El nuevo sujeto político, herencia del paro

17 Junio, 2021

Por JOSÉ ARNULFO BAYONA*

Durante 45 días de huelga, hemos sido testigos de la irrupción de las juventudes y las mujeres, que constituidas en la que llamaron la primera línea, se pusieron al frente de las movilizaciones, no solo para defender, con sus  escudos artesanales, las multitudes rebeldes de la brutal represión de las fuerzas armadas estatales y paramilitares, sino para notificar al país y al  mundo que han decidido luchar contra la pobreza, la miseria, el desempleo, la explotación y el no futuro al que  ha sido sometido nuestro pueblo, principalmente las y los jóvenes, durante décadas de  gobiernos oligárquicos, neoliberales y despóticos. En especial contra más de 20 años del régimen genocida y corrupto de Álvaro Uribe Vélez, presidente en cuerpo ajeno del subpresidente Duque y sus cómplices, banqueros, terratenientes empresarios, políticos, militares, paramilitares y mafias narcotraficantes.

La juventud, teniendo a las mujeres como componente esencial, ha jugado un papel determinante en este fresco movimiento de masas que ha expresado su indignación en las calles, dándole un nuevo sentido a esta lucha política de largo aliento que se inició el 28 de abril y que seguirá expresándose en el escenario político de diferentes maneras. La acertada consigna de RESISTENCIA acompañada de la conformación de brigadas de defensa de las movilizaciones, puntos de resistencia como Puerto Resistencia en Cali, y el Portal de la Resistencia en Bogotá, el Parque de la Resistencia en Medellín, la Avenida Santiago Murilo, resignificada en honor al joven asesinado en Ibagué,  entre muchos otros, en donde no solo resistieron las oleadas represivas del ESMAD, sino que los convirtieron en sitios de deliberación pública,  asambleas populares, ollas comunitarias, centros culturales y artísticos, que integraron familias enteras, dispuestas a sostener la justa causa del Paro Nacional. También recurrieron a los bloqueos como formas pacíficas de presión al gobierno para buscar una salida democrática y negociada al gran conflicto.

El carácter nacional y multitudinario de la gran huelga es reconocido por el propio gobierno en su reciente informe, en el cual registra que hasta el 13 de junio se realizaron 6.987 concentraciones, 2.408 marchas, 669 movilizaciones, 34 asambleas populares, en 864 municipios de 32 departamentos. Dada la escasa veracidad de las cifras oficiales, con toda seguridad, las jornadas de combate fueron muchas más.

Por orden del uribato y su patrón Uribe, el subpresidente Duque, le declaró la guerra a la huelga y desató la más violenta represión contra las multitudes rebeldes, desplegó las fuerzas policiales y militares, que en operativos  conjuntos con civiles armados, constituidos en bandas neo-paramilitares urbanas, dispararon cientos de veces contra los y las manifestantes, no solo balas de goma, perdigones y bombas de gases, sino la temible y prohibida en otros países arma VENOM, así como armas de fuego largas y cortas, que causaron la muerte de más de cien jóvenes, mutilaron los ojos de 65,   dejaron 167 heridos/as, 1.649 detenidos/as arbitrariamente, torturaron decenas de detenidos/as,  y  cometieron violencia sexual, abuso y violación  a por lo menos 30 mujeres y niñas (Informe de la  Fundación Temblores) Esta es la demostración palmaria del recurso al terrorismo de estado para sofocar a sangre y fuego la legítima protesta, con su deriva de violación masiva de los derechos humanos, crímenes de lesa humanidad y genocidio. Táctica del régimen que le ha permitido mantenerse en el poder durante los últimos cuatro lustros.

La campaña sostenida y sistemática de odio, victimización, difamación y distorsión de  los promotores y los propósitos del paro, mediante acusaciones de obedecer intereses extranjeros, de los grupos guerrilleros y de disidencias de las Farc, a lo largo de los días de paro,  por parte del gobierno, el empresariado y los medios de comunicación masiva surtió el efecto contrario al esperado, porque el apoyo y la participación masiva del pueblo en la protesta, según las encuestas realizadas, creció de manera exponencial.

La contundencia de la rebelión popular obligó al gobierno a retroceder en sus propósitos de descargar el peso y los costos de la crisis económica, agravada con la  crisis sanitaria  generada por el Covid 19, sobre la  clase trabajadora, los sectores más pobres de la población y las clases medias y fue  forzado a desistir del regresivo proyecto de reforma tributaria, a archivar el proyecto de Ley 010, a declarar que habrá matrícula cero para el segundo semestre en las Universidades públicas, fueron logro indiscutibles  que el gobierno seguramente intentará volver a imponerlos maquillados y con ropajes distintos. Como era de esperarse, produjo además una fuerte caída de la producción y las ganancias de los grandes gremios económicos y causó notorio resquebrajamiento de la economía.

El llamado del gobierno a negociar resultó ser una estrategia para dilatar el paro, así lo demuestra la desautorización al preacuerdo de parar las masacres y respetar las garantías del derecho a la protesta pactado con el Comando Nacional de paro. Pero la evidente ineptitud del subpresidente Duque para manejar la gigantesca crisis social y política puso en evidencia el resquebrajamiento del partido del orden, con sus  distintas fracciones, los partidos de derecha, de extrema derecha, gremios económicos, medios masivos de comunicación y banqueros agudizaron sus  contradicciones, crisis que hizo notoria la exagerada debilidad  del gobierno Uribe-Duque e hizo explotar su conformación, con la caída de los ministros de hacienda y su viceministro, de relaciones exteriores, la ministra de cultura, el alto comisionado de paz y “negociador”, el embajador en Washington, etc. Este fue el segundo logro del formidable paro nacional.

