Doreen Massey: la política del espacio

06 Enero, 2022

Por GERARDO ARDILA

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Aprendimos a despreciar el espacio como una dimensión fundamental de nuestras vidas; no podemos reconocerlo sino como una especie de contenedor. Los lugares, los múltiples lugares en los que están las cosas y las vidas, el territorio, las regiones, parecen estar ahí desde siempre, inmutables, estables. En nuestra vida cotidiana estamos conscientes de que el tiempo es la dimensión del cambio, de la transformación, de la muerte. Creamos el tiempo para medir nuestro declive o para soñar con nuestra ascensión y progreso. Pero al espacio lo tratamos como a un pariente necesario a quien no reconocemos, ni amamos, ni tememos. Sin embargo, sólo tenemos existencia porque estamos en el espacio, lo ocupamos, lo construimos, lo compartimos con todos los otros seres. Si el tiempo es la dimensión del cambio y de la muerte, el espacio es la dimensión de la diversidad y de la diferencia.

     El 3 de enero de 1944 nació en Manchester, Inglaterra, Doreen Massey, una mujer extraordinaria que dedicó su vida a la reflexión sobre el espacio, al que entendía como una construcción social de igual importancia que el tiempo. Demostró que no se puede entender el uno sin el otro y explicó que para poder analizar la manera como las sociedades humanas construyen sus relaciones con el espacio habría qué entender la economía y la política. Massey desarrolló un trabajo profundo sobre las relaciones entre espacio y poder, de donde salió su importante conceptualización sobre la “geografía del poder”, la cual se nutrió de sus experiencias en la London City, en Suráfrica (propuestas de intervención feminista en un programa político masculino), en la Nicaragua sandinista (los asentamientos informales en la periferia de Managua) y en Venezuela. Desde allí, abordó la clarificación de las conexiones entre la constante y necesaria interacción de “lo” global y “lo” local; las diversas formas de la exclusión y la segregación, cocidas en el caldo espeso de las desigualdades, que incluyeron sus estudios sobre las responsabilidades de algunos centros de poder en la dependencia y degradación de otros espacios y regiones. Siempre tuvo, como una base para pensar, el entramado del poder con las diferencias de género.

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        Algunos intelectuales consideran que el conocimiento es el producto de la acción privada que se acumula a través de la acción de determinados espíritus más capaces o talentosos y buscan los nexos que posibilitan una idea, la aíslan, la limpian, la disecan, siguen su curso a la inversa del tiempo de la historia, establecen a cualquier precio las “evidencias” de los “influenciadores” y de los seguidores, inventan una genealogía y distribuyen créditos. Doreen Massey defendía (se ha publicado muchas veces) que los conceptos, las ideas, incluso las influencias, siempre son de “ida y vuelta”, de suerte que así como tenía una visión libertaria y liberadora de la universidad, pensaba que ella misma no era la propietaria de sus ideas y su obra, sino que sus ideas debían caer en un terreno de debate, un campo fértil donde fructificaran, donde se convirtieran en punto de irrupción y alimento de procesos de cambio de las condiciones actuales de esta sociedad, de estos modelos económicos y políticos actuales que ella no aceptaba sin debate.

         En el trabajo de Massey crece de manera gradual su preocupación por el papel de la democracia participativa en la construcción social del espacio, así como la importancia de las divisiones espaciales del trabajo, para lo cual tuvo la necesidad de discutir los métodos de investigación y cuestionar a fondo tanto los lenguajes académicos como las sutiles prácticas excluyentes de las universidades. Su compromiso con el proyecto de la universidad abierta, con iguales oportunidades para todos, en el marco de las luchas políticas y del feminismo entendido como una acción constante presente en todos los intentos de explicación y descripción de realidades variadas y complejas a diferentes escalas, le confiere a su trabajo un carácter único y un gran valor como instrumento de investigación, reflexión, explicación y transformación.

"Si el tiempo es la dimensión del cambio y de la muerte, el espacio es la dimensión de la diversidad y de la diferencia".

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      En sus últimos años de vida, sus viajes consecutivos a Venezuela para apoyar el proyecto de refundación política mediante una constitución capaz de construir una organización espacial coherente y consecuente con sus postulados de la geografía del poder, la inundaban de optimismo en la capacidad de la sociedad para crear sus instrumentos espaciales de transformación y le conferían la energía y el estímulo necesario para hacerla crecer como una gran fuerza telúrica, un terremoto que replanteaba los vínculos entre la manera de entender el espacio y la construcción de una revolución social, con participación democrática feminista efectiva para crear autogobiernos locales encargados de resolver sus problemas inmediatos. Bella imagen de una sociedad distinta alimentada con la energía vital de Doreen Massey, dedicada al trabajo incansable en las calles de Caracas.

       En una entrevista (famosa entre los lectores hispanos por la ausencia de traducciones de su obra) concedida a Alejandra García y Patricia Román en junio de 2006, Doreen Masey logra explicar en pocas palabras toda la profundidad de su pensamiento y de sus análisis, concretándolo en tres proposiciones. La primera plantea que “como el tiempo, el espacio es una dimensión que es producto de cosas que están ocurriendo; es producto de interrelaciones, de prácticas”. No es un contenedor, una caja, un lugar demarcado al que se llega siguiendo un rumbo, sino un proceso de construcción social constante que genera lugares diversos que se transforman a través de la vida social local; allí ocurre el peso de las decisiones globales que cambian lo local. La segunda explica que el espacio “es el producto del hecho de la existencia de más de una cosa al mismo tiempo, es la dimensión de la pluralidad […] es un producto del hecho de la multiplicidad”; es decir, que “el espacio es la dimensión de lo social”. Lo social, para Massey, se define por las relaciones entre distintos; significa ser con. Es la manera de ser con otros seres vivos y ser con otros que son cosas. La tercera proposición “sigue a las dos primeras […] siempre estamos construyendo espacio a través de nuestras interacciones y nuestra ausencia de interacciones, y de todas las relaciones que nos constituyen, tanto humanas como no humanas”.

