Para la tercera semana de mayo de 2021, la tensión entre la Policía, saqueadores, la Primera Línea y los vecinos estalló en el sector del almacén Éxito de Calipso, en Cali. Aquí te narramos lo que sucedió en una de las horas más apocalípticas del Paro Nacional.
El texto que acompaña la investigación es excepcionalmente largo y tiene una impronta narrativa para lo acostumbrado en este medio; no obstante, necesario. Cumple con todas las medidas de rigor de una investigación: cotejo de fuentes, pruebas y mucha reportería. Se visitó en tres ocasiones el barrio, nos tardó más de un mes lograr llegar hasta las fuentes que vivieron el horror esa noche dentro y fuera del almacén. Ha sido especialmente revisado por los editores de este medio y editoras externas para lograr la calidad que se merecen nuestros lectores.
La verdad que no quedó en el acta I
Frente a ella, un policía con el que no pudo lidiar. Era Juan Carlos Olaya, el mayor que, en representación de la institución firmó el acta oficial de lo sucedido la noche anterior en el almacén. Segundos después, ella quiso registrar las gotas de sangre que todos vieron dentro del cuarto de máquinas, pero era tarde. Olaya se negó a incluirlas, porque la modificación en el documento firmado no le convenía. Para el uniformado, ya era demasiado que el rastro de una presunta escena de tortura, que hasta el momento había sido una sospecha, ahora trascendiera y salpicara el papel.
—¡Pues hágala usted! —le respondió ella y rasgó el acta en pedazos. Seguían dentro del lugar.
Estaba de pie. Junto con Olaya había redactado el primer borrador de una visita escrutadora a raíz de hechos denunciados por varios vecinos del Éxito de Calipso en la madrugada del 19 de mayo. Horas antes, las redes sociales gritaron que el lugar fue usado como un centro de tortura por parte de la Policía. “Hubo alaridos, disparos, sonidos de alarmas y estallidos”, dijeron los testigos. Exhausta por la impotencia, se rindió. Natali González, la subsecretaria de Derechos Humanos de la Alcaldía, dejó de apoyar sus manos sobre el fólder que le sirvió de soporte para escribir el documento ya roto por ella. Había descubierto la mancha de sangre a las 9:02 p. m. y los minutos galopaban.
A su alrededor, una comisión de policías y otras personas de la Alcaldía con el mismo cargo suyo, delegados de la Defensoría del Pueblo y personal del Éxito. Afuera la esperaba José Alberto Tejada, director del Canal 2, con su equipo, dispuestos a transmitir en vivo los resultados de la visita. La testigo de la Alcaldía logró leer ante las cámaras: “Se observaron rastros de sangre”, pero no hubo descripción de indicios, entre esos, la humedad en un sector de la bodega, como si recién se hubiera limpiado algo que no convenía dejar ver. Aunque se da cuenta en el acta del “espacio limpio y aseado”, tampoco quedó constancia de los rastros de jabón y de aceite que evidenciarían algún intento por lavar las instalaciones antes de la veeduría. No en vano dicen que el diablo está en los detalles.
Esa imagen de jabón y aceite recordó la escena del crimen de Yuliana Samboní en 2016. Se trataba de una niña de 7 años, de padres indígenas, que fue raptada, abusada sexualmente y asesinada por Rafael Uribe Noguera, un pedófilo de 38 años, de clase alta. En un apartamento de Chapinero Alto, en Bogotá, los peritos forenses de la Fiscalía encontraron los mismos elementos. Al principio se creyó que los hermanos del asesino los usaron para borrar los rastros del crimen, pero luego la justicia decidió creer el relato de Rafael, quien dijo que el aceite era parte del fetiche dentro del abuso. No obstante, en esta escena, el aceite y el jabón no parecían elementos casuales ante los rastros de sangre encontrados por Natali dentro del Éxito. Detalles.
Afuera, terminó de leer el acta ante las cámaras del periodista Tejada, quien se percató de las omisiones.
