“Yo no les debo lealtad al general Zapateiro ni a cualquier militar corrupto”, dice desde el exterior el famoso sargento Carlos Eduardo Mora

25 Junio, 2022
  • Ya no es militar el Sargento Mora, el primero que denunció el mecanismo de las ejecuciones extrajudiciales cometidas por el Ejército, conocidas como “falsos positivos”. Lo advirtió antes de las desapariciones y fusilamientos de los jóvenes de Soacha, en 2008. Contó a La Nueva Prensa cómo hace dos años se negó a perfilar ilícitamente a docentes y estudiantes de la Universidad Militar Nueva Granada. Sostiene que el Ejército está carcomido por la corrupción.

Sargento Carlos Eduardo Mora. Sargento Carlos Eduardo Mora. Archivo.

Por GUYLAINE ROUJOL

Desde niño, Carlos Eduardo Mora soñaba con pertenecer al Ejército. Ser como los soldados que los protegieron a su mamá y a él una madrugada en que, bajando por las lomas de Ciudad Bolívar, donde vivían, una pandilla los amedrentó. Carlos soñaba con el uniforme, lleno de convicciones, ansioso por participar en el éxito de su nación, servir a la comunidad y en particular a los más humildes.

Lo logró a pesar del racismo que sufrió por ser de origen afro. Fue enviado a Norte de Santander donde participo en la fundación de la tristemente famosa Brigada Móvil 15 de Ocaña.

Rápidamente sus sueños se rompieron frente a lo que descubrió en el marco de su actividad de inteligencia: los profundos nexos entre paramilitares y ciertos oficiales de alto rango de la institución a la cual pertenecía. Hasta que un día se enteró de cómo su unidad había asesinado y maquillado de guerrillero a un pobre hombre, un pordiosero que necesitaba más ayuda que plomo.  Carlos descubrió la fábrica de muerte a sangre fría, la que posteriormente se mostró que existía en todo el territorio nacional, para contribuir con la promesa de un presidente de la republica de acabar con la guerrilla “con la mano firme y el corazón grande”.

A partir del 2007, antes de la desaparición de los jóvenes de Soacha, denunció vínculos entre ciertos oficiales de alto rango y paramilitares, con la esperanza de que se detuviera la producción de combates falsos y sus víctimas inocentes, que permanecerán en la historia de Colombia bajo el término de falsos positivos.

La vida de Carlos cambio para siempre. En el libro “Falsos positivos, la verdad del cabo Mora” (Icono editorial) él cuenta cómo intentaron hacerlo pasar por loco, cómo recibió amenazas, se escapó de tentativas de asesinato, lucho contra las humillaciones y cómo su carrera tomó otro rumbo. Este héroe se convirtió en la oveja negra de la institución que él tanto quería.

 

 

Gracias a la intervención de organizaciones de defensa de derechos humanos, este sargento, que cumplirá 38 años en noviembre próximo,  logró seguir trabajando lo mejor que pudo. En 2019 lo enviaron de “misión” a Francia, cuando en realidad se trataba de alejarlo de Colombia. Regresó en julio de 2020. Nada había cambiado. Otra vez se enfrentó a métodos sucios de un ejército corrupto al que no le importa cumplir con la ley y que hoy nos puede contar porque acaba de ser dado de baja.

—¿Carlos, desde cuándo no haces parte del Ejército?

Entré en septiembre de 2013 y pedí la baja, que me llego el 16 de junio de 2022.

—¿Por qué pediste la baja?

—Por la seguridad de mi familia. Fui declarado por la JEP como el único militar víctima en los casos de los Falsos positivos. Muchos militares en contra de los cuales declaré están libres y no están aportando a la verdad; inclusive después de los beneficios que les han dado. Mi situación de seguridad empeoró. Informé de esto al comandante del ejército, pero no le importó y me dio la orden de retornar a Colombia, sin importarle mi seguridad y la de mi familia. Para mí, prima la seguridad de mi familia.

—Volviendo 2 años atrás, ¿qué paso cuando regresaste de Francia a Colombia, en julio de 2020?

