Los Amílkares tirándole a las escopetas

18 Agosto, 2017

Por GONZALO GUILLÉN

Son gajes de mi oficio: acabo de ser denunciado por los pretendidos delitos de injuria y calumnia que me endilga Amílkar Acosta, oscuro ex congresista, ex ministro de Minas, ex miembro de la junta directiva de Ecopetrol, ex director de la saqueada Federación de Departamentos, ex senador y otros ex.

Pretende que, antes de ser llevado a juicio, me asuste y rectifique opiniones en twitter en las que me he referido a él, básicamente, como mafioso, pícaro y narco por sus probados, innegables y públicamente conocidos vínculos con jefes de esa vertiente del hampa.

El señor Amílkar Acosta, guajiro, espera que un juez de la república me condene a rectificar mis opiniones (las opiniones no se rectifican) y me obligue a creer que él ha sido un funcionario público impecable y, además, intocable. Como quiera que, según alega, no tiene una sola condena penal ni disciplinaria, son completamente intocables las actuaciones sucias que ha tenido como funcionario público, las cuales yo debería olvidar por orden judicial para que su paranoia y su honra incierta se mantengan por fuera del alcance del público que quiera opinar sobre ellas.

El señor Acosta no niega nada de lo muy poco que he dicho en la estrechez de Twitter. Solamente –como buen avivato– pide que yo vaya a buscar y presente las condenas que existan en su contra. Que nadie hable mientras la justicia no dé su última palabra. Si esa aspiración tuviera algún asidero, la libertad de expresión no existiría en Colombia y todavía no habríamos podido informar ni opinar sobre los asesinatos de Gaitán, el mariscal Sucre o chanchullos impunes como los de Reficar, en el que el señor Acosta está metido, de acuerdo con la Contraloría.

Voy por partes. El señor Amílkar David Acosta Medina nació en Riohacha, La Guajira. Fue conservador, posteriormente comunista y más tarde liberal.

Llegó por primera vez al Senado con el apoyo económico que le dio el narcotraficante Leonel Montañez Farfán, alias “Panterita”, hoy condenado y preso en Estados Unidos, a donde fue extraditado. Este perteneció a la banda del tenebroso “Loco Barrera”, en la que tuvo la misión, de acuerdo con la Policía Nacional, de camuflar y transportar cocaína a los mercados internacionales. También era conocido como “Pepe” o “Ronco” y su empresa de fachada, debidamente inscrita, se llamaba Leonel Montañez Farfán y Compañía.

Este narcotraficante financió –por lo menos– la primera campaña de Amílkar Acosta al Senado, en 1991. El primer anticipo fue por 30 millones de pesos de la época.

La Guajira entera vio al señor Amílkar Acosta deambular por todo el departamento con su financiador Leonel Montañez Farfán. Y no solamente eso, el propio Amílkar no tuvo reparo alguno en reconocerle a muchas personas que ese narcotraficante lo financiaba; personas que, obviamente, llevaré al juicio como testigos de mi parte. Llevaré, inclusive, al mismo narcotraficante Montañez Farfán, quien deberá hablar por medio de teleconferencia para certificar si es cierto o falso lo que digo.

La plata que el narcotraficante Montañez le dio al señor Acosta para su campaña fue a cambio de contratos que este último le ofreció con el Ministerio de Obras Públicas que para la época estaba en manos del también guajiro Jorge Bendeck Olivella. No obstante, el traficante de cocaína terminó por indignarse con su amigo y compinche Amílkar Acosta, lo citó a una reunión que tuvo lugar en Santa Marta y allí le reclamó en vano al ya senador, pues, según él, le incumplió.

“Panterita”, indignado, no se cansó de comentarle a sus amigos y colegas en La Guajira que el país debería saber que él era narcotraficante porque eso agravaba la financiación que le hizo a la campaña de Acosta, la que éste último jamás ha negado. Cuando puse un trino en el que opiné llamando “narco” a Acosta, se debe, en parte, a esa relación suya, públicamente conocida, con Montañez, quien se inició criminalmente en el negocio de la marihuana y llegó a ser llamado en todo el país “Doctor Marimba”. Posteriormente pasó al mil veces más rentable tráfico de cocaína y abrió las rutas por Venezuela que hoy gozan de total impunidad y rentabilidad. ¿Qué juez puede impedirme que sepa toda esta información pública y con qué argumentos podrá condenarme a que no opine sobre estos hechos y sus protagonistas?

