Hidroituango y los dioses de la tierra

13 Diciembre, 2021

Por LUCERO MARTÍNEZ KASAB

¿De qué otra manera hubiera resuelto el humano primitivo el acertijo de ver el sol haciéndole brotar el alimento de la tierra sin imaginar que esa luz radiante era un ser bueno que lo protegía como un dios? Lo resolvió de la forma más pura, la de hallarse ante un ser superior a sí mismo. De esta suerte se reconoce habitante de la Tierra y a sus dioses en el cielo. Agradecido los adoraba sin verlos, tanto, que ser escogido para un sacrificio era visto como un honor; la vida de uno por la vida del Todo.

     Los humanos ante los dioses se igualaron entre sí porque asumieron la condición original de indefensión que precisa de las divinidades para vivir. Los dioses explican lo trascendental inaprensible de la vida y de la muerte. Sin embargo, también es histórico el sujeto descreído de las divinidades, otro misterio de la vida, que se aparta de la humilde condición de saber que no todo se lo merece; negando que recibe dones de la fortuna. De este modo la abundancia de alimentos, de pieles, de bebidas, de tierras no se las debe a nadie más que así mismo, a su propia avidez y codicia sin un dios que lo ampare. Atila, rey de los Hunos; Calígula, emperador romano sometedores del mundo bajo sus pasos o de sus caballos.

     Milenios han de seguir rodando para que el germen de hombres como estos construya una cultura que se esparcirá por el mundo caracterizada por la ambición, la codicia y el atropello que llegará hasta América. España, comandará la barbarie sobre un pueblo allende el Océano Atlántico. Alemania, proclamará con Lutero que el humano es malo y egoísta. Inglaterra, dará las bases ideológicas políticas para sembrar el individualismo con Locke y Hobbes contra la visión original de los pueblos americanos ancestrales de ser, ante todo, comunitarios. Se va alejando el humano de sus dioses buenos en el cielo.

      No obstante, desde la mítica figura hebrea de un Jesús que decía “ama a tu prójimo como a ti mismo” pasando por el sueño de libertad que les hizo vivir Espartaco a los esclavos en la misma Roma; de un San Pablo que con su Carta a los Romanos  cuestiona la legitimidad de la ley por encima de un pueblo que sufre; por Gandhi, Martín Luther King, Mandela, Rigoberta Menchú todos, defensores de la humanidad de los humanos se mantiene el espíritu colectivo, el que le ha permitido al humano mantenerse vivo como especie durante millones de años; ofreciendo resistencia,  luchando contra la entronización de esos otros modelos ideales, tratando de poner de pie lo que los bárbaros han puesto de cabeza: lo verdadero es el amor del humano por el humano. Y entre ellos, Carl Marx, quien ha resistido la incomprensión del Siglo XX a manos de una Revolución que usó su legado para someter a los rusos y la de un sistema económico que al verse cuestionado en su hipócrita religión no le ha perdonado la verdad filosófica, económica y política narrada en su insigne libro El Capital: que volvieron dioses de la Tierra al mercado, a la propiedad privada, al lujo, al Estado, al dinero por encima de lo humano mientras se olvidaban de los dioses del cielo.

        Y si proliferan los bárbaros dominadores en todos los territorios detrás de la delincuencia organizada alrededor de la política, de las empresas multinacionales, de la banca mundial existen también los defensores de los Derechos Humanos; defensores del alma detrás de los procesos policiales, de los allanamientos, de las capturas, de los desplazamientos forzados y que en Colombia ya son ciento treinta los asesinados en el 2021. Como lo fue el defensor Jesús María Valle en 1998 cuyo nombre e historia hoy emergen detrás del desastre humano, ecológico y financiero de Hidroituango que, con la voracidad por el dinero de una élite antioqueña y con la soberbia de la “razón científica” plantearon con la facilidad de un trazo en el papel que la existencia de los moradores de esa región con sus relaciones sociales, culturales, ecológicas;  que, la biodiversidad de la fauna y la flora; que todo un río como el Cauca se podían intervenir impunemente sin hacer una monstruosidad y que hoy esparce un olor a muerte que ronda a un candidato a la Presidencia de Colombia.

        Jesús María Valle, abogado defensor del concepto del humano como ser supremo para el humano quiso poner de pie lo que el narcotráfico y el paramilitarismo de las Convivir y el Proyecto de Hidroituango pusieron patas arriba cometiendo los dos más grandes crímenes denunciados por Carl Marx, y que están llevando al suicidio colectivo a la humanidad: la dominación de la naturaleza y la explotación del hombre o la explotación de la naturaleza y la dominación del hombre. Lo asesinaron porque defendió la angustia del campesinado de Ituango, su pueblo natal, ante el acorralamiento de los sanguinarios funcionarios del Estado. Defendió la justicia social, la misericordia, la libertad que nos vienen de los dioses del cielo, determinaciones divinas a las que la élite política envilecida les da la espalda, las esconde para, a cambio, adorar la corrupción, el terror, el crimen, dioses hechos con sus manos aquí en la Tierra, mientras se santiguan ante las Iglesias con sus corazones vacíos de humanidad.  

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