Ryszard Kapuscinski, periodismo y realidad en medio del conflicto

15 Julio, 2021

Por GERARDO ARDILA

Estaba por cumplir 75 cuando, el 23 de enero de 2007 murió en Varsovia Ryszard Kapuscinsky, escritor de más de veinte libros, profesor de la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano, considerado por muchos como uno de los más grandes periodistas del último siglo y una verdadera estrella de los cronistas y reporteros de guerra. Otros, también muchos, como debería de ser, han cuestionado su objetividad, pues su estilo literario, que combina datos y sucesos conocidos con relatos, descripciones y sensaciones personales, les genera dudas. Él había decidido que su trabajo no podía encerrarse en la comodidad de las conferencias de prensa donde se presentan las visiones oficiales, sino que se movía a las barriadas, a los frentes de batalla, a los lugares de donde provenían los soldados de todas las revoluciones y de todas las guerras.

En esos hombres y mujeres encontraba la historia, la de la gente común ebria de “confusión” y animada por alguna esperanza de cambio, cualquiera que fuera desde que fuera una promesa para cambiar. Desde cada historia particular narraba la historia del siglo XX, plagada de mentiras, de violencia, de inhumanidad, llena de insatisfacción, de miedo e incertidumbre. Hoy, muchos años después de que publicara sus escritos principales, en América Latina -en Colombia en especial- podemos pensar nuestro presente a través de su reflexión. En unas páginas iluminantes, Kapuscinsky describe el estado de confusión en que se hace posible la violencia: “Confusão es la palabra clave, una palabra que lo sintetiza todo (…)

Simplificando mucho, confusão quiere decir desorden, desbarajuste, estado de caos y anarquía. Se trata de una situación creada por las personas pero que, sin embargo, acaba por escaparse al control de esas personas, las cuales, finalmente, se convierten en sus víctimas (…) Puede adueñarse de una multitud, ejerciendo su poder sobre ingentes masas humanas, y entonces se producirán luchas, muertes e incendios (…) Es un estado de desorientación total y absoluta. Las personas que se ven envueltas en la confusão no saben explicar lo que ocurre a su alrededor ni dentro de ellas mismas”. Entender, superar la confusión, encontrar las causas, responder ¿porqué? es una necesidad que trabaja para cambiar y construir la historia.

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Si los periodistas son historiadores, los medios de comunicación tienen la responsabilidad de considerar el contexto de sus descripciones para indicar las causas de lo que ocurre. Sin embargo, la utilización ideológica que busca determinar la opinión pública, junto con la estructura del tiempo y el espacio de la creación de la información implican que los medios de comunicación sean un instrumento manipulado: “Hay diversas formas de manipulación. En los periódicos, se puede llevar a cabo una manipulación según el título y el espacio que dedicamos a un acontecimiento”. Sin necesidad de mentir, sólo se omite la información, se deja de decir la verdad: “el ciudadano medio … recibe únicamente lo que le llega en esos cinco minutos de telediario. Los temas principales dan vida a las ‘noticias del día’, deciden qué pensamos del mundo y cómo lo pensamos.”

Lo grave, nos dice Kapuscinsky, es que los medios no están interesados en reflejar la realidad del mundo, sino en competir entre ellos con su información-espectáculo que vende. Se pone en marcha una máquina de repetición que construye verdades maquilladas: “Una cadena televisiva, o un periódico, no puede permitirse carecer de la noticia que posee su rival directo. Así todos ellos acaban observando no la vida real, sino a la competencia”. El contexto surge de la competencia en torno de lo que dice el otro medio, dejando la realidad y sus explicaciones como un asunto secundario: “… tras el fin de la guerra fría, con la revolución de la electrónica y de la comunicación, el mundo de los negocios descubre de repente que la verdad no es importante, y que ni siquiera la lucha política es importante: lo que cuenta, en la información, es el espectáculo … Cuanto más espectacular es la información más dinero podemos ganar con ella”. Vivimos en un mundo inventado por los medios, que incluye a las “redes sociales” con su capacidad inmensa de inventar realidades y su necesidad constante de alcanzar audiencias. Se alimenta la confusão en medio del espejismo de la verdadera presencia, de la idea falaz de que se está ahí en donde suceden las cosas, sin considerar que la interpretación de lo que se ve condiciona cualquier verdad.

Kapuscinsky escribió sobre la humanidad; en sus libros se encuentra la historia de occidente, aunque en sus palabras se puede delinear la historia de cualquier sociedad humana. Habló de los jóvenes de todos los lugares y de todos los ejércitos, un tema siempre presente entre los viejos; hizo un modelo escalofriante de los amantes del poder a través de su libro sobre la Etiopía de Haile Selassie, dándonos la posibilidad de reconocer a nuestros propios emperadores y emperatrices; habló de quienes descubrieron que la información era un magnífico negocio; enseñó las falencias del periodismo de rebaño que crea versiones de la historia que poco tienen que ver con la historia; mostró el proceso de abandono de una ciudad de donde migraron hasta los perros; escribió unas páginas impresionantes sobre la confusión como el estado “natural” en el que se desenvuelven las guerras.

