Iván Marquez regresó a la guerra y no pude abrazarlo…

08 Mayo, 2020

Por ALEJANDRO MUÑOZ GARZÓN

Hace un año llamé a Daisy para informarle que su hermano al que buscaba como Luciano Marin, en realidad era Ivan Marquez comandante de las FARC en ese momento en etapa de tregua con el gobierno que buscaba una paz negociada en Cuba.

Daisy guardó silencio por casi un minuto y finalmente dijo con voz ahogada por la emoción y el llanto:

- Está seguro don Alejandro que ese es mi hermanito? Usted ya le habló de mí? Ya le dijo que lo estoy buscando?

Tuve que contarle a Daisy las miles de peripecias que hice a lo largo de un año de investigaciones y lo más difícil, buscar la ayuda de varios colegas amigos entre ellos Gonzalo Guillen para hacer llegar el mensaje al comandante guerrillero, de que una hermana suya lo estaba buscando.

Por fin después de tramitar muchas cartas y hacer bastante “lobby" finalmente el mismo Ivan Marquez fue enterado de mi búsqueda y tras leer la carta en la que le contaba que su hermana Daisy enferma de cáncer esperaba poder abrazarlo con afecto; en tono amable y cuidadoso dijo:

- "No tengo una hermana con ese nombre. Eso no quiere decir que no exista... Yo no recuerdo nada, pero no descarto que sea cierto, por la insistencia de su búsqueda... Gracias por informarme y por dejarme pensar qué es lo que debo hacer ...( ? )”

Desde ese momento creció en Daisy un doble sentimiento entre alegría y angustia por saber que tal vez, a lo mejor, probablemente, puede ser posible que después de más de 40 años, por fin podría abrazar a su querido hermano Luciano, el mismo al que veía irse a la escuela, mientras ella muy niña debía tender las camas y ayudar en la cocina de la familia Marín, a donde la madre la dejaba ir para evitar los regaños del padre de la niña, la misma que hoy muy enferma sólo espera un abrazo después de haber soportado muchas guerras y espera ganar la más dura de sus batallas personales que cualquiera pensaría es el cáncer que padece; pero para ella lo primero en su universo es: "Encontrar a mi querido hermano Luciano..."

Interrumpo el sueño de Daisy para preguntarle sí ha vuelto a saber algo de su cáncer y ella entre sonrisas y rezos me comenta:

- La verdad sea dicha, no volví a practicarme exámenes ni a tomar medicinas, primero porque la noticia de la aparición de mi hermano me dio fuerzas para olvidarme del cáncer, segundo porque pedir atención a una EPS en estos pueblos olvidados por el gobierno son una verdadera lotería y tercero, porque llegó esto de la pandemia y hay que esperar con paciencia la muerte o lo que venga según Dios nos tenga destinado...

Daisy vuelve a sonreír y calla en medio de cada reflexión y guarda la esperanza de que su hermano hoy Ivan Marquez, tenga en su corazón la bondad del seminarista que ella supo se convertiría, cuando su padre lo envió a estudiar interno al seminario de Florencia en el Caquetá, donde lo volverían un cura, con sotana y todo hace más de 40 años.

- Para nuestro padre era un verdadero orgullo y motivo de ostentación entre familiares, vecinos y amigos confirmar que su hijo sería un sacerdote. Pero la alegría no le duró mucho a mi padre, porque mi hermano Luciano se escapó del seminario y fue terrible para él cuando unos amigos le contaron que tal vez lo habían matado en la selva…

Jamás volvió a saberse nada de Luciano; aún así, Daisy su hermana no lo olvidó y mucho menos dejó de esperarlo y hoy muy a pesar de haberlo encontrado, lo sigue esperando, pues pareciera que en sus vidas siempre hay una disculpa que deja la puerta abierta a un posible reencuentro.

Hoy un año después el gobierno cambió y con ese cambio también cambiaron los pensamientos del seminarista ahora comandante guerrillero, quien pese a los acuerdos firmados y a las promesas hechas, decidió volver a escaparse, como en los tiempos de la sotana y el bonete; esta vez Luciano convertido en Ivan tomó las armas y volvió a saltar las reglas para perderse en la jungla y retomar la guerra al otro lado de la frontera. Y para Daisy ahora su drama en la espera se multiplica por dos, pues gracias a esa guerra sin sentido puede perder un hermano que hace 40 años no conoce y de ñapa puede perder a su hijo quien recién se ha enlistado en el ejercito...

