Del desprecio a la primavera

28 Mayo, 2021

Por ALEJANDRO MANTILLA Q. *

Tw: @alejomantillaq

El fracaso de la moción de censura a Molano no solo refleja el desconocimiento de la noción de responsabilidad política. Ni siquiera se trata de otro gesto de impunidad.

Es algo más profundo, es la confirmación de la sociedad del desprecio.

Las camisas blancas, las camionetas blancas, los gases, el Venom, coinciden en un punto: unos ciudadanos de primera, tienen plenos derechos. Pero también están los ciudadanos de segunda, que pueden ser asesinados, golpeados, mutilados, desaparecidos, víctimas de abuso sexual.

¿Qué pasó con Javier Ordóñez? ¿Qué pasó con las 14 personas asesinadas en Bogotá el 9-S? ¿Por qué mataron a Juliana Giraldo? ¿Por qué le dispararon a Daniela Soto y a diez indígenas más? ¿Por qué no pasó nada tras la masacre en la Modelo? ¿Por qué mataron a Dilan Cruz?

Vándalos, presos, indígenas, mujeres trans, sindicalistas… personas de segunda que no hacemos parte de la “gente de bien”.

Así que la fuerza pública está autorizada a hacernos daño, o a mirar para otro lado si aparecen “civiles” que quieren hacernos daño.

Por eso la mayoría de congresistas, que son a la vez voceros e integrantes de la “gente de bien”, respaldan al ministro que hace el trabajo de ordenar ese despliegue de fuerza, en ese torrente de desprecio.

Porque para la gente de bien, los indígenas deben estar en sus resguardos, los trabajadores no deben sindicalizarse, los jóvenes no deben protestar, los varones tienen que ser varones, las mujeres afro deben ser las empleadas del servicio de los blancos...

Porque si exigimos los derechos y las garantías que tienen los ciudadanos de primera, entonces lo queremos todo regalado.

¿Lo queremos todo regalado? Sumercé, si no trabajamos no comemos, si queremos estudiar nos toca endeudarnos…

Porque en una sociedad del desprecio, quienes no somos parte de la “gente de bien” no tenemos derechos, o mejor, no tenemos derecho a tener derechos.

Por eso nos pueden matar con impunidad. Por eso premian al funcionario público que ordenó esa exhibición extrema de brutalidad.

En Italia decían que Palmiro Togliatti le había enseñado a los trabajadores a no quitarse la gorra al paso del patrón. En Colombia no tuvimos un Togliatti, porque a nuestros Togliatti los mataron.

Pero en el Portal de la Resistencia, en el Puente de las mil luchas, en el monumento a los Héroes, o en Puerto Resistencia, hoy no le hacen venía alguna a los “ciudadanos de bien”.

Porque en Colombia no hay estaciones, pero está llegando la primavera.

*Licenciado en Filosofía. Integrante del Comité editorial de la Revista La Siniestra y del Colectivo La Creciente