La navidad o el festival de las medias «malucas»

30 Noviembre, 2020

Por MARÍA MERCEDES SEGURA AYALA

«Arbolito de navidad que siempre florece los 24, pararara rara rará, parararara rara rará. No le vayas a dar juguete a mi cariñito que es un ingrato». Tremenda obra teatral representamos en diciembre. La noche de las velitas abre el telón: cuánto dinero quemado en pólvora, cuánta gente quemada con ese dinero; por fortuna, ese número ha disminuido. Luego empiezan las novenas, reuniones por lo general nocturnas con buñuelos y natilla por aquí y por allá, con los amigos, los compañeros de oficina, familiares y vecinos; y en todas, el elemento común: tantos años leyendo lo mismo y todavía no aprendemos a hacerlo bien. Es increíble escuchar tanto disparate junto intentando hacer una pronunciación digna del «Benignísimo Dios que tanto amasteis a los hombres» o del «padre putativo de Jesús».

De día el asunto no es mejor: miles de clientes en calles y almacenes comprando ropa para obedecer a la imposición social del «estrene navideño» y buscando regalos para cada uno de sus acompañantes en la celebración de la navidad. Este sí que es un asunto contradictorio: hay que dar un obsequio a cada uno, aún a sabiendas de que muchos de estos irán a parar «donde habita el Olvido». Por fin, la noche del 24: la medianoche, la cena, mucha gente, nuestra familia, la familia política, la familia política de la familia política, todos están ahí. Habrá pavo, lechona, ajiaco, pernil de cerdo, da igual: muchos animalitos morirán para ser devorados por tanto caníbal junto. Y a abrir los regalos se dijo (para mis adentros pensaba: ojalá los anuncie alguien que sepa leer de corrido). Por lo general serán una o dos horas larrrrrrgas en esta repartición; espero que esta vez las medias «malucas» alcancen para todos. A esas alturas ya quiero ir a roncar a mi casa, pero ¿cómo pensar en descansar si la pólvora, la algarabía y, sobre todo, Joselito con sus inacabables cincuenta no dejan de sonar?

Por fin, amanece, cayeron vencidos. Y a preparar el otro gran acto de la época navideña. Seis días para llegar al fin de año: el 31 de diciembre que viene siempre con los sahumerios, Joselito y sus inmortales e inmarcesibles cincuenta, las uvas, las espigas, las flores amarillas, los calzones amarillos y muchos más animalitos dando la vida para el festín. Otra gran cena y abrazos a conocidos y extraños, y muchos fingidos buenos deseos. Además, la repetición de la repetidera de los mismos propósitos para el año venidero, que lo único que nos demuestra es lo descaradamente mentirosos que podemos llegar a ser con nosotros mismos. Lo que sí ha cambiado en diciembre con la llegada de la virtualidad es que ahora también tenemos mensajes escritos de año nuevo. Ojalá todo el mundo encuentre la “ñ” en su teclado. “FELIZ ANO NUEVO”, me han deseado varias personas. Y me pregunto, ¿para qué quiero yo uno nuevo si el que tengo me funciona? Ahora sí, por fin, por fin puedo decir: LO MEJOR DE LA NAVIDAD… ES CUANDO SE ACABA.