¡Levanten la mano los esposos maltratados!

02 Septiembre, 2020

Por ALEJANDRO MUÑOZ GARZÓN

     Una de las formas de detectar cómo han cambiado los tiempos y de qué manera la sociedad está viviendo un cambio en el manejo de costumbres familiares ancestrales, está dada en los reportes de Comisarías de Familia, donde cada lunes se confirman cada vez con más y más incremento el maltrato femenino hacia sus novios, compañeros o esposos, muchos de los cuales deben ser trasladados a hospitales con heridas cortopunzantes o contundentes, tras haber sido atacados de manera implacable. ¿La razón? Es simple y tajante por parte de casi la totalidad de las agresoras: “No me pienso dejar coger ventaja de este pendejo y antes de que me levante una mano, prefiero pagarlo en una cárcel”. 

     Así es, los tiempos definitivamente han cambiado. Los años del hombre machista, borracho y violento que regresaba a su casa a patear a la mujer en medio de groserías y amenazas están cambiando. Hoy el turno es para ellas, que son las encargadas de “supervisar” a sus compañeros o esposos, quienes según ellos mismos comentan, regresan a sus casas amedrentados y llenos de miedo, pues saben que los espera una fémina encolerizada si su amado no regresa a la hora precisa, con el dinero acordado y sin ninguna clase de sospecha por infidelidad.

     Aunque suene chistoso para muchos y exagerado para otros, es impresionante ver como más y más mujeres jóvenes son conducidas a comisarías y Estaciones de Policía, sorprendidas en flagrancia por las autoridades y llevadas ante jueces de familia por los delitos de intento de homicidio, lesiones personales y en resumen, maltrato a persona en estado de indefensión. Si señores, las esposas modernas ya vienen con el chip cambiado, ellas son las que imponen las reglas y las hacen cumplir a como de lugar y todas están de acuerdo en impartir la principal razón de sus actos violentos: “El ya estaba advertido, que el día que me levantara un solo dedo o me amenazara, sabría perfectamente con quién se juntó”

     La propuesta humorística de Javier Chinome, quien ha recreado y divertido por años a los colombianos con su personaje de “Cayetano” un hombre trabajador, humilde y "apaliado por la esposa" que cuenta sus anécdotas a media voz para que la mujer no lo escuche, mientras se toca su ojo negro en la última golpiza, ya es una realidad que empieza a quedarse corta, pues hay que decirlo: La violencia femenina deja muertos en su endemoniada carrera en el fortuito cambiar de estos tiempos.

     Pronto ya no será un chiste la ASOMAMAL (Asociación de Maridos Maltratados), pregonada por tanto cuenta-cuentos y humorista cuando relata una anécdota de un marido que vive con una mujer agresiva; asociación de la cual incluso ya existen los primeros reflejos prácticos reales a través de grupos masculinos que se reúnen para hablar de sus experiencias, entre las que se destacan no solo la violencia, sino las consecuencias a nivel sicológico de hombres jóvenes abandonados por sus esposas o compañeras, que se han ido con todo el trasteo y los han dejado con dos y tres hijos en medio de la más absoluta desfachatez y falta de consideración.

     Se incrementan las estadísticas de hombres agredidos, quemados, acuchillados e incluso atropellados con el carro por sus esposas en medio de una gresca familiar en la que el joven esposo trata de calmar los ímpetus de su adorada, pero ella saca a relucir toda su agresividad al mejor estilo de cualquier gamín, el cual se avergonzaría y se sonrojaría al escuchar los epítetos y las groserías que la delicada dama le repite a todo pulmón a su cuestionado amado. Mientras los hijos pequeños lloran y la policía trata de mediar para que la señora, bachiller, universitaria, de buena familia y con un "puestazo en el gobierno", desista de echar a su esposo porque en un momento de ira e intenso dolor en medio de tantas ofensas verbales, el desesperado y agredido hombre, decidió responderle a su esposa que fuera "a comer residuos coprológicos".

     Sin lugar a dudas, son las mujeres las que llevan la peor parte dentro del ciclo de violencia intrafamiliar, lo que es ya considerado como un flagelo, pues en el 2015 un total de 41.055 resultaron heridas y 100 de ellas fueron muertas. En el 2016 43.083 fueron heridas y 122 murieron a manos de sus esposos y compañeros; los hombres no escapan a este tipo de virus social. En ese mismo año murieron 27 y 6.315 resultaron heridos según datos de Medicina Legal, que confirmó que las cifras de violencia contra el hombre se incrementaron en un 9,2% en el 2016.

