El mitómano dice mentiras por su distorsión de la realidad; el político tramposo lo hace por oficio. En Colombia, por más que mientan, algunos les siguen creyendo.
No sabíamos que en Colombia los policías servían para todo menos para perseguir delincuentes. Fue sorpresivo enterarnos de que en un partido de fútbol en Medellín se desperdició el tiempo de 800 agentes de policía, quienes fueron asignados para cuidar a los desadaptados que conforman las llamadas ‘barras bravas’ porque si los dejan solos se pelean a muerte y de paso destrozan el estadio. Lo que ocurre en esas tribunas no es entretenimiento ni goce del deporte, es una carnicería que pasa impune ante los ojos de las autoridades. Como contribuyentes pensamos que si los hinchas quieren seguridad exclusiva para sus eventos, deberían pagarla de sus bolsillos y no que nos toque a todos sufragar el capricho. En otros países ese servicio es costeado directamente por los organizadores del espectáculo y no suelen desplegarse agentes de vigilancia, por cuanto ello implicaría descuidar a los demás ciudadanos, como ocurre acá. En fin, cuando vea un partido en la televisión o lo escuche por la radio, recuerde que en ese momento su integridad y sus bienes están un poco más desprotegidos de lo habitual.
Algunos aprendices de periodistas se caracterizan por escandalosos, faltos de seriedad y mentirosos, y quizá por ello andan escribiendo para importantes medios decomunicación. Con tal de desacreditar al presidente de la República o al gobierno dicen barbaridades sin pena ni sustento. La última tuvo por objeto el reloj que porta en su muñeca el presidente Petro, el cual –según el currinche– valdría 190 millones de pesos. Una simple búsqueda en internet habría sido suficiente para percatarse de que estaba mal ‘dateado’ y que al ser falsa la información con la que contaba, no debía publicarse. La “noticia”, por demás mentirosa, se dispersó como pólvora y fue prontamente desvirtuada, sin que a la hora el periodista se haya retractado.
Consideramos que este engaño amerita la salida del comunicador, dado que no cumplió con el más elemental de los deberes profesionales, a saber, el de corroborar la veracidad de la información previa publicación.
El autor de esta farsa tiene un apellido poco colombiano: Menoni. Estamos seguros de que al escuchar su apellido saltaremos, pero no leeremos lo que escriba. El señor mínimo –perdón, Menoni– aseguró que el reloj del presidente Petro era un IWC. (Imaginación de excusado, por sus siglas en inglés).
Hablando de noticias mentirosas, estamos que aplaudimos por la reciente decisión de Fox News de admitir que produjo y replicó noticias falsas en el contexto de las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Al verse derrotados en un eventual juicio, los abogados del canal transigieron por fuera de él una indemnización de más de 700 millones de dólares con la demandante. Esperamos que los jueces colombianos entren por el aro y ejerzan sus competencias para poner en cintura a quienes, prevalidos del derecho a la libertad de expresión, diseminan mentiras que ponen en riesgo la integridad física y psíquica de terceros. Les preguntamos, ¿cuánto creen ustedes que costarían las mentiras de uno que otro por acá?
Fuera de echar cepillo y negociar con mermelada, el Congreso colombiano hace poco. Es por ello que llama la atención el proyecto de ley de una senadora costeña, Karina Espinosa, por medio del cual pretende sancionar a quien ponga cachos a su pareja. Esta iniciativa, inconstitucional en tanto interviene en la esfera íntima de los ciudadanos y por demás absurda, surge de un interés personal de la congresista por cachos pasados, como lo dijo en entrevista con una emisora local. Sorprende la incapacidad del Congreso para legislar en asuntos de verdadero interés público, pero impresiona más la desfachatez con la que la señora Espinosa admite que está legislando en causa propia. Ojalá la congresista no termine ‘peinada’ con los tradicionales peines hechos de cuernos de búfalo.
–Cambiando de tema– Estamos que bailamos de la dicha –como barranquilleros en carnaval– con la noticia publicada en varios medios nacionales según la cual la empresa española Indra pretendería aplicar al expresidente Andrés Pastrana la misma estrategia de Dominion contra Fox News. La demanda –que se presentaría en las próximas semanas ante un juez español– estaría por el orden de los 50 millones de dólares y tendría por objeto reparar el daño reputacional provocado por las afirmaciones del señor Pastrana, en las que ponía en cuestión la independencia y fidelidad del software empleado para el conteo de votos, que es de propiedad de Indra. La razón por la que se llevaría el litigio al país ibérico es que Pastrana –en toda su farolería– es ciudadano español y por ende, le son aplicables a sus actos las normas de ese país, incluso cuando no los ha exteriorizado allí. Todo lo anterior ha sido publicado en la prensa nacional y nosotros nos limitamos a reproducirlo, para que después no vayan a decir –acá o en España– que estamos vulnerando la honra y el buen nombre de un ciudadano.
Y ya que hablamos de Pastrana, nos cuentan amigos en cercanías a la Casa Blanca que el presidente Biden y sus colaboradores siguen riéndose después de leer las misivas llenas de párvulas quejas que envío el expresidente en la antesala de la visita oficial del presidente Petro a ese país. A nuestros amigos les dijimos que nos produce igual gracia la actitud del señor y el irrespeto que demuestra con sus actos, al inmiscuirse sin vergüenza en asuntos de Estado y además en detrimento de los intereses nacionales.
El expresidente Ernesto Samper Pizano, quien es hincha y colaborador de esta columna, tuvo un apunte que no podemos dejar escapar: “a nuestra edad el tiempo no pasa sino que se agota”. A renglón seguido, con la generosidad que le caracteriza, nos envió una coletilla que transcribimos íntegramente:
“La gente se sorprende de unas cosas que no deberían ser sorprendentes como, por ejemplo, el cambio. La gente votó por un cambio y ahora se sorprenden con que una persona que estuvo vinculada a la guerrilla y que se desmovilizó por la paz –quien además estudió en una universidad por su propio esfuerzo y que con sus actos consiguió romper el estigma que impedía la llegada de la izquierda al poder– se siente a hablar con el presidente de Estados Unidos a hablar sobre cambio climático. Ese es el cambio, así de sencillo.”
Adenda: “Escuchando esta semana –por emisora nacional– las promesas de campaña de una aspirante aún muy ‘verde’ a la alcaldía de Cali, nos recordó los ofrecimientos que en su momento hacía la actual mandataría capitalina… mucho bla, bla, bla. ¿y a la final?… Ojalá los caleños no se dejen meter gato por liebre, como ocurrió en Bogotá.
*Enviada por nuestro periodista colaborador, Francisco Cristancho R.
Hasta la próxima semana, apreciados lectores.