—Me enviaron a la Universidad Militar Nueva Granada, en Bogotá. Supuestamente debía estar con la policía en temas de seguridad. Pero el rector, un militar en retiro de la Inteligencia, el general Luis Fernando Puentes Torres, me citó a su oficina. Como yo era de Inteligencia, me pidió que hiciera perfilamientos de unos estudiantes y de docentes que, según dijo, eran afines a Gustavo Petro, que era en ese tiempo candidato presidencial.

¿Qué necesitaban saber?

—Saber con quién viven, dónde, qué carro tienen, qué cuentas tienen, todo. Querían toda la información de estas personas, estudiantes y algunos decanos.

—¿Para qué querían esta información?

— Pregunté si era para algo de vandalismo, si habían cometido algún delito, pero incluso en este caso, esta no era la forma, esto le corresponde a la Fiscalía. Qué querían hacer con la información que me pedían… Por supuesto, estos perfilamientos son algo prohibido.

—¿Quién te dio esta orden?

—Primero, el general Fuentes Torres, porque la Universidad era, según ellos, infiltrada por la izquierda, por seguidores de Gustavo Petro. Él también sabía que era ilegal. Después comienza a presionarme el coronel retirado Enrique Luis Cote Prado, diciéndome que el general estaba esperando la información, ya que no hice nada al respecto. Yo trataba de ganar tiempo. Yo le informé al general Carlos Iván Moreno, el segundo comandante del Ejército, para que tuviera conocimiento de estas irregularidades.

—¿Qué te respondió?

—Solamente me dijo que solicitara un traslado de la Universidad Militar. Pero yo le manifesté que si no había hecho nada porqué tendría que solicitar un traslado. Que yo no iba a hacer algo ilegal, que él lo sabia más que nadie. Pero ni siquiera me pidió que yo le explicara bien la situación, solamente que hiciera un oficio para que me trasladaran, a pesar de que la orden que me habían dado era muy grave.

—¿Qué decidiste hacer?

—El general Fuentes Torres es de la vieja guardia y estas personas no se andan con juegos. Entonces informé a dos ONG sobre esta situación. Una de estas ONG logró entrar en contacto con el entonces ministro de Defensa Carlos Holmes Trujillo. Se dieron cuenta de que en este momento mi vida corría mas riesgo, no solamente por lo de mis denuncias de los Falsos Positivos sino ahora por estos perfilamientos que me querían poner a hacer, sabiendo que era gravísimo. Gracias a estas ONG me sacaron de Colombia otra vez.

—Así llegaste a Estados Unidos al final de 2020. ¿Para qué?

—Fui instructor de derechos humanos, de liderazgo y de inteligencia en la escuela militar WHINSEC, el Centro de seguridad y cooperación hemisférica en el estado de Georgia. Allí me fue muy bien. Me condecoraron. No tuve ningún problema.

—Pero algo paso con tu familia en Colombia…

—Mientras estaba allá atentaron contra mis hermanos y hermanas que vivían en la casa de mis padres, que fallecieron de COVID. Todos tuvieron que salir del país. Uno no sabe si es por mis denuncias de los Falsos positivos, si porque salí a decir que el Ejército debía ser recto, o si era porque tenía la información de los perfilamientos que querían hacer. Lo cierto es que mandaron decir a través de mi familia que me mantuviera callado. Ametrallaron su casa. El estudio de riesgo mostró que estaban en alto riesgo. Informé esto al comandante de Ejército. Pero nadie se ha comunicado conmigo para saber lo que necesitaba mi familia o lo que la institución podía hacer. Nada. El general me dijo que yo mismo tenía que ver por mi seguridad, sabiendo que tiene que ser el Ejército el que vele por mi seguridad y la de mi familia, por ser yo miembro de la institución.

Hasta que otra vez te pidieron regresar en Colombia. Y pediste la baja porque no estaba asegurada tu familia. ¿Qué cambió?

—Es muy bueno que pueda opinar de política y dar mi punto de vista. En Colombia, la gente esta cansada, aburrida de la falta de atención, de la falta de presencia del Estado en muchas zonas del país. Querían un cambio, y este cambio tiene forma y nombre: el presidente Gustavo Petro y la vice presidenta Francia Márquez. Ellos quieren liderar este cambio en Colombia. No pude votar por ser militar, pero respeto mucho la elección que hizo el pueblo colombiano escogiendo a Gustavo Petro. Espero que le vaya muy bien a él porque si le va muy bien a él, le va muy bien al país. Pero hay algo que está matando al país, es la corrupción. El Ejército es una institución que tiene muchísima, muchísima corrupción. Si la gente supiera un poco de los corruptos que hay en esta institución se desenamorarían mucho de ella. Roban todo, desde la comida del soldado…

—¿Qué hay que hacer?

