La muerte de Víctor Jara

03 Septiembre, 2023

Por LUCERO MARTÍNEZ KASAB*

 El pintor español Francisco de Goya tiene un cuadro tremendo, Saturno devorando a su hijo (1823) donde se ve al inmenso monstruo enloquecido que ya se le ha comido la cabeza a su hijo y tanto le hunde los dedos en la espalda que de la carne le fluye sangre. No encuentro simbolismo más exacto para representar lo que han sido los gobiernos asesinos de los artistas, ahora que es noticia la condena de siete exmilitares que asesinaron al poeta Víctor Jara a tan solo cinco días del golpe de Estado de Pinochet y de haber asesinado al presidente socialista Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973.

Es lo fascinante de los mitos que, al ser relatos racionales con base en símbolos, resisten las interpretaciones que los humanos en diferentes tiempos podemos hacer de ellos, entonces, mirando este cuadro veo el horror de una parte de la sociedad que devora lo que aún no nos hemos dado cuenta que debe ser sagrado: el poeta, el que inspirado o inspirada se dedica a entregarle a los demás el cultivo de las letras, de la música, de la danza, de todas las artes como elevación del espíritu lanzándose en busca de la verdad…,ah, y por eso los asesinan, porque dicen la verdad.

Los artistas, con contadas excepciones deshonrosas, como la de William Ospina en Colombia, son uno solo con su obra y su posición política, a través de ellas y de su propia vida se enfrentan contra el poder que doblega, antes con cadenas físicas, ahora, invisibles, por eso, tan complejas de identificar y de cortar por parte del pueblo. El poeta, la artista, no lo saben y tampoco nosotros somos muy conscientes de que son ellos quienes llenan de vida los espacios infinitos donde nos movemos; vida que los regímenes totalitarios desprecian porque se nutren de los objetos inanimados. 

De pronto, supimos lo que era un monstruo devorando a un ser humano: estábamos en una fiesta de estudiantes universitarios primíparos y junto con las canciones del Joe Arroyo, de Alfredo Gutiérrez, de Juancho Polo Valencia alguien colocó Te recuerdo Amanda con la guitarra y la voz de Víctor Jara…, nos quedamos en silencio escuchándola, quien la colocó era mucho mayor que nosotros, lamentándose dijo, lo asesinó la Junta Militar de Pinochet.  Entonces, dejamos correr en silencio la canción melancólica que cuenta la historia de Amanda, una mujer que sale al encuentro de su pareja, un obrero, Manuel, con tan sólo cinco minutos para verse. El ritmo de la canción, la voz dulce de Víctor Jara, la guitarra leve, apesadumbrada, trasmite toda la intensidad del anhelo de Amanda en su carrera por la calle hacia una fábrica, con su cabello mojado para verlo a él, a él, a él en unos minutos eternos.

El historiador Mario Amorós cuenta en la biografía de Víctor Jara La vida es eterna que fue asesinado en el Estadio Chile, el que hoy lleva su nombre y que antes de ser acribillado fue torturado en el sótano del edificio, le dieron patadas, golpes por el rostro y todo el cuerpo rompiéndole las costillas con gran odio y palabras llenas de insultos hacia su compromiso político y sus canciones. Su mujer, Joan Jara, encontró sus restos llenos de orificios de balas, desfigurado, las manos crispadas, la cabeza ensangrentada, el cuerpo todo distorsionado. No fue verdad que le hubieran cortado las manos como nos dijeron, pero no hubo necesidad de más saña para que su nombre fuera la historia de un mártir latinoamericano sacrificado  por ser un poeta de la denuncia. El mensaje fue: no más manos tocando guitarra, no más cantores del pueblo haciendo denuncias, no más gente pensando porque, nos los comeremos vivos.  

La tortura y asesinato de Víctor Jara conmocionó al mundo artístico latinoamericano que ya tenía como referente la persecución en España de sus poetas como sucedió con Federico García Lorca quien fue fusilado en 1936, por ¨haber hecho más daño con su pluma que otros con las pistolas¨ dijo quien lo acusó de ser espía y propició su detención. Como persiguieron, torturaron y encarcelaron hasta la muerte al otro poeta de palabras aladas, Miguel Hernández.

España, si se trata de llamarla madre patria no sería por la invasión que nos hicieron, sino porque es la madre de la crueldad latinoamericana y paradójicamente, de un hermoso idioma que utilizó Víctor Jara para la canción El Arado con una melodía andina, su guitarra con las manos que quedarían crispadas y su voz trémula al cantar vuelan mariposas/ cantan grillos/ la piel se me pone negra / Y el sol brilla, brilla, brilla / el sudor me hace surcos/ yo hago surcos en la tierra sin parar…, no hay una canción sobre el campo más conmovedora. En 2015 en el Victoria Hall en Ginebra, Suiza, se le rindió un homenaje con esta composición que enchumba los ojos, un maestro de la guitarra y dos tenores hicieron estallar de aplausos al auditorio.

Los regímenes totalitarios no soportan las inquietudes del corazón y de la razón de los poetas porque, nadie como ellos para fijar los ojos en los hechos y lanzar al mundo su pensamiento. Víctor Jara alcanzó a escribir su último poema Estadio Chile días después de haber recibido un culatazo en medio del ¨yo te enseñaré, hijo de puta, a cantar canciones chilenas, no comunistas…¨ del oficial que lo recibió en el estadio. Cuenta Boris Navia, otro de los detenidos, que el cantautor no se quejó, esa cabeza rota llenando de sangre sus cabellos, su frente, sus ojos, ese rostro campesino mirando a su torturador le quedaría grabada para siempre en la retina. Saturno devorando a su hijo. Resistiendo torturas, Boris Navia, salva el poema de Víctor Jara ¡Qué espanto causa el rostro del fascismo! /llevan a cabo sus planes / con precisión artera sin importarles nada / La sangre para ellos son medallas / la matanza es acto de heroísmo (…) Espanto como el que vivo / como el que muero / espanto / de verme entre tantos y tantos / momentos de infinito / en que el silencio y el grito / son las metas de este canto. Víctor Jara, cantor de la tierra, si tú supieras cuántos campesinos sintieron el espanto de ser devorados vivos, cuántas medallas de sangre en Colombia se colgaron en sus pechos nuestros generales.

 

* Psicóloga. Magíster en Filosofía - Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.