Obviamente, el único narcotraficante que ha financiado al señor Amílkar Acosta no ha sido “Panterita”. De acuerdo con fuentes y testigos que llevaré al juicio a declarar en mi favor, tendré la oportunidad de decirle al juez que Jesús Sarria, alias “Chucho” (el narcotraficante esposo de la tristemente célebre mafiosa conocida como “Monita Retrechera”), también le dio plata al quisquilloso ex ministro de Minas.

“Chucho” Sarria, por ejemplo, hizo una pormenorizada explicación de sus apoyos a Amílkar Acosta durante una velada en la casa del norte de Bogotá del también corrupto y ex convicto –famosísimo– David Turbay. El día que tuvo lugar esa reunión, Sarria ya había salido de la cárcel, fungía de pastor evangélico y a uno de los testigos que llevaré al juicio le contó que Acosta era un zarrapastroso al que le veía algún futuro político, siempre que mejorara su aspecto, para lo cual le dio un primer dinero y le recomendó: “Compre carro y compre ropa que usted anda muy mal presentado”.

Amílkar Acosta anduvo también, a la vista pública, con otro traficante llamado Avelino Moscote, conocido como “Mono Patón”, sobre el que me referiré más ampliamente en el juicio, para el que estoy esperando ansiosamente a que fijen juez y fecha.

Ahora bien, la vida de Amílkar Acosta con narcotraficantes no me parece que sea lo más grave de su oscura carrera pública.

Siendo ministro de Minas de Juan Manuel Santos (hasta allá llegó) hizo parte de la Junta Directiva de Ecopetrol y desde esa posición metió las manos en el híper-mega-chanchullo más grande la historia de Colombia, conocido con el nombre de Reficar (Refinería de Cartagena). La propia Contraloría General de la Nación lo ha señalado y anunciado que investiga su participación en ese crimen miserable en el que le quitaron al país cerca de 10 mil millones de dólares.

Un paréntesis. Siendo Ministro de Minas, Acosta consiguió ubicar en Miami a sus dos hijos y les asignó cuotas de carbón colombiano que ellos revendían en el mercado internacional mientras se rascaban las barrigas. Esto, él mismo se lo reveló en el despacho ministerial a testigos que tendré el gusto de llevar al juicio. Esta práctica, en mi opinión, es mafiosa y no existe juez en este mundo que me impida pensar así.

Reitero, todo esto que he dicho lo considero corrupto y mafioso. Esa es mi opinión y no la voy a cambiar.

Y esto también lo considero protervo y despreciable: Amílkar Acosta lideró el proceso de privatización de las electrificadoras de la Costa Norte por medio del cual se le dio paso al nacimiento de Electricaribe, en el que los colombianos sufrimos un desfalco de mil millones de dólares, de acuerdo con las acusaciones que hizo en el Congreso Nacional Salomón Nader, las que nunca han sido desmentidas y tampoco sancionadas judicialmente en este país de la corrupción. Esto me parece delincuencial, por decir lo menos (en el juicio diré lo más).

Y hace apenas unos pocos meses, el señor Amílkar Acosta debió salir abruptamente de la Federación Colombiana de Departamentos, que presidía, como consecuencia de un chanchullo valorado en 17 mil millones de pesos colombianos, de acuerdo con denuncias, entre otros, del senador Carlos Fernando Galán, a quien le pediré también el favor de que vaya a testificar sobre el tema en este juicio que tanta falta le hace al país, pues servirá de palanca para que la justicia colombiana inicie en serio las investigaciones penales y de otro tipo por los hechos a los que me he referido.

De manera que, queridos lectores, nos vemos en el juicio, al que todos ustedes están cordialmente invitados para presenciar una panorámica de la denigrante corrupción y el narcotráfico en Colombia.

Hasta la vista.