- Solo le pido a Dios que no permita que mi hermano y mi hijo el que está en el ejercito, se enfrenten a tiros junto a la frontera. Se imagina que el destino me hiciera eso? Yo se lo repito a cada rato a mi hijo militar: Mijo Usted le dispararía a mi hermano, su propio tío? Pero el no me contesta solo sonríe y me dice que no piense en eso…

Este año de espera he reflexionado junto a Daisy sobre el drama de la guerra que viven desde la humildad y la pobreza miles de familias Colombianas, una guerra en la que los muertos los ponen ellos, a tiros, por falta de atención medica o simple y llanamente de hambre por absoluto descuido del Estado.

Porque mientras Daisy sigue esperando de su hermano un abrazo que tal vez nunca llegue, también sigue esperando esa cita oncológica para que ella tenga atención y tal vez una quimioterapia, al igual que siguen esperando los mercados y la ayuda alimentaria en su pueblo donde según ella me cuenta:

- … se pierde la cuenta de los que tienen necesidades cuando comienza uno a contar las banderitas rojas colgadas en puertas y ventanas de tanto rancho pobre y hambriento...

No nos corresponde juzgar a Luciano hoy Ivan Marquez, porque estoy seguro que todo el que esta leyendo este drama que ha vivido su hermana Daisy esperándolo, ya deben tener lista la artillería pesada y todos los argumentos habidos y por haber para cuestionarlo; sin pensar por un instante, que en sus propias casas pueden tener un ser querido desaparecido, al cual se espera sin importar lo que hoy sea o haya hecho.

Cuántos en esta cuarentena obligada por las circunstancias han recordado a ese hijo, hermano, padre, abuelo, sobrino del que jamás volvió a saberse nada, el mismo que se perdió entre los odios familiares, el desprecio de unos y el amor disfrazado de ’no me cuerdo” pero que aún en estos tiempos de guerra, de hambre y de tanta corrupción, queremos volver a ver, sin importar lo que pase.

Hablamos de violencia y nos rasgamos las vestiduras señalando a unos y a otros por la ruina de nuestro pueblo, pero tenemos a nuestro haber la responsabilidad de 16 millones de padres abandónicos, en realidad irresponsables hechos en hogares violentos; 4 millones de mujeres son buscadas por sus hijos, tras ser separadas bajo amenaza o robo de sus crios, separadas a patadas, groserías y crueldad incluso por sus propios familiares; 3 millones de hombres y mujeres buscan uno o varios hermanos separados y perdidos por lo mismo de siempre: violencia de sus propios familiares y otros 3 millones de angustiados compatriotas (*FIPER), buscan hijos que muchas veces dejaron en aquella juventud remota cuando no sabían lo que hacían y hoy necesitan a ese hijo para que los ayude a morir en paz con sus conciencias o muchos otros buscan a sus hijos para que no crean todo lo que les dijeron sus madres y familiares y que no es cierto.

Como podemos ver, cuando se trata de injusticia, corrupción y violencia, de puertas para dentro en cada familia, no se sabe y nadie dice “de a cuánto nos toca?”...

Atrás quedó el comandante guerrillero Ivan que hoy vive en el exilio de su violencia aprendida, mientras que Luciano por un instante volvió a ser un ser humano; tal vez mi carta en su momento sembró en su alma una posibilidad remota de afecto y la sonrisa que dibujó su rostro circunspecto, buscó una luz al final de su corazón, tal vez la misma luz que muchos otros violentos que hoy son gobernantes, profesionales, campesinos, obreros, militares, estudiantes o simples sobrevivientes de sus familias, encienden en sus corazones en este instante con la esperanza de encontrar ese ser de nuestra propia sangre que parece ya no importarnos, que matamos muchas veces en nuestros pensamientos pero que sigue vivo con más fuerza que nunca en nuestros propios sentimientos.

Iván Marquez y Daisy su hermana olvidada; son sin duda alguna, protagonistas de una historia oculta entre la miserableza de la violencia intrafamiliar; una historia que resucita por instantes y empieza a brillar con fuerza como la luz misma de esa paz que todos anhelamos, pero que por tanta injusticia, corrupción y tanta guerra, aquellos que sufren una desaparición, tratan en vano de olvidarla para no atormentarse ...

(*FIPER) Cifras de desaparición familiar tamizadas y avaladas por investigaciones de la FUNDACION INTERNACIONAL PARA EL REENCUENTRO y Estudiantes de Psicología de la Universidad Santo Tomás. Bogotá Junio de 2011.