     En Bogotá en el 2016, resultaron muertos 10 hombres por sus mujeres y 2.655 heridos, las cifras preocupan a las autoridades estupefactas e impotentes que han visto en los últimos meses del 2020 un incremento de casi el 40% en medio del encierro por razones de la pandemia. Ciudades como Barranquilla, Cartagena, Cali, Bucaramanga e Ibagué, registran alzas preocupantes en sus incrementos de violencia de pareja, donde las más afectadas siguen siendo ellas, pero en la realidad, la balanza empieza a buscar el punto medio de equilibrio y aumenta la agresión femenina con tal contundencia que ya se destacan hombres rociados con gasolina y quemados vivos por sus mujeres, quienes también han atacado a machete y han decapitado a dos hombres, según los reportes oficiales.

     Algo que destacan los ofendidos es que en Medicina Legal, una vez los examinan por sus heridas, son enviados al sicólogo forense para que sean ayudados a rehabilitarse de sus traumas y los profesionales se muestran absolutamente imposibilitados para ayudarlos pues dicen estar especializados en ayudar y apoyar mujeres violentadas, lo que quiere decir que el gobierno nacional no cuenta con las herramientas para ayudar a rehabilitar a hombres traumatizados física y sociológicamente por una agresión femenina.

     Otra de las falencias que tiene cualquier tipo de estudio que se emprenda para procesar una investigación al respecto de la violencia de la mujer hacia el hombre, es el silencio absoluto y generalizado que se presenta por parte de los hombres afectados y víctimas del moderno comportamiento de sus mujeres, ya que como secuela del “machismo” los hombres sienten vergüenza pública, es decir, prefieren callar antes que exponer abiertamente que son agredidos por sus esposas o compañeras y con su silencio contribuyen a que se desconozca el alcance real que genera la violencia femenina, la cual, a consideración de entendidos en el tema debería preocupar al Estado colombiano, pues soterradamente dicha violencia femenina viene cargada de afectaciones como la aberración y la crueldad, muy seguramente como consecuencia de la violencia masculina sufrida y “heredada” de abuelas a madres y de madres a hijas.

    Igualmente, las nuevas generaciones de hombres empiezan a sentir las consecuencias de la violencia desmedida contra la mujer sometida por abuelos y padres, lo que los ha convertido en compañeros considerados y respetuosos, actitudes que no alcanzan a aliviar el dolor de sus mujeres afectadas por las irreversibles consecuencias de violencia que las hace transformar de alegres, inteligentes y compulsivas amas de casa y trabajadoras en autenticas fieras a la hora de mediar un conflicto por pequeño que parezca.

     Por ahora y ante la absoluta ineficiencia del gobierno para ayudar a los afectados en esta desbocada violencia intrafamiliar que cada día avanza a pasos agigantados, es bueno recomendar a los afectados que busquen ayuda a través de grupos que se están organizando no solo en la internet y si logran sobrevivir a este encierro por la epidemia, no dejen de buscar consejería y ayuda, ya que lo más importante para cerrar estos ciclos, es lograr rehabilitar y cortar de tajo con la violencia. 

     Y a propósito de cómo manejaban las abuelas con sus sabias enseñanzas cuando decían a las enamoradas jovencitas: 

     “Observa cómo trata tu amado a la mamá, a los hermanos a los sobrinos, a los ancianos, a la servidumbre y hasta como trata al perro y así mismo la tratará a medida que pasen los años” 

     No queda por demás recomendar a las nuevas generaciones de hombres jóvenes enamorados, que antes de irse a vivir con sus amadas, observen bien cómo tratan ellas a la mamá, al papá, a los hermanos, a los subalternos y hasta el perro, seguramente así serán tratados Ustedes dentro de algún tiempo y si todavía están a tiempo, piénselo muy bien y busquen ayuda profesional;  recuerde que en estos tiempos modernos ya ningún cuento de amor termina en “Fueron felices y comieron perdices” muchas de las historias de amor moderno terminan en: “Se fueron a vivir juntos, se dieron pata, puño y fierro y quedó un muerto y un herido”.