En la película dirigida por Steven Spielberg, el guión de Steven Zaillian relata un período de la vida de Oskar Shindler, un empresario alemán que salvó de morir en el holocausto a más de mil judíos polacos durante la Segunda Guerra Mundial.
En la vida real colombiana desde la paz firmada con las FARC la lista de periodistas amenazados de muerte llega a los 583 más 56 ataques contra comunicadores durante protestas cívicas, (según reporta la FLIP) y no hay que olvidar que la cifra de periodistas amenazados hace que nuestra "lista Schindler del periodismo criollo", alcance pronto los mil amenazados; después de haber vivido el violento paro nacional 2021 y a medida que se incrementen las candidaturas presidenciales, se hagan virulentos los debates, se torne bipolar la paz y se consolide la separación absoluta entre malos y más malos.
Si señores, nos hemos convertido en un país de malos que nos defendemos de los más malos; ya la gente buena se fue y los pocos buenos que quedaban, los muy malos con sólo llamarlos “hijueputas, malparidos”, los van pasando a la lista macabra donde solo se espera el momento preciso para darles el tiro de gracia o desaparecerlos, sin dejar rastro.
Y sin que a nadie le importe, sin que absolutamente nadie investigue, la lista de comunicadores amenazados crece silenciosa a la espera de esa expectativa morbosa del inmenso colegaje periodístico, donde aunque suene cruel decirlo, unos esperan la muerte de los otros y otros celebran la muerte de los unos.
Debo confesarlo, intenté en un principio hablar con los periodistas amenazados para narrar con sus propias palabras, todo el dolor y la terronera que uno siente cuando al otro lado de la línea telefónica una voz burlona y malintencionada dispara groserías a diestra y siniestra, las cuales remata finalmente con la frase “vas a morir”.
No fue fácil para mi, escuchar por ejemplo a Daniel Coronell o a Gonzalo Guillen relatar ese mundo de zozobra en el que viven diariamente sumergidos; la misma zozobra que me llevó a irme refugiado para México en el 2007 tras ser avisado por una de mis colaboradoras desde la Fundacion Para El Reencuentro y quien me suplicaba que no fuera a ir a la oficina pues dos hombres que dijeron ser de las FARC me buscaban revólver en mano…
Quise seguir entrevistando a Julian Martinez, a Maria Jimena Duzán, a Daniel Mendoza, a Yineth Bedoya y la verdad, después de haber entrevistado a Daniel Coronell y a Gonzalo Guillen, sentí que me volvería repetitivo contando la misma historia, pues estos curtidos investigadores y reporteros están decididos a morir con tal de defender a como de lugar su verdad.
En ese orden de ideas y sin hablarlo con los protagonistas de amenazas de muerte, estoy seguro que si hablo con Julian, con Maria Jimena, con Daniel, con Yineth o con cualquier periodista de provincia me dirá lo mismo “aquí estoy sí me quieren matar, todo mundo sabe donde trabajo y donde vivo…”
Muy triste que lo quieran matar a uno por defender la verdad, lamentablemente la verdad no tiene un solo dueño porque la verdad tiene tantas aristas como las tiene la mentira y la falsedad. Por esa razón la verdad causa la muerte de tantos inocentes defensores, que sacrifican su vida sin que a nadie le interese, concluyo después de haber hablado con Coronell y con Guillen a los que no les asusta morir y aún mas escalofriante escucharles, sienten que los van a matar en cualquier momento realizando su oficio de reporteros.
Para Daniel Coronell y para Gonzalo Guillen denunciar ante las autoridades que los van a matar les causa risa, pues están seguros que nadie hará nada y que es más el tiempo y el papel que se pierde haciendo una denuncia, de la que irónicamente muchos colegas se reirán y los investigadores oficiales convertirán en burla, como ya les ha sucedido y prefieren no recordar.
Cómo decirle uno a quienes quieren asesinar a Julian, a Maria Jimena, a Daniel o a Gonzalo o a cualquier reportero de la recóndita vereda, que ellos son seres humanos, que tienen familia, que aman la vida, que quieren la paz, que trabajan honestamente buscando la verdad, porque ese es su trabajo. Eso no se puede, no hay cómo hacer cambiar de opinión a un asesino que ya ha tomado la decisión de matarlos.
No puedo negarlo, hoy siento miedo revisar ni teléfono y encontrar en cualquier momento que mataron a Daniel, a Julian o a Gonzalo, ¿eso arreglará algo? Y el mismo Gonzalo Guillen me responde: “No arreglará nada. Pero es el precio que debemos pagar los que abrimos un nuevo camino…” y con esta sentencia, Gonzalo Guillen respira profundo, dibuja una funesta sonrisa cuando le pregunto: ¿Usted se imagina lo que va a pasar sí lo matan? Y sin dejarme terminar la pregunta enfatiza: “Nada, no va a pasar absolutamente nada. Se acordará de mí. Los que me maten celebrarán, otros cuantos se reirán y mis verdaderos amigos tal vez lo sentirán…”
Casi que idéntica fue la respuesta de Daniel Coronell: “Alejito, todo seguirá igual. Los únicos que sentirán mi muerte serán mi esposa y mis hijos, mi familia y mis amigos. De resto todo seguirá igual…”
Aunque suene duro hay que reconocerlo, todo seguirá igual. En un país donde los derechos humanos son el lujo de muy pocos y donde la justicia se compra y se vende al mejor postor, es muy difícil que se pueda controlar la impunidad contra las miles y miles de "Listas de Schindler” que además de comunicadores y trabajadores de los medios se unen a las listas de amenazados como lideres sociales, comunitarios, deportivos, religiosos, vendedores ambulantes, mineros, conductores, campesinos, amas de casa, médicos enfermeras, estudiantes y hasta humoristas, son amenazados de muerte en Colombia entre chiste y chanza.
No quiero sonar fúnebre, ni tampoco ave de mal agüero, pero realmente me preocupa la forma despiadada como los muy malos, se han propuesto exterminar la verdad, la bondad, la humildad, el derecho al trabajo, a la propiedad, a las ideas, al respeto y siguen su carrera infernal y oprobiosa para dar fin a la verdad, venga de donde venga.
De lo fúnebre y agorero pasemos a la vida real: Todos los días siguen matando a diestra y siniestra. Llueve plomo y cuchillo al detal y al por mayor. El país se desangra en medio de una pandemia que también deja luto y su propia lista de muertos, mientras se esperan las investigaciones, se nombran nuevos jueces, se reparten las ganancias de las vacunas que ya estan a la venta; pues, el país no se recupera de esa catarsis en la que camina somnolienta afectada por esa pandemia cruel que deja el virus de la corrupción llamada: impunidad.
Y para la muestra este botón: mientras el anterior fiscal logra archivar toda duda y concepto en su contra por el caso Odebresht, la novela del fiscal Gabriel Jaimes con la que defiende "a patas y manos” al expresidente y senador Alvaro Uribe, nos lleva al séptimo sótano de la barbarie, la miserableza y la indolencia.
Para mi ha sido un gran privilegio el haber conversado con Coronell y con Guillen sobre este escabroso tema en el que los ronda la muerte y aprender de ellos la forma valiente y guerrera como han aprendido a exponerse, sobrevivir, competir y aprender a seguir viviendo en pie de lucha en pos de sus ideales: la verdad. Perdón, su verdad; para que no se enojen los muy malos.