Restos orgánicos de un mundo anterior Escribir para recuperar el pasado

10 Junio, 2021

Por EMMA CLAUS

Cuando era pequeña, mi madre me llevaba con ella a sus viajes de trabajo. Uno de esos viajes lo hicimos en un diciembre, así que el centro de la ciudad a la que fuimos bullía por la gente que compraba sus regalos de Navidad.  Entramos a uno de los almacenes más grandes de esa época y mi madre se detuvo a seleccionar algunos adornos para llevar a casa. En el pasillo siguiente vi muchos juguetes. Caminé hacia ahí poseída por un hechizo. Me alejé de ella, tanto, que no pudo hallarme, y había demasiada gente que se movía de un lugar a otro, que fue imposible para mí encontrarla. Decidí quedarme ahí hasta que alguien se diera cuenta de que estaba perdida. No sé cuantos minutos pasaron, tal vez muchos, pero para una niña que veía muñecas habrán sido solo unos segundos. Luego, recuerdo la sonrisa de mi madre al verme y cuando me abrazó, percibí su corazón palpitar tan fuerte que tocaba mi pecho. Yo a la vez me sentí salvada. No he olvidado ese día, quedó en mí ese rastro: el miedo de estar perdida, la confusión y después el alivio de su abrazo al hallarme. De ese material está construido Restos orgánicos de un mundo anterior, de la colección de memorias que no se borran. De esos acontecimientos que permanecen en nosotros, que continúan repitiéndose por el artefacto de la memoria, traídos a nuestro presente una y otra vez, volviéndolos a vivir, pese a que hayan ocurrido muchísimos años atrás. Esos recuerdos que son la prueba fehaciente de que vivimos, de que amamos, de que nos perdimos y fuimos encontrados.

Su autor es Paul Brito. Un escritor que nació en el caribe colombiano y que ha sido premiado por su obra narrativa, dentro de la cual se destacan: la antología   Los intrusos, con la que ganó el Premio Nacional de Cuento UIS 2007 en Colombia, y Árbol de levas, versión preliminar de Restos orgánicos de un mundo anterior, que se quedó con un premio en su ciudad natal, Barranquilla, en la sección de novela en 2018. Ha sido traducido a cinco idiomas y colabora con diferentes medios de comunicación en Colombia y España.

     La obra cuenta momentos específicos de la vida de Pe. Narra situaciones que a todos nos han pasado, como la mano equivocada en medio del tumulto de gente ese día que nos perdimos. La aventura dentro del bosque, el monte o la ciudad nueva. La sensación de estar extraviados incluso dentro de nosotros mismos. Reflexiones sobre el exilio, el dolor; la vida y la muerte, lo que significa y como cada uno lo afronta de manera particular: «Ahora que sus padres no están, Pe se da cuenta de que toda la carga de desamparo que traían esos despistes de la infancia estaba ligada directamente con el temor a perderlos».

     La novela está dividida en capítulos breves, numerados y titulados, los cuales nos van revelando las diferentes fotografías de la vida de Pe, la de su familia y amigos. El libro es como un álbum, donde con cada palabra se van dibujando bellos trazos, donde además de ver los momentos, estos se respiran, se tocan, se interiorizan, haciéndolos nuestros, conectándonos con los propios y transformándose dentro del lector en una nostalgia palpitante: «A veces cuando Pe entra en un lugar y lo están observando, escucha la voz de su padre recordándole que enderece el hombro derecho, pues, según él, lo deja caer más que el izquierdo (…) Pe no recuerda otros momentos en que pueda escuchar de forma tan clara la voz extinta de su padre (…)».

     El lenguaje usado por Paul Brito es sencillo. Perfeccionar esta claridad en el lenguaje no es fácil y el autor lo ha logrado. Ha encontrado la palabra perfecta, el tono indicado, la imagen contenida en cada frase. Es una de sus características más sobresalientes.

     El narrador de esta obra es muy especial. La historia está contada en tercera persona, pero desde la mirada del mismo autor, ya que es una novela autobiográfica. Pero Brito decide prescindir del “yo” para tomar distancia, para alejar las lágrimas causadas por el sufrimiento de la enfermedad de su madre y su posterior fallecimiento. De ese modo el escritor deja atrás sentimentalismos y usa el dolor como una herramienta para descubrir algo más, para entender su existencia y la de los otros que conforman su universo.

       Es una novela bellísima, con una narrativa poética, que trasmite la relatividad del tiempo. Inspirada en el amor que se siente por la madre, el padre y el que a su vez se va sintiendo por los hijos. De esta forma se es consciente de los residuos, los destellos, las sombras que quedan  en ellos, así como el paso de algún organismo y su actividad pasajera ha impreso en las rocas a través de años de evolución.

        Es una lectura íntima, transparente y tierna, que toca las fibras del alma. Es imposible no sentir la tristeza de Pe. Su nostalgia se siente en el pecho. Se es espectador de la búsqueda de su protagonista de lo que es vivir y al mismo tiempo estar muriendo. Lo hacemos a través de sus recuerdos, de esa colección de momentos que ha sido su vida: «Hasta que un día la muerte cayó sobre él como una enorme piedra, como un estruendoso rayo que partió su vida en dos. Su madre murió en sus brazos y la muerte se convirtió para siempre y sin concesiones en una cosa viva, concreta y definitiva. En lugar de salpicarle como antes, lo empapó por completo».

Restos orgánicos de un mundo anterior es una novela maravillosa. Con seguridad dejará una huella viva en el lector, una de esas que camina y que vuelve a vibrar cada vez que se recuerda que, la vida siempre encuentra la forma de continuar.