Decir México es decir tristeza nunca superada por la humillación y destrucción del emperador Moctezuma y su ciudad Tenochtitlán, primer imperio en caer en manos de los españoles, del bárbaro, Hernán Cortés, en 1519, que dejó sus estudios en Salamanca para hacerse rico en el Nuevo Mundo, lo que consiguió a punta de audacia y codicia, la codicia que aguijonea la audacia.
Tenochtitlán era una ciudad de más de cien mil habitantes con decenas de oficios, con mercado, acueducto y un gran ejército. Los aztecas tenían su propio sistema de escritura con pictogramas, tenían la noción del cero y un calendario de alto nivel estético donde estaba registrado el movimiento de los astros, el ciclo de los meses, la cantidad de día de los años, el movimiento del sol. Su emperador, Moctezuma, es descrito como alguien que irradiaba majestad, de estatura media, de color menos que moreno, de cabellos negros brillantes un tanto largos, aseado, de semblante alegre y de ojos negros profundos que denotaban amor. Un bello rostro, indudablemente, que no podía ser mirado por ningún plebeyo, pero que el Emperador debió permitirle a Cortés tal sacrilegio con tal de defender a su pueblo de la invasión española que a la postre lo venció por la ingenuidad de los aztecas.
Los mismos cabellos y ojos negros del Caudillo del Sur, el revolucionario mexicano, Emiliano Zapata, limpios, profundos, en un rostro más adusto, con el bigote ya producto de otras razas, acompañado de una personalidad carismática que era admirada por su moderación y seguridad en sí mismo y que fue asesinado en 1919, exactamente cuatro siglos después de la invasión de Cortés a Tenochtitlán y nacido un día de este mes de agosto. Moctezuma y Emiliano, dos defensores de estas tierras. Emiliano Zapata no nació noble como Moctezuma, sus padres fueron pequeños ganaderos, aprendió a leer y escribir, debió trabajar como peón, labrador y arriero, desarrollando una gran pasión por los caballos a los que montaba con gran maestría.
El sufrimiento, como siempre acicate de la crítica, le hizo a Emiliano Zapata levantarse en armas desde su pueblo, Anenecuilco, en el estado de Morelos, con treinta años de edad en 1910 contra Porfirio Díaz quien gobernó dictatorialmente a México por más de tres décadas llevándole cierto desarrollo al país, pero sumiendo en gran pobreza a indígenas y campesinos. Emiliano luchó para que se les restituyeran a los indígenas y campesinos las tierras, bosques y manantiales que les fueron entregados por el Virreinato desde la Colonia, pero que fueron despojados por las empresas extranjeras y por los grandes hacendados, sumiendo al pueblo en una profunda miseria. Una lucha que no ha parado desde 1810 cuando se dio la independencia de España porque, como sucedió en casi todos los territorios de la Colonia, la dominación y la opresión quedaron sembrados en una élite criolla; además, la cercanía de México con Estados Unidos, la mayor potencia del mundo, le ha demandado un enfrentamiento titánico para no dejarse destruir como territorio y como cultura.
El talante de Emiliano Zapata, su valentía, su sentido de justicia, su seguridad en sí mismo queda reflejado cuando decide ponerse al frente de un grupo en armas e ir a la hacienda El Hospital, cuyas tierras se las habían quitado a los campesinos y con su propia determinación las restituye a sus antiguos dueños. De ahí en adelante crecería su fama por sus acciones guerreras que chocaban contra la hipocresía de los políticos del régimen y los desencuentros con los otros líderes de la Revolución, rencillas que, como siempre, dan al traste con la victoria sobre la clase dominante. Y la historia también dice que la sangre ingenua de los pueblos ancestrales y campesinos que creen y cumplen la palabra, termina siendo derramada por los dobleces, las mentiras e hipocresía de los españoles y sus criollos que, para vencerlos, los traicionan.
Llegan los nativos mexicanos súbditos de Moctezuma a la costa a postrarse y rendirle honores a Cortés convencidos que era el dios Quetzalcohuatl, como lo auguraban sus mitos. Cortés, astuto, descubre la ingenuidad de los mexicanos y asume ese carácter de dios que le han dado. Los españoles trataron bien a los embajadores mexicanos ese primer día. Cortés, se dejó colocar en la cabeza una pieza de oro y piedras preciosas, pero al segundo día les dispararon invitándolos a pelear, los embajadores, que no eran guerreros, se negaron llenos de temor, los españoles los espantaron dejando en claro que lo que ellos veían era a una conquista.
Y con traición también se deshacen los criollos de Emiliano Zapata quien era una amenaza para el gobierno por su fuerte movimiento revolucionario y la gran aceptación popular. Un asesinato de Estado pues lo sabía el presidente Venustiano Carranza y el general González, la emboscada la ejecutó el oficial del ejército Jesús Guajardo quien dirigía las operaciones contra él; haciéndole creer que se pasaría a su lado y, bajo la promesa de entregarle armas y municiones, concretó con Emiliano una cita supuestamente secreta en la hacienda de Chinameca, en el estado de Morelos. Emiliano llegó en compañía de sus hombres y, lo que parecía ser el saludo de unas trompetas a su llegada, fue en realidad el aviso para que hombres armados le dispararan a quemarropa al hombre real y símbolo mexicano de la lucha campesina.
La traición, es el arma más efectiva para doblar la historia, casi siempre utilizada por el régimen totalitario y, la falta de cálculo, la perdición de los revolucionarios, que, por el mismo ardor del corazón en busca de justicia, bajan la guardia en ciertos momentos y caen abatidos. Pero ningún ser humano ni ningún pueblo dejará de luchar por su vida hasta romper la estructura que mantiene la pobreza. Dijo Emiliano Zapata ¨mejor morir de pie que vivir toda una vida arrodillado¨ y, así, murió, caminando hacia la traición. También el emperador Moctezuma defendió a su pueblo hasta caer. Hoy la lucha de los campesinos por la tierra continúa bajo el principio ético zapatista ¨la tierra para el que la trabaja…, con sus manos…, con sus manos¨.
* Psicóloga. Magíster en Filosofía - Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.