Los Estados Unidos de Homero

08 Enero, 2021

Por ADRIANA ARJONA

“¡La próxima vez vendremos con rifles!”, dijo algún valiente y Homero comprendió por primera vez lo que es la poesía. Estas palabras despertaron en él ese espíritu resiliente de los republicanos de corazón, es decir, los que comprenden que hay que tomarse la justicia en mano propia y recuperar los derechos que el fraude electoral pretende arrebatarles ante los ojos del mundo.

Homero Simpson se siente -hoy, más que nunca- orgulloso de pertenecer a USA, el país más importante del mundo, poblado de hombres blancos con inteligencia superior, como la de él.

Los ojos se le llenaron de lágrimas cuando fue testigo del momento en que sus amigos y conocidos irrumpieron en el Capitolio, ondeando las banderas del glorioso presidente al que le robaron las elecciones.

Homero sabía lo que debía hacer como cabeza de los Simpson: prender la televisión y mostrarle a su familia el claro ejemplo de gallardía y sensatez de aquel grupo de manifestantes pacíficos que treparon por los muros del Capitolio y se tomaron selfies con algunos miembros de la Guardia Nacional. Puso Fox News, el único canal de noticias independiente, sin sesgo, absolutamente imparcial y objetivo, y juntos vieron aquel momento histórico seguido de las declaraciones de los congresistas. ¡Oh, cuánta decepción ante la postura traicionera de los senadores republicanos!

"Esos idiotas pronto creerán en el cambio climático y le entregarán el país a Petro y al castrochavismo. ¡No lo vamos a permitir!”, dijo Homero con tono recio y Marge confirmó que no se había equivocado cuando le dio el “sí”, toda vestida de blanco. Bart, por su parte, elevó la mirada y se imaginó la cara de su progenitor tallada en el Monte Rushmore, junto a los padres de la patria. Maggie soltó el chupo, atónita. Y Lisa... Lisa guardó silencio.

Homero salió de casa con paso determinado y se encontró con Flanders, que hacía lo propio inspirado en la memorable y conmovedora imagen de Trump sosteniendo en alto el sagrado libro.

Juntos caminaron hacia el bar de Moe. Es mandatorio celebrar los eventos importantes de la vida. Allí se encontraron con el señor Burns que, por primera vez, sentía el deseo de juntarse con los pobres, pero blancos al fin y al cabo, para anunciar el apoyo económico que le daría a su gran amigo Trump a través de la fundación “Neurona Blanca, Genes Perfectos”. Le negaron la entrada a Apu.

Tomados de la mano y arropados por la bandera de su país, los hombres de Springfield (todos menos Apu) celebraron que aún quedan dos semanas para demostrar el fraude. Dos semanas para controvertir las falacias demócratas. Dos semanas para inundar los medios con mensajes incendiarios que potencien el miedo y la duda. Dos semanas para que Trump siga esparciendo sus semillas de humildad y lucidez; semillas que, pronto, van a germinar creando muchos seres humanos decentes y sensibles, aunque hoy pretendan mostrarlos injustamente como terroristas domésticos.

Homero está pensando seriamente en entrar a la política. Ya se imagina en la Casa Blanca, haciendo las cosas importantes que hacen los presidentes, como que una mujer le dé sexo oral en el Salón Oval (no entiende por qué no se llama “Salón Oral”) o leer un libro infantil al revés mientras le cuentan al oído que unos aviones tumbaron algún hito arquitectónico.

Ve con nitidez que tiene opciones. “Millones de personas en el mundo saben quién es Homero Simpson”, se dice mientras tamborilea sus dedos como suele hacerlo el señor Burns. Puede, desde ahora, ver su cara tapizando las redes sociales y haciéndose viral. Podría tener un programa de televisión de él solito, como el subpresidente de Colombia. Cancelaría “Los Simpson” y lanzaría “Homero Reloaded”. ¡Será un hit! A Dan Castellaneta le encanta la idea: más horas de locución, o sea, más billete en medio de la pandemia. Con lo difícil que está encontrar trabajo por estos días.

Mientras Homero se relame pensando en la gloria venidera para él y su amada patria, Lisa hace un funeral simbólico y echa tierra sobre los libros de Noam Chomsky.