Mi homenaje a Iván Velásquez

05 Septiembre, 2018

Por GONZALO GUILLÉN

Es cierto que – por cantidad y una serie de indicadores específicos– los jueces y magistrados más corruptos e impunes de América están en Colombia. No obstante, también lo es que el más valiente y honorable de estos tiempos, igualmente, es colombiano. Quizá sea apenas la excepción a la regla. Se llama Iván Velásquez Gómez y, obviamente, ha sido víctima de la guerra sucia de aquellos, despiadada y criminosa. Me enaltece su amistad y quiero rendirle un homenaje.

Desde octubre de 2013, por designación especial de Ban Ki-Moon, Velásquez es el jefe de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), de las Naciones Unidas. Antes de haber cumplido dos años en el cargo, sus investigaciones incorruptibles tumbaron al corrupto presidente de ese país Otto Pérez Molina. Ahora, el mandatario actual, Jimmy Morales, lo declaró “persona no grata” con el apoyo de la justicia, anunció que lo expulsaría del país y al no poder lograrlo, esperó que saliera y prohibió su ingreso. Fue la respuesta –dominado por la desesperación– a las investigaciones de Velásquez contra él, basadas en las cuales la Fiscalía y la misma CICIG pidieron retirarle la inmunidad presidencial para llevarlo a juicio por corrupto.

La noticia bulló en medio mundo y la salida del colombiano fue inminente hasta cuando la gente comenzó a marchar por las calles con pancartas en las que se podía leer: “A Jimmy Morales le tiemblan las piernas, #IvanSeQueda”. Y sí, se quedó por un año más, tal vez ya no pueda regresar a Guatemala. Pero esto también quiere decir que quien se va a ir pronto va a ser el tambaleante presidente. En menos de cinco años –espero que así sea–, Iván Velásquez habrá tumbado a dos presidentes de Guatemala, país martirizado por el racismo, la injusticia, la violencia, la corrupción y los privilegios desmesurados de una estrecha casta dominante sanguinaria e inmoral. Nada distinto a Colombia.

Iván Velásquez tiene 63 años de edad, nació en Medellín y es abogado de la Universidad de Antioquia (pública). Habla en voz muy baja, característica principal de su timidez, y no presume de nada. Se refiere con tanta precisión a las investigaciones judiciales que ha hecho en su larga vida profesional como si las estuviera leyendo otra vez –página por página– en una audiencia pública. En todas ellas ha dejado jirones de sus propias tripas.

Litigó en sus primeros años de abogado, hasta cuando fue nombrado en el cargo de Procurador regional en su natal departamento de Antioquia. Allí tuvo la primera ordalía de fuego que templó su coraje y su atrevimiento, sin los cuales es imposible que pueda batirse cabalmente un investigador de verdad. Entonces descubrió y denunció torturas, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones de personas y otro tipo de delitos de lesa humanidad cometidos por la fuerza pública contra la población civil. Atendía denuncias durante las 24 horas del día y de esos tiempos fueron célebres las pesquisas con las que un grupo de investigadores al que perteneció Velásquez puso al descubierto en Medellín una organización criminal conocida como Parqueadero Padilla, brazo del Cartel de Medellín y filial de la multinacional del crimen conocida como Oficina de Envigado, fundada por Pablo Escobar. El hampa golpeada reaccionó de inmediato asesinando impunemente a la mayor parte de los investigadores judiciales del caso. Algunos de los criminales de esas organizaciones, identificados entre 1995 y 1996, siguen siendo hoy reconocidos amigos y aliados del expresidente Álvaro Uribe Vélez, a quien Velásquez habría de batir más tarde, siendo magistrado auxiliar de la Corte Suprema de Justicia, con investigaciones que destaparon y llevaron a la cárcel a decenas de prominentes congresistas de las huestes de Uribe ligados a los escuadrones de la muerte y al narcotráfico. Ello explica el regocijo que expresó Álvaro Uribe en un mensaje de Twitter que escribió apenas se enteró del intento guatemalteco por sacar a Iván Velázquez de la dirección de la CICIG: “Guatemala se demoró para expulsar a Iván Velásquez quien hace de la justicia un ejercicio político”.

Con una bolsa de dos millones de dólares, un abogado de la mafia colombiana desplegó en Guatemala una campaña soterrada de falsas imputaciones y ultrajes destinados a ensuciar el nombre y el valor moral de Iván Velásquez, lo que no le hizo mella.

Nunca pudo llegar a ser magistrado titular de la Corte Suprema de Justicia. Hasta su retiro, fue auxiliar. Una cúpula de corruptos envueltos en togas negras le impidió ascender y malogró la mayor parte de su trabajo de investigador, a pesar de lo cual consiguió llevar a juicio y condenar a decenas de congresistas funcionales al narcotráfico y a la red nacional de escuadrones de la muerte que, bajo la denominación de Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, se había impuesto la tarea de “refundar a Colombia”, bajo la dirección de Álvaro Uribe Vélez. Este proceso histórico es conocido cono “Parapolítica”.

La principal talanquera que tuvo Velásquez en la Corte Suprema fue el presidente de ese organismo, Leonidas Bustos, quien, paradójicamente, hoy está a las puertas de la cárcel, abrumado por innumerables denuncias de corrupción relacionadas con ventas de sentencias que falló en favor del crimen organizado y algunos de los congresistas a los que Velásquez investigó profundamente.

La red de rufianes judiciales liderada por Bustos desde la presidencia de la Corte Suprema copó el poder judicial colombiano y aún hoy sus tentáculos llegan a todas las instancias de la Fiscalía General de la Nación.

Iván Velásquez prosigue en Guatemala su labor moralizadora; investigando con método y pulcritud; hablando en voz baja y llevando la vida que le permite su sueldo de funcionario judicial.

Si en alguna parte está haciendo falta hoy Iván Velásquez, es en Colombia.