Los caminos de la vida

24 Septiembre, 2020

Por CÉSAR TORRES

Este mes ha sido el septiembre negro del Centro Democrático. Su amo está privado de la libertad. Los periodistas afectos al régimen, propagandistas del régimen más bien, bajan su rating a velocidades asombrosas y un tal Luigi se ha convertido en el vocero intelectual de ese partido para exigirle al diario El País de España que no entreviste al Senador Iván Cepeda Castro.

Están en la inopia.

Pero el uribismo es un grupo que muere matando. Es más: gobierna matando. Este gobierno mata para acallar a quienes se le oponen, a quienes quizá se le puedan oponer en un futuro y a quienes eventualmente puedan llegar a simpatizar con aquellos que ya han sido asesinados. Así quedó demostrado en la masacre del 9 y 10 de septiembre, una parte de la cual se puede ver en el siguiente video de la revista Semana https://www.youtube.com/watch?v=Xce4UzBLQsg.

Sin pausa y desde todos los lugares en los que ellos se han tomado el poder, nos envían la misma amenaza: que nos dejemos golpear y matar sin decir ni pío, porque no nos permitirán protestar sino en el protestódromo, tal como lo propuso el avispado director del Departamento de la Presidencia de la República.

También el uribismo extraparlamentario amenaza: recordemos al famoso y energúmeno señor con sombrero blanco  que, en enero del año pasado, gritaba furioso a alguien que pretendía regalarle un ramo de flores como símbolo de paz  “plomo es lo que viene, bala es lo que hay.”, o a los supuestos miembros de la reserva que esta semana se han ofrecido -de manera amenazante-  para cuidar los CAI en contra de quienes protestan contra la brutalidad policial.

Este gobierno, sus voceros, correveidiles  e influenciadores podrían repetir sin sonrojarse las frases que se le atribuyen al general fascista español: “Viva la muerte, muera la inteligencia.”

Y están cumpliendo sus amenazas.  Este es el gobierno de la muerte: según INDEPAZ, entre el 1 de Agosto y el 21 de septiembre se han perpetrado 23 masacres y, según la Misión de Observación Electoral, el asesinato de líderes sociales se ha incrementado en un 85%. Y no pasa nada.

¿No pasa nada? En realidad, sí están pasando hechos muy importantes.

Está pasando que la rama judicial se ha liberado, al menos parcial y temporalmente, de la influencia de lo que se llamó el cartel de la toga y, así, disminuyó la influencia de la mafia paramilitar que ha coptado los otros poderes del Estado.

Por eso, el sindicado del Ubérrimo -que se ufanaba de no evadir la acción jurisdiccional de la Corte Suprema de Justicia- usó todas las posibilidades jurídicas y de coacción para que los expedientes en los que él aparece imputado sean conocidos por fiscales que le son afines y/o cómplices y por jueces que gozan de menos protección y por lo tanto son, previsiblemente, más fáciles de intimidar.

Está pasando que hay un bloque parlamentario multipartidista, encabezado por 45 Senadores, que le plantea debates al amo y a sus alfiles. Les discuten en el congreso, en la plaza pública y en los medios.

Sólo en el Senado de la República, dicho grupo, ha promovido y realizado más o menos 30 debates de control político en los que prueban, una y otra vez, que muchos parlamentarios gobiernistas mienten, que ignoran los asuntos materia de discusión, que lo que mejor saben hacer es insultar, difamar, intimidar y cumplir las órdenes que llegan desde la hacienda que hoy es cárcel.

El bloque parlamentario multipartidista es una minoría culta. No por los títulos académicos que ostenta, sino porque han cultivado el conocimiento, saben de muy diversas materias y las saben a profundidad. Esto les permite ir más allá de hacer “jugaditas” con el reglamento y usar su conocimiento para mejorar la calidad de los debates que desarrollan. En ese enlace se puede ver un típico intercambio argumentativo entre parlamentarios de uno y otro lado del espectro político: https://www.youtube.com/watch?v=MZZnXeIarOc  .

También pasa, y quizá es lo más importante de todo lo que pasa, que no cesan las movilizaciones sociales. La gente común y corriente no deja de reclamar y construir.

En medio del necesario aislamiento decretado por las autoridades, hubo grupos de ciudadanas y ciudadanos que salieron a protestar, a demostrar su inconformismo, a señalar las injusticias. Y una vez terminaban las demostraciones, crearon formas de ayuda a los vecinos y vecinas que tuvieran mayor dificultad para conseguir comida.

En Colombia hay gente que no se asusta de animal ni policía, como dice la canción. Lo novedoso es que muchas de aquellas personas que protestan, son las mismas que ayudan a conseguir mercado a quienes más lo necesitan, son las mismas que -a riesgo de su propia integridad personal- acompañan y ayudan a proteger a los grupos más vulnerables e indefensos ante los ataques de la autoridad.  Movilizándose y resolviendo problemas concretos, construyen redes sociales que los empoderan, que los convierten en un factor de poder real, concreto y local.

Así es que está polarizado este país: de un lado están quienes proponen el ejercicio del poder con base en la violencia y la muerte; del otro lado, quienes respetan y piden que se respeten la vida, la paz, la Constitución y la Ley.

En esa dicotomía quizá no haya espacio para tibios. Para solucionarla sólo sirve el dialogo.