—La información que hemos recibido de la comunidad es que también se encontraron huellas de aceite y de jabón. No veo que en el comunicado haya quedado esa evidencia —le increpó.
—Sí, tiene razón. Ese es un elemento que habrá que anexar al acta.
Las posibilidades de que se supiera la verdad empezaron así: manchadas de silencios, de negaciones y de versiones incompletas. De heridos y muertos de los que ninguna autoridad habló.
—¡Viene el Esmad, viene el Esmad! —se escuchó advertir a una mujer.
—Hay tipos armados, ¿verdad? —preguntó la mujer que seguía grabando desde lo alto del puente.
No había policías, salvo en el helicóptero que, desde la mañana del 28 de abril, sobrevolaba Cali. Horas después serían parte obligada del paisaje. Por ahora no. En ese momento, las marchas eran las protagonistas en casi todas las principales vías de la ciudad y del país. Le faltaban escasos minutos al mediodía cuando, de repente, una contraimagen emergió tras el saqueo: otros jóvenes con camisetas amarillas y blancas caminaban de regreso hacia el Éxito con las cajas de los electrodomésticos. Iban acompañados por chicos en bicicletas y policías que, al lado del camino, servían de observadores y coordinadores de la escena. Gritaban: “¡Los buenos somos más!”.
El saqueo se repetirá el 2 de mayo en la noche, pasadas las ocho, ya no sobre la Simón Bolívar, sino a un costado, por la calle 28D. De nuevo, no habrá asomo de policías. Los vecinos grabarán la acción y el acto se llevará a cabo con cierta tranquilidad. Habrá protestas en puntos cercanos, como quien arranca hojas del calendario, los siguientes días, hasta llegar al 19 de mayo. Día del Apocalipso. Día en que la Policía encerrará en el almacén a una turba saqueadora y la molerá a palos hasta romperla, hacerla sangrar y gritar. Los alaridos llamarán la atención de los vecinos y de los jóvenes de la Primera Línea que, hasta ese momento, se desmarcarían de quienes estaban delinquiendo. Ese día, en la noche, se armará la de Troya.
—[El 19 de mayo, los uniformados] se fueron [de Calipso] como a las 5 p. m. y dejaron las entradas [del almacén] abiertas —dijo Segundo*, habitante de calle y miembro de la Primera Línea de Puerto Maderas.
Hasta aquí el front de la historia. Ahora viene el off.
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La gente de Calipso armó lucha en la pandemia de COVID-19. Aguantó hambre en condiciones de miseria y violencia, como también le pasó al oriente de la ciudad y las laderas, en donde también se concentraron las manifestaciones y protestas en la ciudad durante el Paro Nacional de 2021.
Cali venía de un jaleo duro: una auditoría de la Oficina de las Naciones Unidas contra la droga y el delito (UNODC) había revelado la existencia de 182 estructuras criminales. Pandillas, microtráfico, extorsión, cobro gota a gota. Fue tan exorbitante el balance, que se calculó un promedio y se observó que, por cada 10.000 habitantes, había un grupo ilegal. La olla de los grupos ilegales se había destapado en septiembre de 2019 y, para marzo de 2020, el presidente Iván Duque decretó encierro total por la pandemia. Caos.
“El estudio señala también que, geográficamente, es posible ubicar a estas agrupaciones ilegales. El 79% de ellas, unas 119 reconocidas como pandillas que se dedican sobre todo al hurto y a la distribución de drogas, se encuentran en seis comunas. Cinco de ellas están ubicadas en el oriente de la ciudad: la 21 (Desepaz), la 16 (La Unión), la 15 (El Vallado), la 14 (Alfonso Bonilla) y la 13 (Poblado); en esta zona se encuentra el distrito de Aguablanca. Y por el occidente, la 20 (Siloé)”, comentó El Espectador sobre el informe de la UNODC.


“De los que cayeron en pobreza monetaria, 375.990 fueron ciudadanos de Cali. En 2019, el total de ‘caleños’ caracterizados en pobreza monetaria eran 558.360 y, en 2020, ese número subió a 934.350”, dijo Rubén Darío Ocampo Camargo en su columna del diario La República el pasado 5 de junio.
