta a unas muy potentes resistencias ciudadanas. La ciudadanía, por su parte, no tiene fuerza suficiente para derrotar al proyecto autoritario porque éste, aun en su debilidad, sigue avanzando.

Pese a que este gobierno no es dado a buscar y encontrar soluciones conversadas ni al pacto social, es posible que la opinión pública que lo confronta le imponga el dialogo como mecanismo de solución a los problemas y conflictos.

Si se logra que haya diálogo entre el régimen y las resistencias, puede evitarse la violencia y será un triunfo de la democracia

Si las resistencias, en primer lugar, se organizan en forma novedosa y ágil y logran construir entre ellas unos acuerdos para unir las protestas y los reclamos con las propuestas de mejoramiento, tal vez así, puedan presionar más y mejor y obligar a los golpistas a cejar en su empeño y negociar con la ciudadanía.

Si las resistencias logran organizarse más allá de las dirigencias, egos y vocerías tradicionales, quizá se consoliden como una fuerza autónoma e independiente. Y podrán convocar al gobierno a pactar programas, planes y proyectos orientados a solucionar las necesidades cuya insatisfacción ha sido causa de la movilización social.

Duque y los suyos, incluido el poder que siempre está en las sombras, saben que ningún tirano triunfa. Saben que, tarde o temprano, hasta los monumentos que lo representan caerán víctimas del resentimiento, de la ira y del conocimiento y recuerdo que la gente tiene de sus crímenes.

Tenemos que hablar porque, entre otras cosas, todas y todos sabemos que no nos alcanzarán las lágrimas para llorar a nuestros tantos muertos y que ni a “Él” ni a nadie le alcanzarán las balas para derrotar la resistencia ciudadana. Tenemos que hablar.