Excarcelación Masiva

20 Marzo, 2020

Por JUAN TRUJILLO

Muchos afirman que el mundo jamás volverá a ser el mismo después de ésta pandemia planetaria. Ya estamos viendo un cambio drástico de estilo de vida, forzado por el brote de una cepa, que ha obligado a la población a recluirse en casa. Quizás tengan razón y sea el fin del mundo tal como lo conocemos, para dar comienzo a uno nuevo. Y tal vez, por donde debería empezar el cambio, es por abolir el encarcelamiento de seres humanos.

No es descabellado pensar en la estrategia de control Problema-Reacción-Solución. En un abrir y cerrar de ojos la especie humana se sumergió en el problema de la extinción, provocado por una repentina pandemia mutante. La reacción del público no se ha hecho esperar. Nos hemos llenado de pánico y le hemos exigido a los gobiernos que actúen de inmediato. Ya en la tercera fase, las autoridades están recogiendo el clamor por ofrecer la solución al problema.

Nos encontramos en el comienzo de la etapa 3, cuya primera solución es aislarnos en casa y aceptar con gusto un “estado de sitio mundial”. Y en efecto, lo aceptamos sin objeción, pues la sola cercanía física con el infectado, es vehículo de transmisión viral. Pasaríamos por verdaderos canallas –y hasta por criminales- de no aceptar el confinamiento en casa y por no suplicar que nos implanten la sofisticada vacuna que algún día llegará.

El pánico aceleró que traslademos nuestras vidas a las cámaras, las universidades a las video clases, los trabajos a las tele-conferencias y las relaciones humanas a los ciber contactos. Y con ello estamos presenciando el nacimiento del ´Homo videns´, para el cual la tele-imagen cobra mayor valor que lo tangible.

Se termina la resistencia a proteger nuestra intimidad, pues aceptamos sin discusión la invasión de la vida privada en el corazón de nuestros hogares, el reconocimiento biométrico sin resistencia alguna, la hiper-vigilancia en su esplendor, la mutación de la moneda al dinero digital y la vida social al mundo virtual.

Michel Foucault intuyó que nuestra vieja sociedad disciplinaria se encontraba en el ocaso. Según Foucault, el culto a las instituciones de encierro, como la universidad, la cárcel, el hospital y el asilo, estaba llegando a su fin.

Deleuze también alcanzó a decir, que todos los centros de encierro atravesaban una crisis y que las autoridades sabían que en cierto plazo estas se acabarían. Solo se trataba de cuestión de tiempo para que se instalaran las nuevas fuerzas de control, las tecnológicas.

Y en ese puente por el que transitamos, del mundo sólido de las instituciones de encierro al mundo líquido de la vigilancia invisible; sin duda estamos más cerca del punto de llegada que del que partimos. Nos hemos alineando con el derrumbamiento de las viejas estructuras, por lo que hoy, a muchos nos choca que algunos sigan clamando cárcel, en una sociedad capitalista agotada de sí misma.

Lo más preocupante, es que con pandemias o sin ellas, nuestro país se encuentra desde hace décadas en un estado de cosas inconstitucional en materia carcelaria, por el hacinamiento y las precarias condiciones sanitarias, higiénicas y de seguridad.

Si reconocemos que nuestra sociedad disciplinaria es un fracaso, que no pudo cumplir siquiera con el deber de garantizar la higiene y salud de los reclusos; entonces debemos tomar decisiones rápidas para evitar una mortandad sin precedentes, con la propagación de la pandemia en los centros penitenciarios.

Si la agenda geo-política y la fuerza incontenible de la historia, nos obligan a readaptarnos a un nuevo orden, con un omnipoder que nos vigila en nuestras alcobas, con tecnología y la mentada inteligencia artificial; entonces que éste virus sirva para derribar de una vez por todas los muros de la vejación en la que se encuentran miles de personas en cárceles del país.

Exijamos el fin del infame panóptico y replanteemos el derecho a la libertad y sus límites, en un Estado hiper-vigilante que facilite urgentemente la excarcelación masiva.

#ExcarcelacionMasiva