Cumplir los acuerdos es cumplirle a Colombia

04 Septiembre, 2019

Por NICOLAY DUQUE

Que cacofónico es el tema de la guerra contra la paz, ya había escrito yo sobre estos temas, les recomiendo para efectos de mayor información leer en mi fecebook la Nota que titulé “Aquí no mueren los de un lado o los del otro, siempre mueren los de abajo.” Pero como siempre en el país del realismo mágico, las cosas no dejan de pasar, y cada día nos desertamos nos estallan en la cara cada una de las consecuencias de cada una de nuestras decisiones, acciones u omisiones. Esas mismas que nunca aceptamos, pues como bien decía Chaplin “Errar es humano, pero más humano es echarle la culpa a los demás “.

Pues bien la noticia de la semana, un grito desde algún lugar del mundo de unas gentes que ya conocemos, haciendo exactamente lo que se esperaba de ellos y que sabíamos que pasaría. Y lo sabíamos no porque seamos súper intuitivos, por que veamos el futuro o no confiáramos en la voluntad de las partes que firmaron el acuerdo ¡NO! Sabíamos que esto pasaría por que el acuerdo de paz tuvo enemigos en ambos lados desde el momento en que nació y nuestros parlantes y reflectores siempre los han estado mirando a ellos, perdiendo de vista a quienes son el verdadero centro de todo este tema … ¡LAS VICTMAS! Tanto las actuales, como las que nos queremos ahorrar.

Yo lo veo de la siguiente manera y lo relato con un objetivo pedagógico, busco que se den la oportunidad de ver desde esta óptica la razón por la cual la guerra suena y resuena, mientras la mayoría en realidad anhela una vida lejos de la zozobra, el miedo y los fusiles como forma de resolución de conflictos.

El mundo lleva ya unas décadas cambiando, modificando sus prioridades, sus valores y sus objetivos; las preocupaciones de hoy, no son las de antes y en hora buena, mal haríamos en renunciar a la transformación, al conocimiento, al anhelo de la plena humanidad (está en el sentido de bondad natural). En ese orden de ideas, obvio que nuestra amada Colombia también cambió, se cansó de parir hijos cuya expectativa de vida no superaba los 40 años de edad y en algunas zonas y sectores de la población mucho menos. Por ello, en los albores de los 80´s nuestra Colombia empezó a parir una nueva generación, la generación que en nuestro país lo cambiaría todo.

Hijos que vieron morir a sus padres en manos del narco, de la guerrilla, el paramilitarismo y el Estado mismo; ciudadanos y ciudadanas que abrían sus ojos a un mundo donde las bombas retumbaban e imperaba un estatuto de seguridad que limitaba las libertades y siempre puso en entredicho la capacidad estatal para proteger a su ciudadanía del poder bélico, financiero, extranjero y déspota, que oprime la libertad, el desarrollo, la conciencia, el bolsillo y la vida.

Esa generación que vio, desde la óptica infantil, juvenil, hormonal, pero sobre todo esperanzadora y llena de fe en la humanidad y en un mejor país, decidió ya en el siglo XXl estando más preparados, tomar las riendas de su realidad e intentar hacer de este país un país verdaderamente diferente, mejor, para que sus propios hijos pudieran pensar ya no en levantar las piedras, ya no en reconstruir, si no en disfrutar; verdaderamente disfrutar de las bondades de la PAZ que otros y otras no tuvieron.

Esta generación que hoy tiene entre 20 y 40 años, es la generación de la paz, y no es un slogan, es la verdad, en la medida en la que se ha consolidado la revolución del conocimiento y su adaptación a la colombiana, las y los ciudadanos pensamos más allá de conceptos solidos de imposición y obligación de ciertas formas y hemos decidido crear nuestro propio destino hacia la libertad y la felicidad , pero no hay posibilidad de libertad en un lugar en el que hay quienes ven la muerte como método de control y coerción social. Y para infortunio de los milennials aun siendo mayoría no hemos logrado posicionar nuestra visión de nuevo mundo en la agenda pública, porque los discursos maniqueos que nos dividen y que nos atan al pasado aún son más fuertes, sobre todo en las urnas de este modelo político tan anquilosado en el pasado.

Yo sé que en medio del fluir tan propio de nuestras vidas deconstruidas de ideas implantadas por modelos y maquinarias que no paramos de cuestionarnos, pues votar puede ser muy pesado. Pero nuestra paz, nuestra sociedad, esta que llevamos 30 años construyendo nos necesita hoy más que nunca; necesita más que nunca nuestra esperanza, nuestra conciencia, nuestro altruismo y por sobre todo, de nuestra creatividad, pues aún no hay quienes no han descargado la más importante actualización del software mejorador de humanos “ la capacidad de aprender”.

Faltar a la palabra empeñada, desconocer en el delirio de mesías o el complejo de adán que la mayoría de las y los colombianos anhelamos la paz y que durante 6 años en sus negociación, firma y alguito de acuerdo hemos depositado nuestra esperanza y confianza en este intento, no nos conducirá más que a retroceso mortal.

En conclusión, el pueblo siempre es superior a sus dirigentes, y si, el pueblo tiene el legítimo derecho de revelarse contra el régimen que le oprime, pero nosotros, la generación de la paz no usaremos las armas y la violencia, es momento de determinar nuestros destinos alzando la voz y abrazando el futuro que le prometimos a nuestros hijos e hijas, buscando la verdad, la reparación y la no repetición.

Podemos y lo haremos

Por mis hijos, por las y los tuyos, por las víctimas. Para la paz todo, para la guerra nada nunca más.