En el espectro nacional, la pobreza alcanzó el 42,5%, en tanto, la incidencia en Cali fue del 36,3 %, de acuerdo con el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE). Al tiempo que es una de las comunas donde más se pierde la vida por homicidios, de los cuales cerca del 90% de las víctimas son hombres. Según un acumulado que tiene el Observatorio de Seguridad de la ciudad, desde 1993, la 13 resultó ser la más violenta, con un récord de 4.583 asesinatos.
Tomado de la columna: «Más de 375.900 ciudadanos de Cali ingresaron a la pobreza monetaria en el 2020», escrita por Rubén Darío Ocampo Camargo, publicada el 5 de junio en el diario La República.
Es uno de los sectores de Cali en donde más se concentran personas afro, muchas de ellas víctimas de desplazamiento forzado. Estigmatizados por ser pobres, por ser negros, por habitar un contexto de violencia, los jóvenes del oriente quedaron relegados al margen de su propia ciudad.

—Mano, ¡cógela! —dijo uno de ellos, con la voz entrecortada.
—Iba pasando, iba pasando la señora… —dijo otra de las voces.
—Hora 12:11 a. m., 20 de mayo […] nos mataron a la señora, hijueputas. No tenía nada que ver —dijo uno de los jóvenes que parecía ser de la Primera Línea, por su casco y su escudo. Dejaba para siempre grabada la angustia del momento.
Angie, de 27 años, madre de una niña de 5, lucía ida. El cuerpo, desgonzado sobre un andén del barrio 12 de Octubre, detrás del Éxito. Una ráfaga de sangre que pareció liberarse de su cabeza, a raíz de uno de los disparos, le salpicó el buzo color negro con cierre adelante y la camiseta amarilla de la selección Colombia que tenía por debajo. La sangre le rozó parte del abdomen descubierto cuando su ropa se le subió porque las personas que la socorrieron intentaron levantarla de los brazos, hasta manchar el short de jean claro que tenía puesto.
En su relato a Cuestión Pública, Estela aseguró que los policías avanzaron repeliendo a los manifestantes y, a su regreso, fulminaron a Angie con dos tiros más. Aseveró también que, si bien aún no está claro el orden en que fueron disparadas las balas, sí sabe cuántas fueron y dónde terminaron alojadas: una en el pecho, dos en la cabeza.
Los videos del momento posterior a los disparos dejan ver la desazón que produjo entre los jóvenes ver morir a alguien. Estaban los que intentaron hacer algo: la brigada médica, afanada por determinar si aún tenía signos vitales. Al ver que el cuerpo de Angie yacía sin vida, la devolvieron al lugar en el que la encontraron y esperaron la llegada de la ambulancia que la trasladó al hospital Carlos Holmes Trujillo.
Estela contó que la camisa blanca que se usó para velar el cadáver de Angie se manchó de la sangre que salía por la herida que le dejó uno de los proyectiles detrás de la oreja.
—Me tocó volverla a cambiar y ponerle una camisa negra. Ponerle una bufanda para que no le chorrearan los restos de sangre que todavía figuraban en la cabeza —dijo.
Mira el video Paso a paso: el día en que la Policía cooperó con hombres armados vestidos de civil
Los voluntarios en materia de salud que atendieron a Angie también aseguraron haber atendido a otros pacientes con heridas por arma de fuego, objetos contundentes y arma blanca.
—A un muchacho le metieron varias puñaladas. Ese día le cogieron 18 puntos, porque tenía dos en la pierna, otras en las manos y en la cabeza —recordó una de las enfermeras de la brigada y sostuvo que ese paciente también había responsabilizado a un policía por las lesiones.
Según la brigadista, los heridos fueron trasladados directamente del almacén Éxito por rescatistas de la Primera Línea, por lo que descartan que las agresiones ocurrieran en hechos aislados.
