Vacantes para jueces en el infierno. ¿Algunos fiscales aspirarán?

09 Marzo, 2021

Por GERMÁN NAVAS TALERO Y PABLO CEBALLOS NAVAS

Un hombre probo es aquel que aprende a vivir como pobre y no cambia su estatus.

La palabra de moda entre tirios y troyanos, abogados y tinterillos, leguleyos y fiscales es prevaricato. Esta palabrita tiene un origen simpático en el lenguaje romano y es varicare varicatur, que traducido al cristiano sería el que camina torcido; ergo, prevaricador es el administrador de una cosa pública –como la justicia– que anda más torcido que melcocha caliente.

Entonces si se dice que un fiscal camina chueco, diríamos en léxico jurídico que está prevaricando. Este es el cargo que algunas personas le han endilgado a un administrador de justicia íntimo del fiscal Barbosa y que es su fiscal delegado ante la Corte Suprema de Justicia, un señor Gabriel Jaimes, a su vez cercano amigo y otrora colaborador del ex-procurador Ordóñez.

Los que lo conocen dicen que el hombre –a diferencia de los demás que fuimos hechos, según algunos, a imagen y semejanza de Dios– se formó a imagen y semejanza de Alejandro Ordóñez, el peor procurador que este país ha conocido desde el día de su independencia. Recordemos que Ordóñez salió del cargo por haber otorgado puestos para personas cercanas a los magistrados de la Corte Suprema a cambio de su postulación, por lo cual su elección fue anulada por el Consejo de Estado. Para quienes tuvimos el honor de trabajar con un jurista como Mario Aramburu Restrepo, la diferencia entre él y funcionarios como Ordóñez y Jaimes es tal como transitar en un Mercedes-Benz o en un Topolino.

Siendo entonces Jaimes hechura de Ordóñez, le vamos a meter llave y doble seguro a nuestra biblioteca, pues muy seguramente estas dos mancuernas, en un acto de piromanía, podrían ingresar a ella y dedicarse a incendiar libros que a ellos pueden no gustarles por ser escandalosos y marxistas; aun cuando nos dicen que la entretención de los puritanos en sus retiros espirituales es la lectura edificante de las obras del Marqués de Sade como Juliette o Justine. Alguien que fue seminarista nos contaba –no sabemos si mamando gallo o en serio– que en sus retiros de Semana Santa estas eran las ‘novelitas’ espirituales que a ellos les gustaba leer a escondidas, ocultando los ejemplares debajo de sus sotanas.

El hecho que da lugar a estas divagaciones fue la petición de preclusión hecha por San Gabriel Jaimes en el caso que se le sigue a Álvaro Uribe por manipulación de testigos. Observen que termina siendo tocayo del correo del cielo, el de las buenas y malas noticias, el Telecom del paraíso. Recordarán ustedes que a San Gabriel le correspondía decir si había o no embarazo, siendo mucho más efectivo que los exámenes de laboratorio o que el conocido como Galli o prueba de la rana.

Ya sabíamos todos, por las señales que hacía San Gabriel Jaimes, que la preclusión a favor de Uribe se daba porque se daba. En los garitos jurídicos había apuestas a favor del SÍ y otras pocas por el NO, los que conocemos cómo camina la justicia –varicare varicatur– apostamos con ahínco por el SÍ y era lógico concluir que así debía ser, por lo siguiente: el fiscal general es del corazón del Dux, fueron compañeros de banca y hasta compañeros de fútbol; no sabemos qué tan buenos sean para las cabezas, pero sí sabemos que se les dan bien las patadas. Luego fuerza es concluir que la providencia que saldría de San Gabriel tendría que ser favorable a Alvarito, quien es, entre otras cosas, el pater noster del Dux y de todo lo que de allí se desprenda.

La Corte Suprema de Justicia sí creía que en Colombia había justicia y por eso en forma juiciosa elaboró una muy sesuda providencia, a la cual tuvimos acceso, en la que puso en cintura los devaneos antijurídicos y típicos del encartado Uribe. Estábamos seguros de que en cualquier país, así fuera la Ínsula Barataria o Jauja, la providencia en cita habría de confirmarse, pero el poder del dueño del Ubérrimo supera la lógica, la física y la metafísica, y en consecuencia, lo que debía estar al derecho termina al revés. Sin embargo, Iván Cepeda anotó un cambio fundamental con ocasión de este caso: “la de Álvaro Uribe es la triste historia de un personaje que termina su historia política entre falsedades: falsos positivos, testigos falsos y falsa preclusión.”

Para conocer los antecedentes de quien funge como fiscal especial y genial, es bueno recordar que Jaimes fue el mismo que le montó la perseguidora a quien hoy es considerado como uno de los mejores gobernadores del país, Carlos Caicedo, por el solo hecho de no ser del Centro Democrático ni pertenecer a los clanes políticos samarios. Justicia de opereta.

Cuando uno mira exactamente el delito que dicen cometió San Gabriel, diríamos nosotros –como decía nuestro antepasado Luis Talero– que esa providencia fue como torcerle el pescuezo a la ley, manera disimulada de nuestro abuelo para no hablar de prevaricato. De casualidad le preguntamos a un niño qué entendía por justicia y él nos contestó: es una señora en levantadora con un cuchillo largo amarrado al cinto y jugando a la gallina ciega, pues mientras se tapa un ojo, con el otro mira para hacer trampa. Para confirmarnos que estaba en lo cierto, nos mostró una figura de Iustitia y concluimos que acertaba en sus impresiones.

Todos ustedes habrán jugado alguna vez en su vida a la gallina ciega y recordarán que el objeto en este juego es identificar un personaje al cual ha podido aprehender y dar su nombre. Pues así hizo Jaimes para decir que Uribe era del 28 de diciembre, es decir, un santo inocente. Miró de ladito, no agarró nada, pero tampoco hizo mayor esfuerzo y dijo: “precluyamos y que siga la fiesta”.

Millones de colombianos nos preguntamos, ¿cómo fue que hicieron eso? Y la respuesta nos la dio el niño: con cuchillo marranero al cinto y jugando a la gallina ciega. Nos pareció acertada una composición que vimos en Twitter, la cual con el permiso de su autor –a quien desconocemos– nos permitimos reproducir en este espacio.

Antes de concluir esta columna nos pusimos en contacto con Dante Alighieri y él nos dijo que no nos preocupáramos, pues todavía quedan vacantes para acompañar a Éaco, Minos y Radamantis –jueces del infierno– y allí “tal vez podamos darle una chanfita al fiscal Jaimes cuando se le acabe el periodo a Barbosa”.

Adenda: la Bogotá “cuidadora” que dice tener como objetivo “reverdecer a Bogotá” se alista para talar, en las próximas semanas, miles de árboles situados en la Calle 100 y en la Carrera 68 con el objetivo de construir una troncal de TransMilenio que nadie quiere, que es excesivamente cara y que la alcaldesa en campaña prometió no hacer, pero que ya en el cargo no tuvo el carácter de detener. Serán semanas difíciles de transitar y veremos cientos de videos ensordecedores en los cuales unos señores armados de motosierras destruirán, en cuestión de minutos, algo que tomó años en crecer y que no ha hecho cosa distinta que servirnos. Una verdadera tragedia ambiental que tiene como protagonista y única responsable a la señora Claudia López.