El grado de debilidad y de incompetencia del gobierno es tan ostensible que hoy está sostenido en el esquema bonapartista de la policía, el ESMAD, las fuerzas armadas y sus pistoleros paramilitares que gobiernan la calle, con un congreso que funciona como caja de resonancia de los intereses oligárquicos, los apetitos burocráticos y de la corrupción.

En este escenario de lucha de clases, de rebeldía popular y democrática, la  oposición política electoral jugó un rol bastante opaco, casi desaparecida, la Coalición de la Esperanza estuvo ausente, en cambio la actuación del máximo caudillo de La Colombia Humana y del Pacto Histórico, Gustavo Petro, pese a los señalamientos que le hicieron de ser el promotor del paro, se expresó como de sostén del subpresidente Duque, así lo demuestran su llamado a levantar el paro, porque en su opinión el objetivo ya se había logrado con la caída de la reforma tributaria, su capitulación con la consigna de que había que “rodear a Duque para defenderlo de Uribe”,  al señalar los bloqueos como generadores de violencia, no reconoce  que estos jugaron un papel de fortalecimiento de la protesta pacífica y absuelve a las fuerzas armadas y los  neo-paramilitares de ser los responsables del uso de la para desmantelarlos, acusó a los jóvenes de no entender la situación, pese al alto costo político y humano, de su cuota de muertos, mutilados, detenidos, heridos, torturados, ultrajados, mujeres y niñas abusadas y violadas y desaparecidos.

El logro político más importante de esta huelga de masas sin precedentes en nuestra historia, es la irrupción del nuevo y extraordinario sujeto político colectivo, plural, comunitario y cultural, liderado por la juventud, las mujeres y la Minga Indígena, con la participación de la clase trabajadora, los obreros portuarios de Buenaventura, el campesinado del Ariari, en clara ruptura con el uribato, de Boyacá y los Santanderes,  los y las docentes, los camioneros,  las comunidades afrocolombianas, las comunidades de los barrios populares, las redes sociales, las expresiones artísticas, el periodismo alternativo, los y las docentes, las resistencias, la solidaridad  de connacionales y pueblos  en el exterior. Se trata de una nueva oposición política, que ha desplegado la gesta democrática, social y popular en las calles, en los puntos de resistencia y en el escenario cultural, con una identidad básica de propósitos por los cuales lucharon en esta magnífica rebelión. Es esta una nueva forma de acción política, de ruptura en la práctica con los partidos de la oligarquía. Pero, también con los extremismos de izquierda y guerrilleros, así como con los populismos de izquierda electoral y del llamado centro.

Las siete semanas de este gran acontecimiento, los acuerdos logrados por los camioneros y el firmado por el alcalde de Cali con las Resistencias unidas, en desobediencia civil contra el decreto 575, con el que el gobierno propinó un Golpe de Estado a gobernadores y alcaldes y los subordinó a las autoridades militares, acusaron cierto debilitamiento de la larga protesta. Pero, resulta paradójico y contradictorio, que el Comando Nacional de Paro no hubiera hecho eco de la consigna más agitada, por las multitudes en las calles, la de “Duque Chao, Duque chao, chao, chao”, como claro mensaje de que entendían que el uribato y su gobierno hacen parte del problema y no de la solución y concluyente exigencia de la renuncia de este gobierno incapaz y genocida.

La consigna sigue siendo válida y el pueblo debe agitarla con mayor fuerza, porque entendió que el dúo Uribe-Duque es el único responsable de la crisis, de la violencia y los crímenes de lesa humanidad que causaron miles de víctimas. Pero también porque, violó en materia grave los derechos y garantías consagrados en la carta y las prohibiciones de sacar los militares a reprimir las protestas y disparar contra los y las manifestante, etc.  Este gobierno no representa la unidad de la nación y por lo tanto la consigna de exigir su renuncia y anticipar las elecciones, elegir un gobierno provisional e iniciar un proceso constituyente debe ser la exigencia que se debata en las asambleas populares, sindicales, estudiantiles, barriales, en los puntos de resistencia, en fin, hay que generalizar la deliberación pública con este propósito.

La decisión de último momento, adoptada de manera unilateral por FECODE y el Comando Unitario (el de las cuatro centrales sindicales), sin contar con el consenso del CNP, de levantar el paro, con el eufemismo de “cambiar de táctica”, es sin duda un acto divisionista y desmovilizador, injustificable desde todo punto de vista. Esas dos importantes organizaciones no representan la inmensidad del paro y por respeto a esta realidad debieron promover el debate entre todas y todos los actores de esta magna rebelión, para evaluar el estado de la gente y tomar una decisión colectiva sobre el rumbo que debería tomar la lucha.  Es a todas luces equivocado promover la desmovilización, para trasladarla a una hipotética victoria electoral en 2022.

*Miembro de la Red Socialista de Colombia

Bogotá, junio 16 de 2021.