El Candidato psicópata

08 Mayo, 2018

Por JUAN TRUJILLO CABRERA

¿Por quién votar en estas elecciones? Si bien muchos ciudadanos tienen definido a su candidato y nada les hará variar de opinión; cada vez crece la población que se toma mayor tiempo en meditar su voto.

Desde que Robert Hare publicó su libro “Serpientes vestidas de traje”, ha venido ganando espacio en las democracias más maduras, un nuevo criterio a tener en cuenta al momento de elegir: la salud mental del postulante.

Hoy son voces más fuertes las que reclaman hacer públicas las historias clínicas en que se incluya un perfil neuropsicológico de las personas a las que encomendamos nuestras vidas. Y es que, según Hare, gran número de personas que encajan dentro de la condición clínica de psicópata, alcanzan altos cargos en la política.

Tales resultados han ampliado las modalidades aceptadas, puesto que se consideraba solo al asesino despiadado, desarraigado y frustrado de la vida. Ejemplo sería el del subversivo que se ha levantado con terror contra las instituciones y la población civil, arriesgando la supervivencia del Estado. Una vez reincorporado a la vida democrática, sería el candidato al que en mayor medida habría que temer, por su pasado como extremista mortífero.

En cuanto al psicópata de élite o de cuello blanco, Hare sostiene que pertenece a los depredadores sociales exitosos, que nunca se ensucian las manos porque su comportamiento es mucho más sofisticado, con lo que pasan desapercibidos, pudiendo llegar a dirigir a un país. Lo que los identifica es su apetito insaciable por el poder y el dinero, acompañado de actuaciones dirigidas a perjudicar a los demás, proceso en el que disfrutan con el daño que ocasionan al mayor número de personas posible.

Sin embargo, Hare se ha mostrado escéptico sobre la posibilidad de que se acepte imponer exámenes a los que quieran ejercer el poder. Desde el propio Establecimiento habría muchos intereses para impedirlo. Por tanto, considera que la mejor solución para superar la Patocracia (el gobierno de los psicópatas), es que los votantes nos eduquemos sobre ciertos rasgos generales, con el fin de evaluar a los candidatos de manera más acorde.

Una ventaja inicial es que la mayoría de los candidatos son viejos conocidos de la vida pública -incluso desde niños-, por lo que su vida privada, familiar y profesional, ha estado expuesta por años al público. Esto facilitaría descubrir al que se esconde tras la máscara de político.

Por el contrario, un candidato nuevo, que ha realizado una carrera meteórica y por ello su exposición ha sido mínima, sería una verdadera ‘ruleta rusa’, ya que solo se conocería su rostro acompañado de un encantador y envolvente discurso. Por tanto, elegir al candidato desconocido es un enorme riesgo.

Según el Test de Hare los rasgos principales del candidato psicópata son:

El que ha estado involucrado en actividad criminal, como ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, desfalcos, fraudes económicos y toda clase de corrupción.

El candidato extremadamente verbal, que no respeta los turnos de los demás cuando se habla, que arrasa con su verborrea al escenario.

El candidato con sentimiento de superioridad moral sobre la especie. Que imparte catequesis y dogmas de comportamiento individual.

El candidato que desprovee a las personas de los rasgos que le permiten ser un semejante. Esto le autoriza a humillar y torturar a los demás.

El candidato inestable, que cambia de ideología o partido fácilmente. Cada pocos años se le ve militando en las toldas del que ayer era su acérrimo enemigo.

El manipulador, que utiliza la mentira como su principal herramienta proselitista. Tergiversa el contexto, con falta de preocupación por el dolor de las víctimas.

El candidato incitador. Apela a la indignación y rabia del público, en vez de resolver las crisis con comprensión.

El que expresa su irritabilidad en público, amenaza, agresión física o verbal a sus subalternos y a sus enemigos, con descontrol de su temperamento.

El promiscuo, voraz e insaciable sexualmente, que carece de escrúpulos en la elección de su pareja de turno, desde un infante hasta cualquier otra persona conocida o desconocida. Fuerza a otros a la actividad sexual y presume de sus explotaciones sexuales.

El que siempre niega su responsabilidad y nunca aceptará equivocación alguna. De ser requerido ante la Justicia o para cumplir un fallo judicial, huirá o lo evadirá sin ningún escrúpulo.

El Test de Hare tiene otros factores de valoración. Igualmente, otros neurólogos han establecido nuevas escalas de medición. Pero los anteriores criterios, son los rasgos psicopáticos generalmente aceptados.

Lo que más dificultaría el voto por un candidato, sería la simpatía e identificación que el ciudadano común pueda sentir, precisamente, con esos rasgos de psicopatía.

Entonces, en una Patocracia, ¿por quién votar en estas elecciones?