Una Escuela de Formación Política para el magistrado Ibáñez

08 Marzo, 2025

Por LUCERO MARTÍNEZ KASAB*

 Si hoy México está saliendo del dominio de una oligarquía corrupta y apátrida, es gracias a que eligió en su momento a López Obrador y ahora a Claudia Sheinbaum, ambos con una trayectoria política honesta y comprometida. Pero también ha sido clave la escuela de formación del Partido Morena, la que fue guiada por el ilustre filósofo e historiador Enrique Dussel.

Desde este espacio, advertimos varias veces al Pacto Histórico sobre la urgencia de construir una escuela similar en Colombia. Un país que lleva dos siglos desangrándose, con políticos robándose el alimento de los niños, destruyendo ríos y ecosistemas para beneficiar negocios privados y permitiendo el avance de mafias extranjeras que comprometen nuestra soberanía, no puede seguir sin un proceso serio de formación política. Ese es uno de los caminos para transformar la sociedad.

Hasta nuestros días lo que el pueblo conoce de política lo sabe a punta de sufrir, no de un conocimiento teórico que le proporcione las bases para desarrollar una capacidad anticipatoria de los grandes desastres políticos y, el aprendizaje político por sufrimiento, además de cruel y muchas veces deformante, es terriblemente lento porque, se basa en las narraciones orales de una generación a otra.  Un espacio de formación política es un medio mucho más eficaz que el mismo dolor, porque este puede ser borrado, como casi lo ha hecho la Alemania de hoy, donde la juventud va perdiendo el recuerdo del Holocausto a medida que mueren sus protagonistas. Lo mismo ocurre en América Latina, donde la memoria de cómo el imperio norteamericano orquestó el golpe contra Salvador Allende se diluye con los años, impidiendo que los pueblos actúen con unidad y firmeza ante nuevas amenazas. Estas escuelas son memorias de la vida política de un país.

Hace dos semanas recibimos con alegría la noticia de que la exministra de salud Carolina Corcho abrió esa escuela de formación que tanto esperábamos, lo hace junto con la Fundación Sur que ella preside. La convocatoria tuvo un éxito casi inmediato, en sólo 48 horas se inscribieron más de cuatro mil personas…, hubo que cerrar las inscripciones hasta el próximo ciclo pues, se corría el inconveniente de no tener la capacidad técnica necesaria para atender tanta demanda. Abordará temas como las reformas del gobierno, suministrará herramientas teóricas para una mejor comprensión de nuestra realidad y fomentará la participación ciudadana. Más aún, puede convertirse en un gran espacio de reflexión colectiva que nos ayude a enfrentar la normalización de la crueldad en nuestra sociedad, un rasgo psicopático que se ha vuelto casi epidémico. Esta Escuela ofrecerá, a través del uso de la razón y el conocimiento, un sendero para entender los procesos individuales y grupales que organizan la vida en comunidad.

Este espacio de formación política sería fundamental para personas como el magistrado Jorge Enrique Ibáñez, presidente de la Corte Constitucional de Colombia. Si Trump se atreve a rebautizar el Golfo de México con total desparpajo, Ibáñez no se queda atrás al hacer gala de su parcialidad en un tema trascedente, la Reforma Pensional. Ha declarado con orgullo que nunca ha pedido ni pedirá subsidios ni bonificaciones al Estado, incluyendo la pensión – que no es un subsidio- como si su decisión personal pudiera justificar que millones de ancianos se queden sin este derecho. Afirma que trabajó desde los nueve años y que su progreso en la vida pública y profesional se debe exclusivamente a su talento. Entonces, uno se pregunta, ¿qué pasó con sus estudios en derecho constitucional y derechos humanos, sus distinciones como profesional, si exhibe una postura tan soberbia, parcializada e individualista?

La respuesta está ahí, en medio de sus propias frases, en su niñez marcada por una carga injusta para su edad. Cuando el propio dolor no se transforma en empatía hacia quienes hoy enfrentan las mismas indefensiones que nosotros en el pasado, se convierte en un auto referente incapaz de considerar las circunstancias de los demás; no importa la carrera profesional que se escoja. Un sufrimiento que no se transforma en bondad insensibiliza, endurece, volviéndose una venganza contra el Destino, un resentimiento abonado con justificaciones implacables, termina por envilecer el alma.

La historia dirá que una mujer, Carolina Corcho, abrió para el pueblo colombiano un sistema de formación política, mientras, un magistrado se negaba a aceptar la importancia de gozar de una pensión en la vejez. Que un presidente de la Corte Constitucional impuso su historia personal a lo consignado en la Constitución del 91, donde la dignidad humana es el centro y, el derecho a la seguridad social, es fundamental.  Invitamos a los magistrados Jorge Ibáñez y al exmagistrado Alejandro Linares quien dijo que la conmoción interior para el Catatumbo no puede usarse para remediar la negligencia, como si preservar la vida de la gente necesitara de razones que no sean salvar la vida misma, a que pasen por esta Escuela de Formación Política para recordarles que este país es de profundas desigualdades, para que ayuden al pueblo colombiano a salir de un sufrimiento que lleva dos siglos; porque, señores magistrados,  pasaron por la Facultad de Derecho, pero la ética de la justicia social la han olvidado.

 

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