—Si en este momento la propia institución no aprovecha para hacer este cambio, que está pidiendo la ciudadanía, el Ejército va a terminar acabándose. Se deben sacar todos estos personajes corruptos, que lo único que hacen es lucrarse con la guerra, lucrarse con la muerte de los soldados, lucrarse con el dinero de los impuestos… tienen muchísimo dinero y salen a hablar de coraje, de valores, cuando en la realidad son unos ladrones y corruptos. Salen a gritar durísimo ¡Ajúa! en medios de comunicación, cuando a la gente ni al mismo soldado le importa ningún Ajúa.

—Veo ahí al general Zapateiro…

—Claro. Al soldado le importa que lo traten bien, que no se roben la plata de su comida, que le lleguen completos los víveres, ver a sus comandantes y sus coroneles no robándose la plata de las concesiones, de los contratos que se hacen al interior de la Fuerza. ¡No que salgan gritando Ajúa!, como lo hizo Zapateiro. A la población civil le importa que el Ejército haga bien su trabajo, que cuide, quiera y respete a la ciudadanía. Pero eso son los mandos que tenemos. Este cáncer esta apunto de consumir la institución por dentro. La gente no sabe la magnitud de los problemas que hay al interior de la Fuerza y que no sale a la luz porque la gente no se atreve a hablar.  Porque le da miedo, terror, pavor de que los maten o maten a su familia si dicen algo. Los militares que podrían hablar y que conocen muchísimas cosas prefieren no hacerlo porque saben lo que les puede pasar. Nos denigran, nos persiguen, nos acaban, mental y psicológicamente, nos aíslan para que no denunciemos. Los ladrones y los corruptos son premiados, salen a comisiones, los mandan al exterior. La gente piensa que les va a pasar lo que me pasó a mí, que me toco salir del país y pedir la baja porque el Ejército no me quiso reconocer que había hecho las cosas bien. Entonces, se quedan callados.

—¿Quieres decir algunos nombres?

—Zapateiro tiene investigaciones. Incluso, creo que hay una juez penal militar que lo denunció y ha sido perseguida por todos lados, así como su esposo. Es una persecución al interior contra quienes quieren hacer las cosas bien. Quien quiere seguir la norma es perseguido. Claro, el militar del común se come este cuento de la lealtad. Está totalmente equivocado. Se le debe lealtad a la institución y no a los hombres que conforman la institución. Yo no debo lealtad al general Zapateiro ni a cualquier militar corrupto. La institución está mal por dentro. A mí me llama muchísima gente a contarme muchas cosas y cada día quedo más sorprendido.

—¿Nos puedes decir más?

—Quiero esperar a ver cómo se van desarrollando las cosas, saber quién va a asumir el mando de las fuerzas militares para ver si esto va a tener un techo, una solución. El trabajo apenas comienza. Estas semanas son importantísimas para la institución y para el país. Depende de quién va a asumir el Ministerio de Defensa y quién va a ser el comandante de las Fuerzas, se podrá ver si va a haber cambios en la institución. Espero que sean las mejores personas y que quieran acabar con esa corrupción.

—¿Cómo te sientes? ¿Cómo ves el futuro?

—Yo me retiré con todo el dolor de mi alma, me retiré casi a la fuerza, escondido. Ha sido muy duro quitarme el uniforme de esta manera. Pero siempre voy a estar dispuesto a ayudar a la Fuerza, a que ésta mejore. Si fuera por mí, estaría con el uniforme allá en Colombia, esperando y ayudando para que las cosas cambien. Pero pienso en mi esposa y en mi hija. Ellas merecen esta tranquilidad que no han tenido durante muchos años. Pero la idea es ayudar, aportar, y aconsejar para que la institución mejore. Si puedo ayudar en algo, acá estoy atento, presto y listo para servir con el conocimiento de lo que aprendí durante todos estos años de servicios y con mi visión de cómo tiene que mejorar la institución. Y hay que hacerlo desde ya. La institución debe cambiar desde ya.