Elecciones 2022, crisis en la cumbre del régimen mafioso

10 Febrero, 2022

Por JOSÉ ARNULFO BAYONA*

Las elecciones para cambiar presidente y elegir senadores y representantes para el próximo cuatrienio, se realizarán entre marzo y mayo de este año en medio de un panorama desolador. Tal como lo pintan en el documental los paisajes del hambre en Colombia, 21 millones de personas padecen hambre y 7 millones viven en condiciones de pobreza extrema, según cifras entregadas por la Red de bancos de alimentos y la ANDI, es decir 28 millones, el 56% de la población que ha sido arrojada a la miseria y la extrema pobreza, por los gobiernos mafiosos y corruptos ejercidos, directamente o  en cuerpos ajeno, por el criminal y genocida Álvaro Uribe Vélez, en beneficio de sus cómplices, los gremios económicos, el gran capital transnacional y las mafias de narcotraficantes que, en contraste con este drama de miseria, han amasado grandes fortunas exportadas a las casas matrices de la multinacionales o, a paraísos fiscales, de donde cada cuatro años salen cuantiosas y millonarias sumas destinadas a financiar campañas electorales y a comprar  votos para mantener a sus esbirros en el poder, para seguir expoliando el erario y las riquezas naturales del país.

Entre tanto, millones de familias comen solo una vez al día o sencillamente pasan días y semanas sin ingerir alimentos. Mas de medio millón de niños y niñas sufren de desnutrición crónica y la mayoría de ellos crecerán padeciendo un alto grado de desnutrición, con las secuelas de deficiencias pronunciadas  en su coeficiente intelectual, 5 años menos de escolaridad y 54% menos de ingresos; si logran sobrevivir les espera una vida miserable, porque esta política de muerte que domina al país ha dejado al pueblo colombiano al borde de padecer una hambruna, como la que viven los pueblos de Haití, Guatemala y Honduras en América Latina y de varios países de África, según las alertas difundidas recientemente por la FAO. El gobierno de Uribe-Duque dejará al país sin soberanía alimentaria y a millones de gentes sin seguridad alimentaria.

La ciudadanía ha dado muestras de cansancio y desencanto, frente al frustrado acuerdo de paz vuelto trizas y la ruptura de  las negociaciones con el ELN que se desarrollaban en La Habana,  por el gobierno autoritario del patrón del mal en cabeza de Iván Duque; gobierno que apostó por el negocio de la guerra y obtuvo sus réditos, porque deja al pueblo sufriendo las consecuencias de una violencia multidimensional ejecutada por las fuerzas armadas y sus brazos paramilitares, las bandas armadas del narcotráfico colombiano y de los carteles mexicanos, amén de las disidencias de las Farc y las guerrillas del ELN.

El pueblo, que no sabe de qué bando viene la balacera, es el que pone miles de muertos y decenas de miles de familias desplazadas.  Al final de este gobierno estaremos viviendo mayores niveles de violencia que los padecidos antes de la firma del acuerdo de paz, se habrá batido el récord de masacres que ya registran más de 600 y más de mil asesinados/as. Agréguense los asesinatos de miles de líderes y lideresas sociales y de defensores/as ambientales y de los Derechos Humanos, así como de los jóvenes desaparecidos, mutilados y asesinados en el curso de las jornadas de protesta del 21 N de 2019 y del estallido social del 28 A de 2021.  Una eventual derrota de este gobierno de la guerra, de la represión y la brutalidad policial, y sus aliados, abriría las puertas de la esperanza para la construcción de una paz real y duradera.

En estos cuatro años de mal gobierno, de manejo errático y fraudulento de los efectos de la pandemia, os empresarios, los banqueros y  los negociantes de la salud privatizada vieron acrecentar sus fortunas, gracias a las políticas que protegieron sus negocios con exenciones tributarias, subsidios de toda índole, días sin IVA y apertura de la economía en medio de mortíferos picos y mutaciones del virus del COVID-19  para salvarlos de la quiebra, a costa de decenas de miles de vidas de los pobres cuyas muertes se habrían podido evitar, de la quiebra de  mas de 600.000 pequeñas y medianas empresas y la pérdida de millones de empleos, que sumados a los empleos perdidos como consecuencias de la crisis económica y de la aplicación de las políticas neoliberales, registran índices de desempleo cercanos al 14% en promedio, siendo las mujeres (el 18%s) y los/as jóvenes (el 24%) los más damnificados. Pero, además, los/as trabajadores/as que lograron encontrar trabajo debieron someterse a empleos precarios, temporales y mal remunerados, sin garantías laborales y de seguridad social en salud.