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      El espacio es un producto en proceso constante, “nunca es algo terminado, ni es una totalidad cerrada”. En estas tres proposiciones, Doreen Massey deja claro que construimos las relaciones con la naturaleza (seres vivos y componentes abióticos como la lluvia, el sol, las piedras, el suelo, el aire) y con los demás seres humanos (todas nuestras interacciones y la falta de ellas). Así que somos responsables del sistema resultante y, por tanto, podemos transformarlo. Dice que “en este momento no nos figuramos al espacio de este modo y eso tiene efectos, tanto sociales como políticos”. Tiene “millones” de consecuencias políticas, pero tal vez “la más obvia sea la tradición sobre la manera en la que frecuentemente convertimos diferencias geográficas (espaciales) que coexisten simultáneamente en secuencias temporales”. En esta trampa está la clave de la justificación del racismo, pues cuando se pretende hablar de la gente de la selva, de los páramos, de los campos, de regiones y culturas concretas del planeta, se etiquetan como “primitivos”, denotando con ello que “esa gente no es de este tiempo”. De esta manera, “conceptualizamos, imaginamos, y tratamos la diferencia entre nosotros relegando a algunos al pasado. No reconocemos su existencia igual y contemporánea: en este planeta, con nosotros, ahora”. Establecemos una secuencia temporal en la que hay regiones, países, sociedades subdesarrolladas, en vías de desarrollo y desarrolladas y, mediante mecanismos de poder, ordenamos las pertenencias y decidimos que los desarrollados están al final de la historia, mientras que los otros los alcanzarán si hacen algunas cosas bien. ¡Qué juego sucio hacemos para negar la diversidad! Trasladamos unas diferencias que crean un espacio, unas regiones, unos territorios, unos lugares, a una secuencia temporal en la que negamos la pluralidad presente y asumimos abismos temporales de distancia.

     Todos estamos en el mundo hoy, compartimos la creación de múltiples lugares, en el mismo tiempo, aunque somos distintos, aunque tenemos diversas formas de construir el espacio, aunque muchas de esas diferencias sean producto de las exclusiones, la segregación, las relaciones de poder desiguales. Con esta trampa, eludimos la “responsabilidad por la producción de esa diferencia, que frecuentemente es desigualdad […] organizar la diferencia espacial en una secuencia temporal es una excelente manera de decir no hay alternativa, hay un solo futuro”, al que estamos condenados. “Toni Blair nos dice que debemos modernizarnos, y castiga a todos los que están en desacuerdo –no por postular un futuro diferente (que es lo que estamos tratando de hacer), sino por estar atrasados–. Blair sugiere que nosotros, sus críticos, estamos en el pasado, que no reconocemos que el mundo se ha movido, se ha transformado. Como si hubiese un único futuro posible. Este es el punto por el que hay que insistir con la multiplicidad. Hay alternativas futuras y tenemos que elegir entre ellas, y hay una batalla sobre cuál es el futuro que ocurrirá”.

        Doreen Massey no deja de subrayar que algunos “progresistas” caracterizan a los “otros” como pasados de moda y preguntan: “Cómo pueden creer en la familia patriarcal, la homofobia, la religión fundamentalista en el siglo XXI. […] lo que hicimos con esa caracterización fue describir a esa gente como si estuviese detrás nuestro, y caracterizarnos a nosotros mismos como más avanzados que ellos. ¿Cómo es posible pensar de ese modo en el siglo XXI? […] esa forma de pensar niega a esta gente un grado de respeto” y nos impide ejercer alguna acción política con ellos. La pregunta correcta, nos dice Massey, es: ¿por qué la gente de Kansas piensa como piensa en el siglo XXI? ¿Por qué existe esta clase de diferencias en el mismo momento? Massey aclara que no quiere decir que todo es aceptable porque es respetable, pues “el respeto es conceptualmente previo a decidir si estás en desacuerdo, o si vas a pelear en contra de alguien o si ellos son el enemigo […] el respeto significa solamente aceptar que ‘ellos’ son iguales a nosotros. No significa que estemos de acuerdo”.

"Todos estamos en el mundo hoy, compartimos la creación de múltiples lugares, en el mismo tiempo, aunque somos distintos, aunque tenemos diversas formas de construir el espacio, aunque muchas de esas diferencias sean producto de las exclusiones, la segregación, las relaciones de poder desiguales".

          Doreen Massey nos ayudó a pensar mejor, a defender nuestro criterio, nuestras ideas, con argumentos para enfrentar a los otros, pero dentro del respeto por el otro, sea quien sea y en medio del esfuerzo para descubrir las trampas que hacemos debido a la ausencia o a la mala utilización del pensamiento espacial. El 11 de marzo de 2016 nos enteramos de su muerte; el mundo perdió a un ser humano valioso y a una mujer extraordinaria. Tenemos la obligación ética y política de estudiar su obra y tratar de comprender sus propuestas.