Corrijamos a Vicky

03 Mayo, 2022

Por ADRIANA ARJONA

Hace ya varios años, cuando cursaba la Maestría en Escrituras Creativas en la Universidad Nacional de Colombia, teníamos un profesor de gramática que -dentro de las tácticas para enseñar una asignatura tan impopular de manera innovadora- trajo a la clase un ejercicio ideado por uno de sus colegas. El ejercicio se llamaba “Corrijamos a Vicky” y no era otra cosa más que tomar los tuits de Vicky Dávila y encontrar en ellos errores de ortografía, redacción y gramática para aprender cómo debía escribirse de manera correcta. La sesión era una gozadera porque, como dicen popularmente, Vicky se da garra a la hora de escribir mal en Twitter.

En 2016, cuando estaba en el segundo año de la maestría, Dávila fue obligada a dejar la dirección de La FM por solicitud de los dueños de RCN a causa de un debate nacional relacionado con los límites del periodismo, cosa que ella sigue sin entender ni practicar. En aquella ocasión publicó el video de una conversación personal e íntima entre un agente de la policía y el viceministro Ferro, que no era prueba de nada diferente a una relación consentida entre dos adultos. A ella poco le importó el daño que causaría la abierta violación a dos de los derechos fundamentales de cualquier ser humano: el derecho a la intimidad y el derecho al buen nombre.   

Vicky salió desprestigiada de RCN Radio pero le ayudaron a caer parada. En 2017 se incorporó al equipo de La W Radio y desde entonces no se ha detenido el crecimiento de este personaje tan amado como odiado. Tras entrar a hacer parte de la nómina de Semana en mayo 2019, Vicky Dávila terminó dirigiendo esta renombrada revista en la que ya no se pueden leer voces -sin duda esenciales para garantizar el pluralismo en Colombia- como las de Daniel Coronell y Daniel Samper; ahora solo se encuentra lo que la línea editorial de derecha más recalcitrante quiere comunicar.

Uno puede elegir otros medios, claro está. Sin embargo, el país ha sido testigo de la censura que le hicieron a Noticias Uno y la persecución de la que han sido víctimas los periodistas que se oponen al Uribismo y/o al oficialismo. Cada vez es más notorio cómo los medios masivos de comunicación se alinean con personajes que representan los intereses económicos y el continuismo, personas a las que poco interesa un cambio profundo de nuestra sociedad. Para otro tipo de periodismo es difícil, casi imposible, competir contra estos medios.

Según la misma revista Semana, para 2019 la publicación dirigida por Vicky Dávila superaba los 70 mil suscriptores entre su versión digital y la impresa, la cifra más alta de la última década. Y “durante el mes de mayo, más de 38 millones de usuarios únicos ingresaron a Semana.com”. ¡38 millones de usuarios únicos! Esta no es una cifra menor. Preocupa pensar que justamente ella -una periodista tan poco imparcial y con cuestionable ética- sea la voz que escuchan los colombianos para “informarse”.

Son muchas las figuras que le dan a Vicky entrevistas exclusivas: desde Álvaro Uribe (entrevistas en donde él no solo contesta las preguntas sino que también las formula) hasta Aída Merlano. Y en las portadas de Semana lo único que podemos ver ahora es el ondeo frenético de la bandera más fachista del país. La más preocupante, tal vez, es la última. “Malestar en los cuarteles”, titula la publicación contra una solemne fotografía de una gorra y otras insignias del Ejército Nacional.

Desde este medio, que se suma a los programas de Semana en Vivo (donde también se ve a la enorme Vicky), parecen estar haciendo campaña para lo que es un secreto a voces: un posible Golpe de Estado.

Existe un sector del país -apoyado por el Ejército Nacional- que tiene el inmenso temor a que lo que dicen las encuestas sobre los candidatos presidenciales sea cierto: que Gustavo Petro esté tan lejos de los demás aspirantes y que, tal vez, le alcance para ganar en primera vuelta.

La portada resulta alarmante. No es difícil imaginar a las personas que la idearon ni el propósito que con ella tienen: sembrar terror.

