Un libro sobre la mujer

01 Septiembre, 2024

Por LUCERO MARTÍNEZ KASAB*

 Tuve un amigo que a sus veinticinco años se había leído todos los libros del mundo, su lectura era un relámpago sobre los textos, así, acumuló en su memoria prodigiosa miles de frases que le llamaban la atención, las que citaba con aquella maestría y entusiasmo por el tema que en esos momentos le apasionaba. Tenía sus frases predilectas, entre ellas, una que decía aquella mujer que en medio de las invasiones bárbaras de los hombres salió corriendo con su hijo, esa mujer, salvó a la humanidad, haciendo referencia mi amigo a que ella con ese acto enseñaría a su hijo varón otro tipo de cultura, otra manera de vivir fuera de la barbarie de los varones.

La mujer viene librando una ardua lucha por su vida, libertad y realización obstruidas por el hombre; éste, con sus propias manos la ha asesinado, le ha restringido su desplazamiento físico y le cercenó su expresión dentro de la cultura; es el más largo sometimiento de un ser humano. Sin embargo, esta situación no fue siempre así. La hembra humana, para referirnos a ella desde el campo de la biología que determinará la cultura, tuvo en el pasado un protagonismo y una libertad con las que contribuyó a la humanización de ese primate surgido de las praderas del África, el ser humano; protagonismo sepultado por la dominación que el varón empezó a ejercer sobre ella desde tiempos remotos.

El año pasado me regalaron el libro El despertar de las diosas, escrito por la médica Martha Lucía Correa Escobar, donde va narrando de manera muy documentada y clara cómo la hembra humana fue decisiva para afinar el raciocinio, los sentimientos y la socialización de nuestra especie, cualidades, con las que dejaría de ser un mero animal para ascender hasta la humanización. Es un libro donde la autora ofrece respuestas con suficiencia de argumentos biológicos, míticos y de las ciencias sociales a esa pregunta que nos hacemos hace tiempo, ¿ cómo surgió la opresión y la violencia contra la mujer por parte del hombre?

La autora narra cómo en los inicios de la humanidad existía el clan materno, la matrilinealidad y la filiación uterina que garantizaría la subsistencia, la cohesión social y la protección de nuestra especie. Las mujeres permanecían solas por mucho tiempo pues, los hombres salían de caza. Al estar en permanente contacto con la tierra observaron el crecimiento maravilloso de los vegetales; de ahí inventaron la agricultura, que sería determinante para la especie humana. El tiempo compartido con las demás mujeres, la crianza de los hijos en comunidad y el cultivo de la tierra generaron lazos profundos y una visión del mundo basada en la cooperación la solidaridad y la reciprocidad, pilares para el proceso de humanización. La mujer tenía libertad sexual y un rol central dentro de la vida colectiva basado en el derecho materno.

Pero, la agricultura, que ya implicaba el sedentarismo, dio paso a que los clanes masculinos, sostiene Martha Lucía Correa, desarrollaran la apropiación de la hembra y del territorio dando paso al sometimiento de ella y a la idea de propiedad privada sobre la tierra. La mujer sería reducida a la vivienda, perdería su libertad original y la línea de descendencia materna cambiaría por la paterna.

Anotamos, que, mientras la mujer creó la agricultura, el varón instauró la propiedad privada; mientras ella creó la cooperación, él, el egoísmo; mientras la mujer practicaba la empatía, él, la indiferencia; cuando la mujer daba valor a la palabra, él implantó el contrato escrito. Esta sociedad es el resultado del pensamiento de miles de años de hombres como Platón, Nerón, Maquiavelo, Kant, Hegel, Marx, Rawls, Biden, Netanyahu, entre miles, ninguna mujer. Es este patriarcalismo el creador del dinero, del préstamo al interés, de las letras de cambio, de la venta de indulgencias, de la pérfida ley de la oferta y la demanda, del capitalismo, de la bolsa de valores, de la hipoteca, de los desahucios, de los partidos políticos, de las teorías económicas, de los ejércitos, de la extorsión, de la bomba atómica, de las guerras, del genocidio. Es el creador del Grupo de los 7 y del temible Foro de Davos. El patriarcalismo está acabando con las condiciones de vida en el Planeta.

La subjetividad masculina occidental está marcada por la conquista, el afán de dominio y un ansia incontrolable de expansión territorial. Paradójicamente, el hombre más caritativo, amoroso y solidario, Jesús de Nazaret, quien difundía la visión del mundo desde la masculinidad compasiva fue crucificado por los hombres. Los estragos que sufrimos durante la pandemia del 2020 y el genocidio que hace Israel sobre Palestina es el resultado de la deshumanización del varón.

Durante estos largos milenios la mujer ha luchado por su vida y por construir otro mundo lejos de la visión dominante del varón; sin embargo, de tanto enfrentarse al monstruo, terminó por parecerse a él, de manera que fue asimilando el deseo de poder, el egoísmo y la condición explotadora de su verdugo, el hombre, traicionando aquel principio de cooperación de sus antecesoras. Hoy, las mujeres se pasean por los parlamentos y por los organismos nacionales e internacionales frías, embaucadoras, codiciosas como los varones, oponiéndose a programas de una mejor distribución de la tierra, haciendo parte de clanes mafiosos, de la carrera armamentista y del genocidio. Hoy el ser mujer no es garantía de mejores horizontes para la vida humana. Sin embargo, existe, felizmente, un inmenso sector femenino que, sin venderse al patriarcalismo, lucha por su libertad, por encontrarle un sentido a su existencia, creyendo y practicando la generosidad y la ternura como la formas de conservar la vida en la Tierra, participando en política, en las ciencias, en el arte y la tecnología; que no reniega de su cuerpo y que es capaz de dar amparo aun sin tener descendencia propia.

Providencialmente, Colombia eligió un presidente con otro tipo de masculinidad, como hoy hay muchos, abierto a las conciliaciones, a la armonía entre los seres humanos -entre sí y con la naturaleza-, por eso defiende el cuidado del medio ambiente. La mujer le merece toda la importancia por eso está empeñado en devolverle la tierra para que la cultive y la cuide con sus manos. Las nombra en altos cargos del gobierno y su vicepresidenta es una mujer, Francia Márquez.

Este hermoso libro de Martha Lucía Correa escrito con un estilo claro y educativo es inspirador, nos muestra a una mujer que logró realizarse como mujer y madre según su decisión. La conocí una tarde, me llenó de atenciones y de cariño en medio de las montañas de su casa.

Esta civilización patriarcal se cae a pedazos, el mundo transita hacia otra era, necesitamos la concepción de la mujer altruista en la Política y en el Estado para que nos vuelva a humanizar. Coincidencialmente, cuando esto escribo, se acaba de posesionar la primera mujer en la Defensoría del Pueblo, Iris Marín. Que las diosas de la Justicia la acompañen.

 

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.