González Airlines: el exclusivo vuelo de la familia del general

30 Marzo, 2021
  • Un vuelo oficial partió de Florencia, Caquetá, a Bogotá en vísperas de navidad pandémica. Viajaban la esposa del general de la Policía Julio César González Bedoya, su hija, un acompañante y dos perros. Una de las mascotas se vomitó. Bajaron a dos policías porque “no cabían”. Bienvenidos a González Airlines, en donde usted exige su asiento y acomoda a su perro en una silla si es cercano a mi general. Tome asiento y disfrute el viaje.

     

Por CUESTIÓN PÚBLICA

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El vuelo partió de Florencia el 21 de diciembre de 2020 a las 10:00 de la mañana. Era lunes. Ese fin de semana se había llevado a cabo una audiencia pública ambiental para discutir sobre el polémico regreso de la aspersión aérea con glifosato, así que varios representantes de los ministerios de Justicia y de Defensa, de la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) y de la Policía Antinarcóticos esperaban devolverse a Bogotá como estaba programado.

Faltaban tres días para navidad. Pero no todos regresaron ese día. Según dos fuentes que estaban en el lugar, “dos suboficiales que apoyaban a la Policía Antinarcóticos en la audiencia” tuvieron que bajarse del avión por “órdenes de un coronel” para cederles su lugar a la esposa del general González, a su hija y a un acompañante de ellas y dos animales domésticos.

¿Usted no sabe quién soy yo? 

Todo empezó cuando la esposa del general, Carmen Lucia López Franco, quien trabajó en la Contraloría General de la República en 2019, su hija, dos mascotas y un acompañante abordaron el avión Dash 8-300 con matrícula PNC0248 de la Policía Nacional. Se trata de un avión pequeño con capacidad para transportar unos 50 pasajeros y cinco tripulantes. 

Al entrar, el acompañante de las dos mujeres le dijo a una persona de la tripulación que si quería evitar problemas se acordara que ellos habían indicado que se sentarían en cuatro sillas de la parte de adelante, según narró una de las fuentes consultadas por CP, que pidió reserva por miedo a represalias.

¿Para qué cuatro sillas si solo eran tres personas? La silla sobrante era para el perro que iba en guacal.

Por esa razón, las personas que ya estaban sentadas en la parte delantera del avión tuvieron que pararse y cambiar de lugares. Ahí fue cuando los dos funcionarios de la Policía tuvieron que bajarse porque “no cabían”. Al percatarse del hecho, uno de los agentes de la tripulación le pidió el favor a la señora de que pusiera al perro en el piso. El acompañante respondió a la defensiva alegando que había sido grosero, que respetara y que se iba a quejar con sus superiores de aviación en Bogotá. 

Algunos testigos del hecho pudieron notar la preocupación del tripulante, al punto de que uno de sus compañeros le preguntó a un general que formaba parte de los pasajeros que si tenía cupo en su división por si lo llegaban a sancionar.