Así como en su momento hicieron la campaña para que la gente saliera a votar “berraca” en el plebiscito por la paz, ahora están sembrando el miedo a que nos volvamos como Venezuela, a que nos expropien los bienes, a que llegue a Colombia el horrible Castrochavismo. Y si para eso deben intimidar a los votantes con un Golpe de Estado, pues venga, como dicen los españoles.

¿Entienden los votantes lo que esto significa? ¿Entienden los colombianos lo que supone un Golpe de Estado? ¿Comprenden las implicaciones de tener a los militares en el poder? ¿Alcanzan a dimensionar lo que representa una dictadura militar?

Analicemos en manos de quiénes estaríamos. Si hay un Golpe de Estado en Colombia significa que estaríamos en manos el Ejército Nacional, el mismo que llevó a cabo los falsos positivos, operativo que terminó con la vida de más de 6 mil jóvenes; estaríamos dominados por los mismos militares que en 2019 causaron la muerte de 12 menores en un bombardeo contra las disidencias de las FARC-EP a sabiendas de que los menores estaban en ese campamento; estaríamos bajo la autoridad de quienes, según la Operación Bastón de contrainteligencia de 2020, llevaron a cabo el seguimiento a periodistas, opositores y magistrados así como la venta de armas del ejército a grupos armados ilegales; los colombianos estaríamos dominados por un grupo dentro del cual se encuentran soldados que son capaces de olvidar su misión de proteger a los colombianos para llegar a violar colectivamente a menores de edad (en 2020 inició la investigación de 118 casos de presunto abuso sexual de niñas por parte de integrantes de las Fuerzas Armadas); con un Golpe de Estado estaríamos a merced de un enorme grupo armado que -en gran parte- no aprueba los Acuerdos de Paz de La Habana y no tiene intención de cumplirlos; estaríamos bajo la doctrina de una institución que lleva a cabo operativos como el del Putumayo, en el que abrieron fuego indiscriminado sobre los asistentes a un bazar, murieron 11 civiles y los soldados manipularon los cadáveres, robaron dinero y licor; nuestros destinos estarían dirigidos por una de las instituciones más corruptas del país de acuerdo al último informe presentado por la corporación Transparencia por Colombia (“Así se mueve la corrupción: Radiografía de los hechos de corrupción en Colombia (2016-2020)”), en el que se revela que la Fuerza Pública se encuentra entre las entidades con más casos de corrupción.

Si bien cada caso es diferente y no es justo meter a todos los miembros de las Fuerzas Armadas en el mismo costal, los hechos evidencian que esta institución atraviesa desde hace tiempo una profunda crisis. Son demasiados los integrantes del Ejército Nacional de Colombia que han estado involucrados en masacres, violaciones a los derechos humanos, actos de corrupción y complicidad con grupos paramilitares y/o narcotraficantes. ¿Estas son las personas que queremos al mando?

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Lo más atemorizante de Vicky, sus relaciones con el Uribismo, y el alcance que tienen sus palabras, sus ideas y su voz, es que la gente vuelva a caer presa del miedo, que piense que es mejor acallar la voz de quien está marcando como favorito del pueblo, que las personas olviden que la democracia (así sea tan débil como la colombiana) es mil veces mejor que una dictadura militar, que los votantes ignoremos que mantener el Estado de Derecho -es decir, el gobierno de la ley- es responsabilidad de todos.

Intentar detener a Gustavo Petro a punta de difamaciones, manipulando las encuestas para hacer ver que el candidato de Uribe crece más de lo que en realidad crece, o amenazando con un Golpe de Estado, va en contra de la democracia. Más aún cuando esta amenaza es el resultado de una falta cometida y no aceptada por el Comandante del Ejército, Eduardo Zapateiro, cuando arremetió contra el candidato de la izquierda sin importarle que nuestra Constitución le prohíbe participar en política.

Por favor, todos, todas, todes, todxs: ¡corrijamos a Vicky! Poco importa si puso mal una tilde, si se comió una coma, o si su redacción es pobre. Lo que importa es corregir y contener sus ideas e impedir que se expandan. Corrijamos a Vicky y a todo aquel que atente contra la democracia. Permitamos que el pueblo se exprese en las urnas. La democracia se trata de que aceptemos al candidato que llegue a la presidencia de manera honesta, transparente y sin violencia.