De bandos a bandas

18 Febrero, 2023

Por ADRIANA ARJONA

 14 de febrero de 2023. Un grupo de manifestantes a favor del gobierno de Gustavo Petro en la ciudad de Cali impide que una corresponsal de RCN lleve a cabo el cubrimiento de la marcha. La gente camina hacia la periodista y su colega de La W, y las dos deben abandonar el Parque de las Banderas junto con el camarógrafo mientras la multitud grita “Fuera, RCN”.  No se observa en los videos que aparezca autoridad alguna para detener el atropello.

Mientras esto sucede, varios petristas graban con sus celulares lo que, con seguridad, consideran un acto simbólico y digno de guardar en video para después compartir en sus redes, con hashtags que se convierten en dogmas peligrosos, discursos terriblemente cortos que los radicales memorizan y pronto asumen como un permiso para agredir a otros.

15 de febrero de 2023. Un hombre patea una paloma de la paz de gran tamaño que, por sus formas redondeadas, parece una réplica de la escultura de Fernando Botero. Esto sucede en Medellín, durante las marchas convocadas por la oposición al gobierno del Presidente Petro.

El hombre patea y destruye la paloma, mientras un grupo inmenso de gente lo rodea y canta “Fuera, Petro”. Varias personas graban con sus celulares lo que, con seguridad, consideran un acto tan simbólico como la paloma y digno de guardar en video para después compartir en sus redes, con hashtags que se convierten en dogmas peligrosos, discursos terriblemente cortos que los radicales memorizan y pronto asumen como un permiso para agredir a otros. 

El mismo día, en la misma marcha de la capital antioqueña, un hombre golpea, persigue, arrincona y patea a una periodista que cubre la protesta “pacífica”, cuando ella y su equipo entrevistan a uno de los manifestantes. La mujer lleva un chaleco azul que dice PRENSA DDHH, con lo cual la patada no solo se le da a una persona sino a la libertad de prensa. Y no solo la patean a ella: un grupo de manifestantes, igual de energúmenos al hombre que tumba la paloma de la paz, logra expulsarla a ella y al equipo de periodistas del medio independiente Cofradía para el Cambio. No se observa en los videos que aparezca autoridad alguna para detener el atropello.

En las dos marchas se ven banderas de Colombia. Con seguridad, los manifestantes de los dos bandos –que más parecen bandas, pandillas, catervas– se sienten tan dueños de la bandera como del himno nacional y creen comprender “las palabras del que murió en la cruz”, como dice la canción patria que entonan en los partidos de fútbol con la mano sobre el pecho. Por eso se sienten con derecho a clavar a los otros, que por ser diferentes son enemigos, y con los enemigos no se habla, a los enemigos se les aniquila.

Aquí no hay colombianos, aquí solo parece haber adversarios. “Cada colombiano es un país enemigo”, dijo Bolívar y qué dolor que sea tan cierto. Cada uno le apunta al que tiene enfrente y por eso nos hemos convertido en un circulo de violencia que se repite una y otra vez.

Hace varios años escribí un comercial de televisión pensando en ese circulo: un político apuntaba un arma contra una indigente; la indigente, a su vez, apuntaba un arma contra un skinhead; el skinhead le apuntaba a un negro; el negro a un paramilitar; el paramilitar a un guerrillero; el guerrillero a un militar; el militar a un joven; y el joven al político con quien había empezado ese absurdo sinfín de violencia. El mensaje cerraba con la frase: dejar las armas es romper el círculo. El comercial fue comprado, filmado, editado, y musicalizado. Pero alguien decidió que era mejor no pautarlo porque podría ofender a alguno de los del círculo. A alguno de los bandos. A las bandas. A las pandillas. A las catervas en las que nos hemos convertido. Esas catervas primitivas que callan y patean periodistas, sin entender que silenciar la libertad de prensa es atentar contra los derechos de todos y cada uno de nosotros.