Las Águilas Negras, mito o realidad en un país violento como Colombia

15 Julio, 2019

Por ALEXANDER QUIÑONES

Todos los días oímos el tenebroso nombre Águilas Negras. Salen panfletos en universidades púbicas, en sectores deprimidos de las ciudades y pueblos. Escuchamos en radio, en prensa y hasta en televisión decir que las AN amenazaron a tal o cual persona o sector de la sociedad civil. De tanto oírlas ya parecen un lugar común de nuestro sombrío paisaje. Sin embargo, no hay una sola captura o línea de investigación judicial que indique que este grupo existe realmente. Es un asunto que pone a muchos periodistas y formadores de opinión a reflexionar sobre este sonoro grupo al margen de la ley que atemoriza a los colombianos, sobre todo a los líderes sociales, a los reclamantes de tierras, sindicalistas, líderes estudiantiles, y demás grupos de lucha por los derechos que hay en el país.

Hay que empezar por decir que, para algunos especialistas en el conflicto armado colombiano como Ariel Ávila, es complejo determinar la existencia de esta estructura criminal pues al parecer no tienen una existencia material pero sí una “marca registrada”. Ariel Ávila dejó por escrito en un documento acerca del cual manifestó en su momento que no era público, que:

“…son cinco los grupos armados organizados que las instituciones del Estado registran con seguimientos e identificados: Clan del Golfo, Puntilleros, Pelusos o EPL, disidencias FARC, Oficina o Antigua Oficina de Envigado. Luego hay unos grupos regionales como La Empresa, Los Pachenca o los Pachelly. Pero no aparece ni un registro de combate, captura o algo similar que indique que hay un grupo que se llame Águilas Negras. Sin embargo, los panfletos de las Águilas negras empezaron a aparecer en 2006, cuando estaba terminando la desmovilización paramilitar. Incluso, hubo otros nombres de grupos que se hacían llamar Águilas Doradas, Águilas Blancas, entre otros. (…) Las Águilas Negras no existen como estructura criminal. No hubo ningún registro de campamentos, líderes o comandos armados que revelaran su existencia. En cambio lo que se encontró es que:

  • Algunos grupos criminales, como el Clan del Golfo, cuando van a hacer operaciones criminales que dejen muchos muertos o que sean muy violentos, se ponen el nombre de Águilas Negras para no ser identificados. Esto fue lo que pasó en Norte de Santander en la guerra entre Rastrojos y Urabeños o Clan del Golfo.
  • Hay sectores que están en la legalidad, como supuestos empresarios, políticos o particulares, que contratan sicarios para asesinar o amedrantar personas, y se hacen colocar el nombre de Águilas Negras. Es decir, Colombia ha generado unos mercenarios ilegales que se utilizan como grupos privados de seguridad.”

En este mismo documento también se menciona que hay evidencias de que tanto agentes institucionales como individuos particulares utilizan panfletos con el nombre de Águilas Negras para amedrentar comunidades. Se concluye también que en la mayoría de los casos la utilización del nombre de Águilas Negras tiene fines políticos.

Algunas personas que habitan las zonas de influencia de estas estructuras criminales dicen que las Águilas Negras existen y toman este nombre para amenazar, asesinar y crear terror. Hablé personalmente con un ganadero de la región del sur del Cesar, que por motivos de seguridad prefiere no revelar su nombre; me dijo que las Águilas Negras sí existen, que para él lo que sucede es que mudan de nombre para escapar del radar de las autoridades. Son grupos apoyados por un sector de la política nacional, por el narcotráfico, por los ganaderos y se financian con la extorsión.

La prensa independiente ha hecho seguimiento a estos grupos y ha querido mostrar lo que ha hallado, sin embargo, no es fácil de hacer. Cada vez que es asesinado o amenazado un líder social, sale a relucir este tenebroso nombre. La sociedad civil ha exigido a las autoridades y al gobierno que investiguen y muestren responsables de estas estructuras ilegales de las cuales su mayor poder es tal vez justamente que son indetectables e invisibles. La estrategia del silencio les ha funcionado, como cuando el país es el mayor productor de desplazados internos del planeta, llegando a la escabrosa cifra de 8 millones, y la mayoría vive pendiente más de Venezuela que de lo que sucede en su propio territorio. Esto sucede porque quienes son responsables del fenómeno del desplazamiento saben que la mejor forma de pasar desapercibidos es que nadie hable de esto, ni siquiera quienes lo padecen, y así les quitan incluso este derecho a las víctimas. no resulta difícil de creer que su nombre sea utilizado convenientemente por personas con cierto poder que desean intimidar y silenciar a uno u otro sector de la sociedad como lo son los sindicalistas y líderes estudiantiles.

También sabemos que las Águilas Negras a quienes más atacan son a los reclamantes de tierra como parece que sucedió con María del Pilar Hurtado, uno de los casos más recientes. Hurtado había invadido un lote de propiedad de la familia Otero (nada más y nada menos que la familia del alcalde del municipio de Tierralta) y había sido amenazada por las Águilas Negras; posteriormente fue asesinada delante de sus hijos. Este caso conmocionó (momentáneamente) a Colombia por la crueldad e infamia de la que fue víctima un niño de tan solo nueve años.

Existan o no las Águilas Negras logran su cometido: aterrorizar a la población civil, sobre manera a la más vulnerable.