El “florero de Llorente” de las mujeres más estudiadas

23 Julio, 2021

Por ALEJANDRO MUÑOZ GARZÓN

Horror y espanto ha producido en el país la imagen de un fiero, aguerrido, cobarde y encapuchado vándalo que a traición y sobre seguro, vuela al estilo Jackie Chan para tratar de partir en dos por la espalda a una mujer policía que desprevenida recibe el golpe y cae mientras el envalentonado “luchador por la paz y la justicia” huye despavorido ocultando su identidad con un casco de motociclista.

           De inmediato las redes sociales y los opinaderos populares en línea se abarrotaron de conceptos a favor y en contra del agresor y a favor y en contra de la uniformada por el hecho de recibir la ayuda de sus superiores que de inmediato ofrecieron la suma de 10 millones de pesos por alguna información que conduzca a dar con el enigmático y escurridizo “paladín” de la barbarie.

Los defensores y seguidores del anónimo malévolo justiciero, de inmediato propusieron colectas para ayudarlo en su fuga y tras justificarlo con todo tipo de argumentos del bajo mundo, exigieron enfáticamente que la policía nacional ofreciera también10 millones de pesos por el miembro del ESMAD que pateó a una estudiante en bicicleta en uno de los enfrentamientos a propósito del Paro Nacional.

           Completamente identificado y solidarizado tanto con la estudiante, como con la mujer uniformada, es hora de poner freno a la desmedida carrera de violencia que acciona en general el hombre colombiano contra la mujer colombiana. Abuelos, tíos, padres, esposos, novios, amigos, compañeros, vecinos y hombres en general con carnet de estudiante, motorista, uniformado, trabajador, obrero, empleado, militar, abogado y hasta sacerdote diariamente protagonizan actos de agresión desmedida contra las mujeres.

           En la violación de los derechos humanos que comente el hombre actual contra la mujer, miles de ellas se convierten de facto en víctimas directas por desplazamiento, tortura física, sicológica y sexual; ya que se atenta contra la libertad absoluta y personal de cada indefenso ser femenino, al que se le endilgan miles de motivos para perseguirla, presionarla, acorralarla, vulnerarla y en el peor de los casos, cada día más frecuente: asesinarla.

            Hoy todos los hombres se rasgan las vestiduras frente a los hechos de controversia publicados por el policía que atacó a patadas en su rostro a la joven estudiante de la bicicleta y los justifican con la patada voladora por la espalda a la mujer policía lanzada por un joven con casco de motociclista; pero estos publicitados agresores solo son dos ejemplos de los miles, tal vez millones de agresores que hoy gobiernan a sus mujeres y llenan su vida de violencia, dolor y miseria sin que nadie diga nada y mucho menos sin que nadie haga nada.

           Así como lo están leyendo, la mujer colombiana enfrenta hoy dos clases de violencia: la que se vuelve pública por efecto de la tecnología moderna y la que se queda en el más completo anonimato, por obra del miedo, del terror que paraliza, desorganiza y controla ese victimario que asume una nueva forma soterrada de disciplina social. Ese tipo de violencia hacia la mujer que establece estrategias de legitimación y por eso resulta aceptada por la inmensa mayoría, donde la mujer al final de su dolorosa aventura, no es la víctima sino la directa responsable de todas sus desgracias, únicamente por amar desinteresadamente y en silencio.

          A propósito de la vacuna ante la pandemia, el virus de la mujer violentada en silencio necesita cuanto antes un antídoto, representado en ayuda social y educación personal para las miles y miles de mujeres que a esta hora sufren los rigores de llevar una relación con un hombre aprovechado, negligente, bueno para nada, explotador, usurero, ladrón, desempleado o perezoso, que vive mantenido por su enamorada, a la cual no aman pero convencen y de la cual se burlan y utilizan según sus intereses para vivir a sus anchas, mientras les sonsacan dinero, lujos, comodidades, viajes que ellas complacidas regalan a manos llenas a cambio de, nada al fin de cuentas.

            Según el estrato, cada mujer sufre su propio calvario, pues como dicen sabiamente las abuelas: "Nunca hay felicidad completa”. Las de estratos bajos soportan violaciones a todos sus derechos de forma permanente y las de los estratos altos, me refiero a las que alcanzaron la universidad, tienen hasta dos carreras universitarias y despachan en lujosos oficinas como asesoras con varios títulos especializados, ellas, las más preparadas, también soportan la crueldad masculina y en la que se puede decir caen encantadas y rendidas de amor.

           Resulta impresionante escuchar la cantidad de mujeres “estudiadas”(es decir universitarias y con excelentes cargos) afectadas por relaciones que no denuncian, porque "él me quiere y estaba borracho cuando me pegó, yo lo perdoné” o “él fue muy claro conmigo que es casado, con hijos, pero está a punto de divorciarse”. Y qué tal ésta?: “Yo estoy profundamente enamorada de él y el amor lo perdona todo, el dinero no lo es todo en la vida” En fin, para seguir en el mismo orden de ideas, cada enamorada justifica con su frase máxima a su galán, el cual en pocas palabras siempre resume la biografía de un completo vividor, mentiroso y palitraquero, que la maneja a sus anchas, la mantiene vulnerada sexual y sociológicamente y la maltrata a su antojo, obteniendo siempre absoluto silencio y amor desinteresado de su víctima de turno.