Muchas veces escribió sus impresiones y sus sentimientos sobre la situación de los jóvenes en los lugares donde la guerra crea las condiciones: “A mí me dan lástima estos muchachos porque deberían madurar leyendo y escribiendo, para construir ciudades y curar enfermos. Y, sin embargo, tienen que madurar para matar”. Los jóvenes buscan un lugar en el que se reconozca su existencia, en donde sus ideas y su fuerza tengan un sentido, a pesar de la confusão que encuadra cada instante del combate. No hay un frente de guerra, este debe ser creado: “… un puesto de control es un poder (…) y la esencia de todo poder radica en su necesidad de mostrar la fuerza que posee”. Esa fuerza se debe refrendar en el enfrentamiento de donde surgen los grupos que se enfrentan: “Cada uno de esos destacamentos puede convertirse en un frente, es un frente en potencia. Cuando uno de nuestros grupos se topa con otro del enemigo, esos dos frentes en potencia se convierten en uno real: entran en batalla … En cada camino, a cada paso, puede formarse un frente … Esto no se rige por ningún principio, ningún método. Todo depende de la suerte y de la casualidad. En esta guerra reina un gran desorden …”. En la ciudad se van demarcando los frentes, los puntos estratégicos; mientras que las fuerzas del Estado -compuestas por jóvenes reclutados en los barrios y chabolas- determinan los lugares para hacer frente, los destacamentos de jóvenes que se subliman en la heroicidad, responden con sus armas y escudos de madera y con un espíritu que no desfallece, alimentado en la idea ilusoria de que el mundo los observa con admiración.

"... los medios no están interesados en reflejar la realidad del mundo, sino en competir entre ellos con su información-espectáculo que vende. “

La imagen del enemigo, independientemente de la edad, el género, la raza de quien lo piensa es la imagen de un joven, con su capacidad para olvidar los rangos y los méritos. Cada vez que los funcionarios del Estado tienen miedo, los jóvenes se convierten en motivo de sospecha. Los tiempos de cambio son tiempos de miedo, porque el cambio es incierto. Hay una tendencia a imponer la autoridad de la experiencia con la idea de superar la confusão. Pero el cambio significa que lo que existe ya no opera, que se requiere entender todo de nuevo. Kapuscinsky recuerda que: “Quien sigue creyendo que la experiencia acumulada o los éxitos obtenidos tienen que proporcionar, automáticamente, el respeto y la aceptación de los demás, se equivoca … La edad, hoy en día, se ha convertido en una carga. Desde siempre, en tiempos de crisis y de grandes cambios (…), se asiste a la liquidación de las estructuras jerárquicas precedentes”. Si bien los tiempos de cambio son confusos, es claro que emergen nuevas formas de actuar, de pensar, de construir las relaciones entre las personas y de reorganizar los sistemas de valores y creencias. Kapuscinsky comenta que: “Siempre les aconsejo que se esfuercen por encontrar una forma de comprenderlos … los jóvenes por definición, están destinados a vencer. ¿Porqué? Pues por la sencilla razón de que son más jóvenes…”. Con algo de contradicción, seguro del papel de la educación para enfrentar la confusión y la violencia, termina con una frase contundente: “Tenemos que desenseñarles el odio. Y empezaremos por introducir la costumbre de estrecharse la mano”.

No hay duda de que esta época de pandemia y transformaciones traza la ruta para un mundo nuevo, incierto. Pero tampoco podemos tener duda de que existen salidas que debemos construir desde el reconocimiento de que somos parte de una historia que culmina: ”La noción de totalidad existe en la teoría pero en la vida, jamás. Incluso en la muralla más compacta se abre alguna grieta (…). Aun cuando nos da la impresión de que ya no funciona nada, algo sí lo hace y nos proporciona un mínimo de existencia. Aunque nos rodee un océano de mal, siempre emergerán de él islotes verdes y fértiles”. Tenemos la capacidad de construir un camino y la fuerza para luchar para que ese camino conduzca a la libertad y al fortalecimiento de la democracia. Kapuscinsky, como tantos otros, nos orienta con su inmensa obra, con sus reflexiones en caliente, con su convicción de esperanza en medio de la desolación y la muerte.

"los jóvenes por definición, están destinados a vencer. “ ¿Porqué? Pues por la sencilla razón de que son más jóvenes… “