Los cincuenta años de periodismo de Gonzalo Guillén

21 Mayo, 2025

Por LUCERO MARTÍNEZ KASAB*

 Que, en este mundo de hoy, y sobre todo en Colombia, un periodista pueda celebrar cincuenta años de ejercicio de su profesión como lo ha hecho Gonzalo Guillén es un logro inmenso, porque quiere decir que su temperamento es de un rigor inquebrantable para mantenerse en su camino, sin buscar otras maneras de vivir en un campo que se entregó al poder en sus múltiples facetas. De un tesón a toda prueba, pues comenzó como reportero caminando, volando y navegando —como él lo dice— toda Colombia con una máquina de escribir debajo del brazo y el diccionario Larousse, soportando las inclemencias de los lugares y de los jefes para los que trabajaba, hasta fundar La Nueva Prensa, un medio digital para que la verdad sea dicha, el que tanto queremos. De una valentía digna de un artillero —parafraseando el título de uno de sus libros— para ir diciendo la verdad y, a la vez, salvar su vida, acosada por las decenas de trúhanes denunciados en sus investigaciones. Colombia le debe mucho. Su trabajo ha puesto luz donde reinaba la sombra. Su palabra ha sido bálsamo para víctimas olvidadas y pesadilla para corruptos y criminales. Ha ejercido un periodismo que incomoda, pero que también inspira.

En su libro La artillería de la libertad nos cuenta cómo era su padre, Fernando Guillén Martínez —periodista, historiador, sociólogo y catedrático—, era adusto y que eso se lo heredó. Pero, a medida que mis ojos leían las palabras hacia su padre, descubrí un parecido mucho más profundo, Gonzalo también es un bogotano clásico en hábitos y modales. Mi padre era alto, liberal, de tez blanca, flaco y orgulloso. Hablaba de manera sosegada, como si estuviera leyendo. Profesaba afecto emocionado por Colombia. Y si hay algo que ronda las conversaciones con Gonzalo es ese mismo intenso amor por Colombia, el que se le nota tan fácilmente cuando narra, apesadumbrado, cómo nuestro país pasó de las costumbres sanas a ser devorado por el narcotráfico y el saqueo de cuello blanco.

Fernando Guillén Martínez, padre del periodista Gonzalo Guillén.
Fernando Guillén Martínez, padre del periodista Gonzalo Guillén.

 

Nuestro gran periodista es dueño de un fino humor con el que ameniza sus historias. Es certero en sus apuntes o respuestas implacables, incluso consigo mismo. Como cuando contó la vez que fue a pedir un aumento de sueldo siendo muy joven, después de recibir el ansiado carnet de periodista. Tomando aire, le hace antesala a Enrique Santos:

Le recordé en su oficina que mi sueldo era de hambre y, con tono de pordiosero, le supliqué compasión.

—No. Primero que todo —resolvió sin misericordia—, usted trabaja nada menos que en El Tiempo. Aquí, mijito, no se va a hacer rico nunca, pero aprenderá lo que no le van a enseñar en ninguna universidad.

—¿Qué cosa?

—Cómo funciona el país.

Muy seguramente, ninguno de los dos fue consciente en ese momento de que, justo ahí, recibió la primera lección de lo que es Colombia: el empresario explotando al trabajador, tan profundamente que hoy, cincuenta años después, aún necesitamos de una Consulta Popular para equilibrar esas cargas.

Cuenta que la muerte de su padre lo lanzó al mundo laboral como quien echa al ruedo a un gallo confundido en una tarde de apuestas. Quienes hemos presenciado una gallera sabemos a lo que se refiere Guillén: una caldera de hombres vociferando en medio de un calor desesperante alrededor de una criatura que lucha por salvarse a como dé lugar. Pasados los años, Gonzalo, ha llevado esa lucha hasta las últimas consecuencias, inspirado en esa bandera roja, negra y blanca que enarbolara Simón Bolívar en 1813 en su lucha a muerte contra el imperio español.

Josefina Jiménez, madre del periodista Gonzalo Guillén.
Josefina Jiménez, madre del periodista Gonzalo Guillén.

 

Hay una bella foto de Guillén, como de dos años de edad, sostenido por su amorosa madre, donde ya se le observa una característica poco común en la gente: Gonzalo suele mirar a lontananza, curioso, intrigado. Ahora, después de cincuenta años de periodismo, sigue observando así, además, con una esperanza admirable.

Rendimos homenaje a una vida consagrada a la búsqueda de la verdad, al ejercicio riguroso de la libertad de prensa y a una ética inquebrantable frente al poder.

 

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