Cuatro años de pérdida sistemática del poder adquisitivo del peso colombiano y por consiguiente de los salarios, como consecuencia de la política monetaria subordinada a las imposiciones del FMI y del pago de la deuda externa, a cuya amortización el país se ha visto sometido a destinar más del 60% del PIB cada año, han causado la devaluación monetaria más alta de américa Latina, el dólar subió a $4.000 y, la consiguiente pérdida del poder adquisitivo de los salarios, con una inflación del 5.62%. Para colmo de males, el anunciado acuerdo, con bombos y platillos, del incremento del 10.02% en el salario mínimo acordado con las centrales sindicales como la gran conquista del cuatrienio, se esfumó como por arte de magia en los primeros días del año, absorbido por las alzas desmedidas de los precios de la canasta básica en porcentajes astronómicos del 50% hasta el 100% y el 150% en algunos casos. Los mas de 2.000.000 de pensionados/as han sido los más damnificados porque sus mesadas solo se incrementan conforme al índice de inflación que fue del 5.62%. Esta situación ha llevado a que millones de familias de trabajadores/as con empleos precarios y salario mínimo a que solo puedan comer dos veces e incluso una vez al día.

La contrapartida al gobierno mafioso de Uribe-Duque, se registra en el mundo la clase trabajadora y los sectores sociales y populares que, a pesar de la utilización de la pandemia como herramienta para sembrar pánico entre la población, de la política autoritaria y represiva del gobierno, la militarización de la protesta social y la brutalidad policial, se vislumbra un proceso de politización de sus luchas que  les ha permitido identificar a los verdaderos responsables de sus desgracias y enfrentarlos con la movilización y la lucha callejera. Se destacan el paro nacional del 21 de noviembre de 2019 y el gran acontecimiento del estallido social del 28 de abril de 2021 que se convirtió en una lucha prolongada contra el paquetazo neoliberal condensado en la reforma tributaria y la reforma a la salud, entre tantas políticas antipopulares del régimen uribista. La envergadura de aquella huelga general y de masas hizo retroceder al gobierno, pero no logró derrotarlo.

El gobierno ha desatado una dura persecución, contra los/as jóvenes de las primeras líneas en todas las ciudades, con especial saña en Bogotá, Medellín y Cali, en donde jóvenes han sido asesinados unos, desaparecidos otros y detenidos y judicializados muchos (mas de 350) acusados de terrorismo y de ser agentes de fuerzas subversivas extranjeras. El grado de politización y de conciencia de las clases populares y la juventud se reflejó en las consignas en las que, además de exigir la derogatoria de la tributaria y la reforma a la salud, propugnaban por la renuncia del gobierno, “Duque Chao, Chao, Chao…” y la ya clásica “Uribe paraco el pueblo está berraco”.

La gran huelga fue levantada, gracias la orden dada por el Comando Nacional de paro, sin el consentimiento de las juventudes movilizadas, pero no derrotada, vivimos un antes y un después de la lucha, generó grietas en el bloque de poder dada la incapacidad del subpresidente para controlar la movilización desbordada y radicalizada, fue la antesala de la profunda crisis que atraviesa el uribato y sus aliados en la cumbre del poder y del gobierno, crisis que se agudizó con las condenas de los organismos de Derechos Humanos y la CIDH al tratamiento desalmado y violento a las manifestaciones pacíficas, los asesinatos de centenares de jóvenes a manos de las fuerzas militares en asocio con civiles armados, la violación masiva de los DD.HH.

La medida de La crisis se ha reflejado en los altos índices de impopularidad del subpresidente Duque y su presidente Uribe que superan el 80% en todas las encuestas; además, al patrón del mal se le escurrió el teflón, dejó de ser el intocable gran hermano, gracias a la movilización y a la orden de detención preventiva que le dictó la Corte Suprema de Justicia por el delito más pequeño de los cerca de 300 que cursan en su contra en las altas cortes. La crisis se agudizó con la escogencia mediante encuesta manipulada por el jefe del uribato, del candidato presidencial del Centro Democrático, Oscar Iván Zuluaga, que frustró las aspiraciones de la senadora María Fernanda Cabal quien, se rumora, habría ganado la encuesta. La senadora en video que hizo circular en medios masivos y redes, trata con calificativos desobligantes al subpresidente Duque, lo responsabiliza, de la crisis del Centro Democrático, de haber permitido el encarcelamiento del patrón y de la caída en picada de su popularidad. El pánico que sacude al partido de gobierno se sintetiza en la frase que se le escuchó a la señora Cabal en dicho video “O ganamos o nos vamos todos a la mierda”.