Mediante un comunicado emitido el 20 de mayo sobre los hechos de la noche anterior en Calipso, la Policía registró un asesinato, sin identificar al occiso, y dijo que era materia de investigación. La institución dijo ser víctima de un ataque por la turba que buscó ingresar al almacén. Reportó 19 civiles heridos en centros asistenciales, sin especificar los tipos de lesión ni sus causas. También aseguró que los uniformados se fueron de la zona a las 8:30 p. m., pues estaban desarmados y escaparon de los ataques de las personas que intentaban saquear el almacén.
Según las brigadistas de Puerto Maderas y Apocalipso, a excepción de un par de casos graves, los heridos que fueron atendidos pidieron no ser remitidos al hospital por temor de ser capturados por las autoridades.
Fuentes de la Fiscalía dijeron a Cuestión Pública que se adelantan investigaciones por 14 homicidios sucedidos en Cali en el marco del Paro Nacional, que apuntan como autores a miembros de la fuerza pública. Uno de los crímenes que se investiga es el asesinato de Angie Valencia.
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Antes de que la comisión terminara de inspeccionar el 20 de mayo, el brigadier general Juan Carlos León Montes, quien había asumido la comandancia de la Policía Metropolitana de Cali el 18 de mayo, publicó en su cuenta de Twitter la versión de la institución sobre los hechos de la noche anterior.
6:35 p.m.
Así fueron los momentos vividos por nuestro personal que fue atacado con armas de fuego y elementos explosivos, cuando llegaron a sacar al ESMAD que se encontraba protegiendo de vándalos un almacén de cadena en el sector de Calipso #CaliCo #YoProtejoMiPaís #YoSoyCali pic.twitter.com/lPQabLe0Ub
— BG. Juan Carlos León Montes (@PoliciaCali) May 20, 2021
7:01 p.m.
Ante el vandalismo que estaba siendo víctima el almacén, el dispositivo policial regresa siendo atacado con disparos y elementos explosivos, las personas que estaban saqueando son evacuados salvarguardando su vida, pero los uniformados son atacados nuevamente #YoProtejoMiPaís pic.twitter.com/5GnI975Le3
— BG. Juan Carlos León Montes (@PoliciaCali) May 21, 2021
7:47 p.m.
Ante falsas noticias emitidas por diferentes redes sociales y grupos de whatssap, con @personeriacali @AlcaldiaDeCali @SecPazCali delgados de derechos humanos y cinco representantes de las primeras líneas, se realizó verificación en almacén de cadena de Calipso #CaliCo pic.twitter.com/A7A6ILP7EJ
— BG. Juan Carlos León Montes (@PoliciaCali) May 21, 2021
8:21 p.m.
En ataque perpetrado por vándalos a nuestros policías en el sector de Calipso #CaliCo, cuando evitaban el saqueo a un almacén de cadena, dos compañeros resultaron heridos con arma de fuego por personas que disparaban desde la estación de transporte masivo #YoProtejoMiPaís pic.twitter.com/1yxSBfy41a
— BG. Juan Carlos León Montes (@PoliciaCali) May 21, 2021
La verdad que no quedó en el acta II
A las 8 p. m., Equis*, miembro de la Primera Línea, bajó las escaleras con la comisión hacia el parqueadero. Notó que el suelo estaba mojado, “tal vez por la acción del sistema antincendios”, se dijo en un intento por darle una explicación lógica. Luego subieron hacia las oficinas, donde todo estaba en aparente orden, igual que el punto de los primeros auxilios, los baños y el comedor de empleados.
Ingresaron por el Área de Salud y Bienestar.
—El sector de la ropa no alcanzó a ser vandalizado por completo. Sin embargo, se ven algunas estanterías vacías —dijo, mientras transmitía en vivo por Facebook.
Cajones y muebles estaban intactos y, junto a ellos, el pabellón de electrodomésticos lucía desierto.
—Allí se ve la ignorancia de la gente: les preocupa más ver televisión que vestirse. Allá todavía quedaba ropa; acá no dejaron nada —exclamó Equis, a la par que registraba la inspección.