          Resulta increíble ver como mujeres que llevan con toda responsabilidad empresas y verdaderos emporios de negocios donde se destacan por su inteligencia y sabiduría, a la hora de llevar una relación cae suavemente en las garras depredadoras de hombres que las enamoran, las violan, las estafan y luego hacen mutis por el foro, sin que ellas chisten palabra alguna mientras pasan por un hospital, una clínica de reposo o se dan un tiempo sabático para reponerse de todo un torrente de violencia sufrido casi que en secreto.

            Abogadas que no denuncian a sus furtivos amantes, que las acosan, se aprovechan de ellas y por inmenso que sea el dolor y el daño moral o personal, jamás aplican el peso de la ley. Comunicadoras que prefieren callar para no poner en la picota publica a su adorado tormento. Juezas que prefieren guardar el martillo antes que fallarle a ese enamorado que les endulza el oído y las deja sin argumentos frente a sus delitos contra ellas.

Empresarias que hablan dos y tres idiomas, pero que no lograron descifrar al lenguaje de violencia, altanería y miserableza de ese compañero que tienen viviendo a costillas de ellas en su casa, mientras ellas se parten literalmente el lomo para darles gusto a todos sus deseos. Mujeres militares que deben ocultar los golpes con exceso de maquillaje e inventar un accidente que nunca existió, para no tener que echar al bote al fulano con el que viven y con el que jamás se pueden organizar. Me pregunto: es que el miedo le puede más al amor?

            Lo que más duele a la sociedad circundante de la dama afectada por el maltrato de su consorte, no es que el susodicho gigoló en cuestión sea violento, sino que sea feo. Todos terminan aceptando que sea pobre, que sea borracho, jugador, mujeriego, agresivo, pandillero, drogadicto, que viva a extramuros, que sea casado, que tenga hijos, que no haya echo bachillerato pero que no sea bien parecido, es imperdonable. Me decía una madre afectada porque su hija ingeniera civil estaba de amores con un taxista al que le estaba ayudando para que se arreglara la dentadura: 

—Imaginase, mi hija profesional se quiere casar con semejante desmueletado que me le da unas tundas…

— Y por qué no lo denuncia ante las autoridades. Le pregunté.

— El problema es que yo dependo totalmente de ella y no lo puedo hacer porque me quita toda ayuda.

— En la última muenda ella lo amenazó con demandarla y quitarle el taxi que ella esta pagando y él trató de ahorcarla.

Muchos de ustedes dirán a esta parte de mi reflexión: el mundo siempre ha sido así. No podemos cambiar algo que ya esta establecido de esa manera. Otros ya deben estar diciendo: bueno y qué soluciones propone, cuál es la salida? Ya no más cháchara, denos alguna salida que tengo una hija, una amiga, una conocida profesional que sufre verracamente con un tipo que no la quiere y que viene a visitarla cuando necesita plata, pero ella no hace nada para sacarlo de su vida…

           Ese es el verdadero "florero de Llorente" de las mujeres más preparadas y que sufren de violencia permanente y desmedida de sus novios, compañeros sexuales o parejas: No saben decidir, no aprendieron a decir NO. Y por estar a la moda y querer ser modernas, se engañan ellas mismas y se someten y vivir atrapadas en relaciones violentas en las que se acostumbran y cada que avanzan son incapaces de denunciar y de imponer sus propios deseos por encima del macho alfa que ha tenido el tiempo suficiente para “moldearla a su acomodo” y convencerla de un amor inexistente y una relación que ellos cortan en el momento menos pensado, cuando levantan el vuelo y dejan las huellas imborrables de todos sus pecados ocultos, que siempre confesaron a la amada sorprendida que empieza a despertar cuando el hechizo del amor se evapora por heridas físicas por intento de homicidio, robo, peculado, estafa millonaria o delitos mayores.

          Ojalá las mujeres profesionales despechadas se organizaran y sirvieran de ejemplo con sus testimonios a otras que vienen detrás de ellas, para que no caigan en el flagelo de la violencia masculina, ojalá, las escuelas y las universidades orientaran una cátedra para organizar estrategias femeninas contra su vulnerabilidad y el acoso sexual. Ojalá en esas mismas aulas existieran ayuda sicológica y familiar para mujeres violentadas y hombres violentos y ojalá el ministerio de educación se preocupara por crear ayuda directa a miles y miles de mujeres que tienen colgadas decenas de diplomas en su oficina pero la vida les ha dado el titulo aún no enmarcado de mujeres violentadas y sin ayuda por guardar silencio