El premio gordo

21 Abril, 2022

Por CÉSAR TORRES*

En las elecciones del próximo 29 de mayo se decide no solo quiénes ocuparán la Presidencia y la Vicepresidencia de la República, ni únicamente el triunfo y la derrota de los egos de quienes compiten, o los contratos que lograrán algunas personas que les siguen. Todo eso son premios menores. Lo que se define, sobre todo, es el futuro del régimen traqueto que se ha ido tomando poco a poco las instituciones y la cultura política en Colombia.

El resultado de estas elecciones puede ser el quiebre definitivo de ese régimen, constituido por una ínfima minoría en la que se juntan los clanes mafiosos con destacadas personalidades de la banca, la industria, el periodismo, la política y que administra los recursos del Estado en su propio beneficio.

Para ellos, ganar es cuestión de sobrevivencia. Si pierden, se arriesgan a perder sus privilegios y a que la administración de justicia juzgue algunas de sus conductas delictivas, en procesos justos e imparciales en los que de pronto sean vencidos. 

Están asustados esos individuos y quieren vender su miedo a todos los votantes. Quieren que salgamos atortolados a votar. Para lograrlo, han construido una especie de tenaza en la que en uno de sus brazos están los candidatos del régimen —Gutiérrez y Compañía— y, en el otro, algunos grupos armados.

Alias “Fico” y su tibio paisano, no dudan en usar y combinar todas las formas del engaño para provocar y cultivar el pánico, desde la utilización politiquera de la fe y del insulto personal, hasta la propagación de noticias comprobadamente falsas acerca de las intenciones y actuaciones de Gustavo Petro y/o de Francia Márquez.

Por su parte, el brazo militar de la tenaza continúa perpetrando masacres y asesinatos de líderes y lideresas para generar terror y romper la conexión física entre los movimientos sociales y la campaña que hoy puntea en todas las encuestas.

Las candidaturas que no han sido blanco de ataques similares, ni se unen plenamente a la ofensiva del régimen, ni defienden a los blancos de sus ataques —los de carácter político o los ataques a mano armada—; parecen estar concentradas en hacerse contar y en mostrar su caudal electoral de cara a una negociación de gobernabilidad en la eventual segunda vuelta.

Es obvia la vinculación de los candidatos John Milton Rodríguez y Enrique Gómez Martínez, mediante declaraciones, a esa estrategia de “combinación de todas las formas de lucha” que desarrolla la minoría corrupta y violenta: ambos son socios minoritarios del régimen.

Es comprensible también que un hombre con el pasado de Luis Pérez ni quiera, ni pueda, oponerse a dicha estrategia y tenga poca credibilidad su posible solidaridad con las víctimas. Y se puede entender que a Ingrid Betancourt, tan alejada del país desde hace décadas, le quede difícil comprender cabalmente la dimensión y el alcance de la estrategia de tenaza.

Pero, en el caso del ingeniero Hernández, ¿por qué su aparente indiferencia?

Rodolfo Hernández es un hombre de empresa metido en la política. Un político que conoce el mundo de la productividad, de la feroz competencia empresarial, de la contratación pública y sus triquiñuelas, de la generación de ganancias.

Él ha dicho, palabras más, palabras menos, que el país no puede continuar por el camino que le señaló Uribe Vélez a principios de este siglo, es decir, que el país debe zafarse de este régimen. El ingeniero, no sin actos y posturas criticables, promueve lo que él llama “un capitalismo progresista” y asume un compromiso fuerte de lucha contra la corrupción.

¿Las propuestas de hacer de Colombia una potencia mundial de la vida y de vivir sabroso no son muy cercanas a los planteamientos de Rodolfo Hernández? ¿Por qué no se solidarizan las dos campañas y construyen puentes que las acerquen desde ya?

Tal vez así triunfen en primera vuelta y ganen, junto a la mayoría ciudadana, el premio gordo de derrotar al régimen traqueto y dar inicio a la reconstrucción moral de la República que proponía Jorge Eliecer Gaitán.

 

* Profesor universitario, experto en justicia comunitaria y resolución de conflictos.

** Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva de los autores y no representan necesariamente la posición de La Nueva Prensa.