El enrejado de la entrada principal aparecía reforzado con vigas y soldaduras, ante lo que el joven afirmó:
—Yo vi cerrajeros saliendo por la tarde, no vayan a perder su tiempo intentando entrar otra vez.
Los cajeros bancarios, las cajas del supermercado y el punto de Baloto se veían destruidos por la acción de los saqueadores.
Una joven de la Primera Línea se resbaló en la entrada del banco AV Villas.
—Acá el suelo está bastante liso —dijo Equis desde ese punto.
En el pantalón de la joven quedó la huella de algún líquido viscoso que cubría el suelo.
—Aquí hay sangre —le anuncian al joven que está transmitiendo, cuando está por entrar a la oficina.
—Sangre en las paredes, sangre en los escritorios, huellas de manos con sangre en los vidrios —se escuchó la voz de otra mujer de la Primera Línea que acompañó el registro en video que se hacía con un celular.
Allí quedaron consignadas las imágenes que dan cuenta de su narración.
—El olor a límpido acá es impresionante —agregó Equis.
Ad portas de entrar a los cuartos fríos donde se almacenan frutas, verduras y carnes, tuvieron unos 10 minutos de espera y ahí notaron que había aceite derramado en el suelo.
—Vamos a entrar, por favor, con mucha precaución. El suelo está muy resbaloso —advirtió una empleada del almacén a unas siete personas de la comisión.
—Esto está como raro —dijo Equis y se agachó para encontrar que, bajo el azul del aguajabón, cuya superficie tenía marcadas huellas de zapatos, aún había gotas de color rojo oscuro.
Mira el video forense 28M: Cuando la Policía se alió con hombres armados vestidos de civil
Con su celular en mano y guiados por el rastro de las manchas rojas, Equis y los otros que acompañaban la comisión entraron a un cuarto de electricidad contiguo en el que apareció una mancha de sangre seca en la pared de la entrada. Equis tomó testimonio y notificó al resto de la comisión. Natali González acompañó este recorrido y anunció que convocaría al CTI para que la Fiscalía abriera una investigación al respecto. Fue la inclusión de esta huella de sangre en el acta la que generó discordia entre ella y el mayor Juan Carlos Olaya.
Concluida la inspección, las irregularidades saltaban a la vista: en escaleras y paredes de diferentes pabellones, pequeñas salpicaduras de sangre dibujaban un camino de terror que tenía su colofón en un charco oscuro abandonado en el parqueadero. En la entrada del banco AV Villas estaban el aceite y la sangre. La negativa de los encargados del Éxito a permitir el acceso a algunos puntos de las instalaciones como los cines, la terraza y la plazoleta de comidas.
Nada de eso fue descrito ni volcado en el acta por el representante de la Defensoría del Pueblo cuando, a las 10:15 p. m. del 20 de mayo y en Twitter, afirmó: “Encontramos todo en normalidad”.
Minutos antes, el papel de la primera acta ya había sido rasgado por la subsecretaria González.
?Visitamos e inspeccionamos establecimientos del sector Calipso, en Cali, ante las preocupaciones expresadas por varios manifestantes y habitantes del sector. Con la comisión de DD.HH. encontramos todo en normalidad. Damos un parte de tranquilidad y llamamos a la calma. pic.twitter.com/BzLeG3HbBN
— Defensoría del Pueblo (@DefensoriaCol) May 21, 2021
Los hallazgos de la comisión están en poder de una fiscalía especializada en derechos humanos. No se sabe más.
Ningún detenido
Desde la tranquilidad de su despacho de la Alcaldía y con la bandera de Cali erguida tras él, a las 4:30 p. m. del 21 de mayo, Carlos Rojas, el entonces secretario de Seguridad de la Alcaldía de Cali, omitió la sangre y los detalles del horror ocurrido 40 horas antes:
—Se ha evidenciado que en este sitio no se presentó esta clase de situaciones en su interior. Que no se encontraron cadáveres ni elementos relacionados con la posibilidad de que allí pudiera haber cuerpos de personas.