Nos unimos o nos hundimos: las lecciones que deben aprender los médicos

27 Abril, 2020

Por ALEXANDER QUIÑONES

Lo que está desnudando la pandemia son fundamentalmente dos cosas: primera, al neoliberalismo le importó menos que nada tener sistemas sanitarios robustos y fuertes; segunda, la salud no puede ser un negocio. Esto lo tienen claros varias naciones del mundo, pero en Colombia el asunto es a otro precio. Después de copiar el modelo chileno, este país hizo de la salud un negocio, a pesar de que es un derecho esencial.

Eso desnudó la pandemia, y nos demostró además que el mundo fue y será una porquería. Todos salieron a sacar los dientes (bueno, casi todos), a aprovecharse de la situación. Hemos vistos gerentes de clínicas gritándoles a sus médicos que tienen filas para su remplazo, hemos visto a los abastecedores de alimentos sacando a miembros del personal de sauld de sus negocios, a los taxistas discriminarlos por su uniforme, a las redes sociales echarles agua sucia por lo mismo. Cosa que ya han sufrido antes en situaciones similares.

Hoy el mundo en general, y Colombia en particular, está haciendo aguas su sistema sanitario. En nuestro país, el sistema de salud trabaja en muchas ocasiones con pagos atrasados y por órdenes de prestación de servicio (OPS). No solo los médicos generales sino también los especialistas viven esta situación, y también los enfermeros, fisioterapeutas, y qué decir del personal administrativo.

En este momento de crisis, el reto es inasumible, por muchos motivos. Y justamente lo que hace catastrófica la situación en la que estamos sumidos es la suma de todos estos factores.

Vemos renuncias masivas, renuncias individuales, médicos activistas en redes que hacen un llamado a la unión y la solidaridad de gremio. Vemos la falta de los elementos de bioseguridad que está viviendo el país, y el mundo en general; hay quienes piensan que si a Estados Unidos le pasa esto, por qué no le puede pasar a nuestro país.

Es evidente nuestra falta de preparación para afrontar la pandemia y mitigar los impactos de la Covid-19. Los acaparadores de los elementos de protección personal (EPP) llegaron a hacer su agosto sin que haya control fuerte por parte del Estado. En mi indagación me encontré con la denuncia pública de Mónica Restrepo Moreno del sobrecosto de los implementos para atender la Covid-19. Una mascarilla N95 3M que antes de la contingencia costaba máximo 4 mil pesos hoy no se encuentran por menos de 35 mil pesos. Ni hablar de las full face con filtro, empezaron en 400 mil y hoy ya van en 900 mil.

De esto se desprenden varios asuntos a considerar de los que quiero resaltar dos. Primero, el poco control que de esto hacen los organismos de vigilancia del país y segundo, la nula anticipación en la compra de estos elementos para repartirlos entre los profesionales de la salud por parte del gobierno nacional. Como hemos visto por denuncias de parte del personal de la salud, no tienen a su disposición en sus instituciones los famosos EPP y les toca salir a comprarlos de su bolsillo. Son ellos mismos quienes han denunciado que estos elementos de bioseguridad están por las nubes, y que los hospitales y clínicas no los proveen de estos necesarios elementos, tanto para protegerse ellos como proteger a toda la sociedad. Un asunto delicado de salud pública. 

Foucault, en su famoso ensayo El Nacimiento de la Clínica, habla del “mito de una profesión médica nacionalizada, organizada a la manera del clero, e investida, en el nivel de la salud y del cuerpo, de poderes parecidos a los que éste ejerce sobre las almas”. Es hora de que toda la sociedad, y sobre todo el gremio médico, exija que el sistema sanitario sea nacionalizado y vigilado con puño de hierro por el Estado, para que así pueda ser más eficiente. La salud es un derecho esencial: el sistema sanitario debe garantizar atención médica a todos y cada uno de sus ciudadanos, pero para que esto sea efectivo debe estar en manos del ministerio público y no de los privados que lo ven como un negocio jugoso del cual sacar el mejor provecho sin importar la dignidad del paciente.

Acá volvemos a Foucault: La mirada del médico y la reflexión del filósofo detentan poderes análogos, porque presuponen ambas una estructura idéntica de objetividad, en la cual la totalidad del ser se agota en manifestaciones que son significante-significado. Y la sociedad debe acompañar esta mirada para exigir, desde un movimiento, político que el sistema sanitario sea nacionalizado.

Las lecciones que debemos aprender del virus que dejó al desnudo los peligros del modelo actual son muchas y se pueden abordar desde diferentes enfoques y resquicios. Acá enumeró tres, que considero las más relevantes:

  • La tercera lección tiene que ver con el gremio médico y para ello voy a utilizar una cita del filósofo francés Michel Foucault, que siempre estuvo del lado oprimido y que criticó al sistema y sus instituciones, estudiándolos desde adentro, con una marcada orientación marxista: “La primera tarea del médico es, por consiguiente, política: la lucha contra la enfermedad debe comenzar por una guerra contra los malos gobiernos: el hombre no estará total y definitivamente curado más que si primeramente es liberado”.