¿Qué hacer con Álvaro Uribe Vélez?

30 Agosto, 2021

Por MAURICIO NAVAS TALERO

El nombre Álvaro Uribe Vélez aparece a lado de narcotraficantes, militares corruptos, militares asesinos, funcionarios venales, acciones ilegales, compra de votos, reelección espuria, amenazas verbales de ataques físicos, paramilitares, en fin, el inventario es extenso y se encuentra fácilmente en cualquier búsqueda sencilla en internet. 

Aun así, este mismo nombre también se acomoda al lado de poderosos funcionarios vigentes en la administración pública, desde el presidente de la república hasta políticos de poca monta que vociferan en el congreso a favor de la doctrina de aquel llamado: el innombrable. 

Álvaro Uribe, lo dijo el sacerdote Francisco De Roux, también edificó la economía del país, la afirmación está en la entrevista dada por el presidente de la comisión relatora de la verdad a Margarita Rosa de Francisco. Afirmación muy hidalga si se tiene en cuenta que no hace más de una semana De Roux y su comitiva fueron maltratados e irrespetados en la entrevista estéril que los comisionados le hicieran a Uribe en sus predios.

Si nos ponemos generosos se podría decir que Uribe es un personaje controvertido.  Eso, si nos ponemos generosos, porque los cargos contra Uribe no son materia de ambigüedad filosófica, política o conceptual, como lo requiere una controversia, son, en oposición, materia de investigación penal y jurídica.  Eso no es controversia, eso es dilema.

Pero lo cierto es que Uribe no está solo, y más concretamente, es indiscutible que Uribe no podría hacer, decir u omitir como lo hace, si no tuviera el respaldo de millones de colombianos que le han dado su voto en repetidas ocasiones y le han llevado a la presidencia dos veces, y al rechazo del acuerdo de paz el 2 de octubre de 2016. 

Además, Uribe es la personalidad obligada para cualquier evento que transite por la política y el poder de este país.  Sub júdice y recientemente reseñado como sindicado de un delito, lo cierto es que, para que Uribe sea lo que es, se necesita la anuencia de los millones de colombianos que lo aprecian, lo reclaman, lo siguen, lo veneran y votan por él, o por quien él diga.

¿Entonces qué hacer con Uribe? 

Nada.  Uribe es el fruto tóxico de la ignorancia y la pésima educación de los colombianos que lo secundan, lo siguen o que votan por él.  Sin ánimo de ofender afirmo que la inteligencia y la ilustración no son características que abunden en los seguidores de este patrón.  A los hechos me remito:  las afirmaciones, argumentos y raciocinios que exponen los seguidores del ex director de la Aeronáutica Civil son contundentemente faltos de cualquier gramaje de inteligencia o razón.

La ignorancia craza de los votantes de Uribe en materias como el derecho y educación cívica es gigantesca. Los uribistas afirman, por ejemplo, que “chuzar” los teléfonos de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, es lo mínimo que el “pobre hombre” podía hacer para defenderse de sus enemigos. Estos mismos iletrados funcionales, (pueden votar) sostienen que la cantidad de crímenes cometidos durante las administraciones de su líder, al menos 6402, se justifican cabalmente porque gracias a eso, “se pudo volver a la finca”.

Los áulicos de Uribe, generalmente nulos en conocimiento de la constitución y la ley creen, a pie juntillas, que todo aquel que sea sensible al Estado de derecho es un “mamerto”, palabra reencauchada sin criterio que, en casi todos los casos, se aplica a aquel que no esté de acuerdo con las prácticas maliciosas de su líder.

La lista de funcionarios de Uribe que están condenados o fugitivos por delitos cometidos durante su administración y, paradójicamente, condenados en el mismo periodo en el que él era el gobernante, es risiblemente extensa.  Yidis Medina va a la cárcel por vender su voto, pero no hay quien vaya preso por comprárselo. Los borregos del uribismo articulan incoherencias para defender eventos como éste, y finalmente se entiende que no importa a qué costos, los favores del patrón justifican cualquier crimen si este sirve para que podamos seguir yendo a la finca.

Pero, repito, Uribe no es lo que importa, él es un accidente, si se retira o se muere, sus cultivadores tarde o temprano van a encontrar otro envase peor o igual en el cual empaquetar sus anhelos clasistas y revanchistas que los provocan como el trapo rojo a los toros de lidia. Aclarando que no quiero ofender a los toros.

Recientemente Uribe abrió una nueva línea de negocio, quiere gobernar, otra vez por interpuesta persona y, en una acción demencial, pone a sonar el nombre de uno de sus hijos, no me acuerdo cual, creo que da igual, ¿cuándo el títere ha importado?, y a sus obsecuentes tampoco les importa.  Podría pasar que salgan a votar como vacas si a eso llegamos. No importa que eso dilapide las expectativas presidenciales de los “lavaperros” que aúllan por él en el Congreso hace ya 20 años. Porque también en eso Uribe es de mala calidad, su lealtad con sus lambones es inexistente, para la prueba me remito a Sabas Pretelt de La Vega y a la misma Yidis.

Entonces, ¿qué hacer con Uribe?

Votar en su contra. Los que nos autodenominamos demócratas también tenemos nuestra dosis de pusilánimes y pendejos.  Somos cómodos y nos amparamos en el “peace and love” para justificar nuestra tibieza y pereza.  Nos parecemos a ese buche de agua tibia de apellido Fajardo, que no es más que un Uribe con pretensiones de hippie

Dice Alejandro Gaviria: “Las formas importan en la política”, dice: “La libertad es un valor supremo”, dice: “La lucha contra la corrupción debe trascender la indignación” y dice: “la ética de la verdad define mi concepción política”.   Este personaje está abandonando la paz de su hogar para atender un llamado multitudinario de salvar a este país, ya sea de la criminalidad regente, o del fanatismo resentido amenazante. 

¿Lo vamos a dejar solo contra el que diga Uribe?