Después del café, la mayor exportación colombiana son los paracos

13 Julio, 2021

Por GERMÁN NAVAS TALERO Y PABLO CEBALLOS NAVAS

Si Lucas Caballero ‘Klim’ estuviera vivo, se gozaría ciento por ciento el gobierno de Duque.

¿Que hacen falta tapabocas? Es cierto. Hacen falta muchos adminículos de estos para ciertos ministros del gabinete que hablan más de la cuenta o peor, que hablan de lo que no saben. Basta escuchar el raudal de sandeces que salen corriendo de las fauces del ministro de defensa Diego Molano. Obvio que para ser minDefensa se requieren ciertas condiciones, no más pregúntenle a Juan Carlos Pinzón, el peor error de Juan Manuel Santos. El ex-presidente es un buen tipo, como decimos los cachacos, pero hijuemadre si fue bruto al confiar en Pinzón: ¿cómo pudo tenerlo de secretario privado y no darse cuenta de cómo era? ¿Por qué lo nombró ministro? Y para terminar de embarrarla, va y lo nombra embajador en Estados Unidos cuando Pinzón Bueno sabrá de todo menos de nada.

Ahora, como parece que Santos deja testamentos para cumplir, le pidió a Duque que consagre otra vez como embajador en EE.UU. al defensor de la no-extradición de Andrés Felipe Arias (tarea que desempeñó Pinzón durante su último envío a la legación en Washington). En nuestro país para ser embajador solo se necesita que a uno lo nombren, no importa no saber ni pío del tema, de hecho, ello le cualifica para hacer parte de una representación diplomática. Nos pusimos a pensar qué vueltas daría la mente de Juan Manuel Santos –quien nos cae bien– cuando hizo a Néstor Humberto Martínez “superministro” y, para colmo de males, fiscal general de la Nación. Fiscal que fue un alcahueta de tiempo completo en el escándalo por los enredos de Odebrecht y con las múltiples causas abiertas contra los grandes despilfarradores del erario. Si a Juan Manuel le dan pesadillas, éstas deben ser con los fantasmas de Marta Lucía Ramírez, Néstor Humberto y Juan Carlos Pinzón. Después de ver los expedientes de estos tres personajes, cualquier juego de Cucunubá le hubiese dado mayor triunfo a Juan Manuel que sus hombres de confianza.

Para quienes no sepan cuál es el juego de Cucunubá, es muy sencillo: en una tabla con siete huequitos usted lanza una bolita y si esa bolita atraviesa un orificio con premio, gana lo que se señale. Si pudiéramos le daríamos un coscorrón a Santos por permitir que se le diera el premio a esos tres individuos que participaron en su administración y que después se fueron lanza en ristre contra la mayor política del gobierno: las negociaciones con las FARC y el posterior acuerdo de paz.

Mientras escribimos esta columna estamos en una ciudad organizada, con calles y aceras amplias, parques enormes llenos de árboles, un metro de verdad y un nutrido sistema de transporte público con trolleys, tranvías, buses y trenes de cercanías. Lo que hubiéramos querido tener en Bogotá pero que la ambición de Peñalosa, Garzón, López y demás nos lo impidió. Las calidades que ofrece Minsk nos producen envidia y creemos que también lo harán en cualquier extranjero. Nos contaron como chisme off the record –extraoficial– que la alcaldesa Claudia López estaría planeando una tercera línea del metro de Kafka, pues la primera línea (que nadie ve) ya se está conectando –en su mente– con una segunda línea (subterránea, dice ella) que a su vez contará con una tercera línea y no una sino tres trenes de cercanías –también inexistentes–. Habrá –y les rogamos excusen la expresión a continuación, pero es la más adecuada– idiotas que crean en los cuentos de ella, así como hubo quienes creyeron en los de Peñalosa, llegando al absurdo de votar por él después de su terrible gestión y malas decisiones durante su primer mandato.

Dicen que el profesor Gabriel Antonio Goyeneche esperaba ponerle marquesina a Bogotá para que sus residentes no nos mojáramos y ahora quienes siguen a Duque –el nuevo Goyeneche– creen que el presidente llamará a calificar servicios a todos los paramilitares que andan desatados en el país y en el extranjero. En Puerto Príncipe esperan darles condecoración a quienes no se la ganaron en Colombia. El capítulo de Haití haría sonrojar a cualquier presidente de república bananera, incluso al Papa Doc y al Baby Doc. Sin embargo, el presidente de Colombia no ha dado ninguna explicación, que se conozca públicamente, de la exportación masiva de paracos, como tampoco lo ha hecho el MinBolillo (minDefensa) Diego Molano, o como lo llamamos en esta columna, Mamolano.

En el exterior, los entendidos le comentan a uno que a nivel internacional es conocido el papel de estas fuerzas extrañas provenientes de Colombia. No son exactamente “manzanas podridas”. Cuando se nos hacen esos comentarios –sobre lo excepcional que fue lo ocurrido en Haití cuando no lo es en absoluto– nos toca hacer lo de los malos actores en la presentación: mutis por el foro y “guarden silencio, chinos”, pues las explicaciones tienen que darlas quien ostenta la cartera de Exteriores y ni Germán ni Pablo somos ministros. Nos duele, eso sí, escuchar las calificaciones que se le dan a Colombia como consecuencia de este desgobierno.

Nos queda una invitación: si algún día quieren conocer una ciudad bonita y a una gente amable, viajen a Minsk, capital de Bielorrusia. Visítenla y es probable que desearán quedarse.