La rebelión se generaliza

05 Mayo, 2021

Por RICARDO SÁNCHEZ ÁNGEL*

Lo que está sucediendo en Colombia, desde el 28 de abril, es algo más que un paro nacional, con cese de actividades y protesta ciudadana. Lo que vivimos es una huelga de masas en la ciudad y el campo, en los resguardos y selvas, en sus ríos y montañas, en capitales y municipios. En la vasta geografía del país, las gentes del común rompieron la militarización, las prohibiciones, las amenazas, los chantajes. Superaron la censura, las falsas noticias, la confusión, los vaticinios apocalípticos del uribato sobre la violencia y el caos. Aunque se está pagando un costo alto. Los muertos pasan el número de treinta, siendo Cali la ciudad más martirizada, en cuanto epicentro de esta rebelión, que tiene la solidaridad internacional.

El estimativo de la movilización se calcula entre siete a diez millones de personas, y crece la audiencia, porque continua la digna rabia, como denominan jóvenes de la Universidad del Valle a esa postura vital. La reforma tributaria fue solo el florero de Llorente, el detonador de una inconformidad enriquecida por la rebelión que tuvo su pico más alto en el 2019, y que lo interrumpió la pandemia y el despliegue autoritario del biopoder, con su expresión de Estado policía. En el 2020, fue el Gobierno de la Policía y el ESMAD, como agentes del bonapartismo presidencial, en las ciudades, en sus calles y en la vida cotidiana. La rebeldía en curso se plegó como resistencia profunda, con eventuales irrupciones de protesta, pero continuó como el viejo topo, taladrando el subsuelo de la cárcel global de la pseudocuarentena, hasta reaparecer con ímpetu y paso erguido en estos días de lluvia e inundaciones, de hambre y desolación, que demuelen nuestras vidas.

La gente salió porque está desesperada, porque entiende que la pandemia, además de ser mortífera en grado sumo, tiene unas causas sociales y de biopoder que la expanden, y que, solo ejerciendo los derechos, podrá encontrar lo urgente: vacuna universal gratuita ya, salud pública preventiva y curativa como primera estrategia, abolición del hambre y del abandono… Los que creen que, por ignorancia e insensatez, se están realizando las protestas, soslayan que, el día 28 de abril, se superaron los quinientos muertos por la COVID-19, sin que la movilización tuviera que ver nada con ello. Todos a una, la mayoría jóvenes, afirmaron su dignidad y tienen la solidaridad de los adultos en sus familias, que también acuden a las marchas.  

“Solo la lucha os hará libres y felices” está como convicción en una juventud que carece de futuro: sin oportunidades, sin educación de calidad y gratuita para todos, sin salud garantizada. Atrapados, sin salida, en la debacle de la civilización capitalista. Lo que está ocurriendo aquí, en América Latina y en el mundo tiene que ver con el desencanto neoliberal y sus promesas de exitismo, incluyendo la religión del dinero. Los jóvenes tienen conciencia de salvar la natura de la creciente grieta metabólica con la sociedad, abolir las guerras y, de manera principal, detener la matanza de indígenas, negros, campesinos, líderes sociales y de derechos humanos. Abolir el feminicidio, que campea por doquier.

En un artículo para Un Pasquín, “La renuncia de Duque y Marta Lucía” (19 de febrero del 2020), a propósito de la rebelión del 2019, propuse la renuncia de Duque y Marta Lucía, con elecciones anticipadas. Porque el Gobierno es parte principal del problema, y no de las soluciones. Hoy reitero esta propuesta como una alternativa constitucional que encause la inconformidad democrática y evite lo que quiere el uribato: militarización, hacer invivible la república, como en los tiempos de Laureano Gómez, porque esta es la política que impulsa el gran Burundú Burundá. Esta ambición del uribato, de triunfar, daría lugar al pleno bonapartismo presidencial, conculcando las libertades y los derechos, un golpe de Estado con maquillaje, con el Congreso como comparsa, para continuar el modelo neoliberal y profundizar las políticas antisociales. Creo no equivocarme, pero de esa gravedad es la situación que estamos encarando. Por ello, es necesario reafirmar la calle y la plaza como escenarios de la democracia, donde las mujeres, tal como lo confirman las movilizaciones, encabezan las luchas. Antígona está en las calles.

Álvaro Uribe, como presidente en cuerpo ajeno de Duque, no ha retirado la reforma tributaria. Ha sido la huelga general de masas la que tumbó el esperpento de marras, al igual que al ministro Carrasquilla. La situación exige una política unificada en torno al reemplazo del Gobierno, mediante elecciones generales anticipadas para gestionar las salidas democráticas y constitucionales a la crisis.