 El candidato Zuluaga no despega en las encuestas, ocupa los últimos lugares en la intención del voto ciudadano, los integrantes de la coalición de la experiencia rechazaron su participación en la consulta del 13 de marzo próximo, con la intención de tomar distancia táctica del bicéfalo presidente, dado su alto grado de impopularidad. El desespero en la cumbre del uribato es tal, que el mesiánico expresidente decidió recorrer pueblos y ciudades del país en compañía de los noticieros de los monopólicos medios comunicación masiva a su servicio, en un periplo de alto costo para el erario que financia el desplazamiento de las decenas de guardaespaldas que lo acompañan, repartiendo volantes y echando peroratas en defensa del subpresidente y para promocionar su candidato. Pero, esta vez la gente no sale a aclamarlo sino a gritarle “Uribe paraco, el pueblo está berraco”; aún así, el cantinflesco candidato que no cesa de payasear no despega, creo que comenzó el otoño del mesías.

Si en la cumbre del uribato llueve, por los lados de sus aliados liberales, conservadores, de Cambio radical, de La U, de los grupos cristianos MIRA y Colombia Justa Libre no escampa, primero, conformaron la Coalición de la Experiencia, luego conformaron el “Equipo  por Colombia”, sin Juan Carlos Echeverri y sin Dilian Francisca Toro, que le dio el aval de la U a Peñalosa, quien no logró recolectar las firmas necesarias y, finalmente incorporaron a Aydee Lizarazo del MIRA,  con ausencia total de programa y unidos solo en el propósito de derrotar a Gustavo Petro. Al precandidato inscrito por firmas recolectadas en operación relámpago, vocero de Cambio Radical Alejandro Char, lo atropelló el escándalo de la defraudación al erario en tiempos de su alcaldía, para financiar la compra de votos en favor de la elección de la exsenadora Aida Merlano y para ayudar, junto con el narcotraficante el Ñeñe Hernández, a la elección de Iván Duque en 2018. Según noticias que circularon recientemente Alejandro Char decidió renunciar de la precandidatura para dedicarse a la defensa de las graves acusaciones de la exsenadora Aida Merlano.

Por su parte, a Fico Gutiérrez, le descubrieron recientemente su costoso desplazamiento en un vuelo chárter de Medellín a Arauca, en aeronave de matrícula norteamericana registrada en el paraíso fiscal de Delaware en los EE. UU, autorizada solo para vuelos entre Colombia y Estados Unidos, con un costo aproximado de 40 millones de pesos, financiado por no se sabe quién. El opaco precandidato escogido por el partido conservador, David Barguil no ha pasado del 1% en las encuestas, Peñalosa no supera el2%, la precandidata del Mira el 0.5% y entre todos no llegan al 12%. Hasta hoy, esta orquesta de independientes en la que cada quien toca por su lado ha sido rotundo fracaso. Falló la estrategia uribista de promover este equipo como alternativa al fracaso del Arlequín de Uribe, Oscar Iván Zuluaga.

Por otra parte, la crisis de los partidos tradicionales, liberal y conservador, matrices de los partidos uribistas de la derecha y la extrema derecha colombiana, que funcionaron durante décadas como alas del partido de gobierno y se alternaron el poder a lo largo del Frente Nacional, es notoria, hoy están reducidos y en riesgo de desaparecer, como tales, de la escena política. El expresidente neoliberal y partícipe de todos los gobiernos de Uribe, incluido el que termina, no permitió que el partido liberal designara candidatura presidencial, los aspirantes liberales se dispersaron en las coaliciones o juegan de independientes, es el caso del exministro Alejandro Gaviria y el senador Juan Manuel Galán, precandidatos de la Coalición de la Esperanza, también atravesada por su propia crisis, el exgobernador liberal de Antioquia, Luis Pérez, responsable Junto con Uribe y el ex jefe paramilitar Don Berna, siendo alcalde de Medellín, de la masacre de la operación Orión en la comuna trece de la capital antioqueña, ante su fracasado intento de ingresar como precandidato de la Coalición de la Esperanza decidió inscribir su candidatura por firmas.

En resumen, la leyenda del gran colombiano creada por los medios de comunicación masiva se derrumba. Solo su espectro deambula por las calles y veredas de pueblos, aparenta no inmutarse cuando las gentes indignadas le gritan Uribe paraco. Sus cómplices de la corrupción, , las masacres y el genocidio de los falsos positivos, aún no asimilan el golpe y luchan por aferrarse a la tabla de salvación que les lance algún demócrata con deseos de lavar sus culpas a cambio de sus votos. Amanecerá y veremos.

Bogotá, febrero 10 de 2022.              

*Miembro de la Red Socialista de Colombia.