Colombia, mi delito fue amarte más que a mi propia tierra

13 Septiembre, 2021
  • Esta fue la carta escrita por el ciudadano italiano Silvio Ginanneschi durante el vuelo de expulsión de Colombia con destino a Roma.

     


Por SILVIO GINANNESCHI

Querida Colombia,

los motores están calentando en el medio de las cordialidades frívolas de la salida de un avión. 

Tengo la muerte por dentro y el diafragma de mi alma tiembla de dolor. Pasé por la desmechadora de una institucionalidad corrupta.

         -"¡A la ducha... italiano!"

La puerta de la celda abrióse lentamente.

Oí la risa concupiscente de 20 detenidos como yo, dispuestos en anfiteatro por mi iniciación carcelaria.

Tenía que ducharme por primera vez, preso en una cárcel colombiana. La vista de sus sonrisas tetras en lo que me quitaba los calzoncillos bajo la mirada fría de un guardia, el ruido de manos tocándose el pene: nunca me sentí tan desnudo, ni siquiera en las pesadillas más vívidas de mi infancia.

         -"Bienvenido a los «Iunaited Estéits», europeo hijueputas" 

         -"¿Me prestas tu toalla por favor?"

         -"En la cana nada se presta, todo se compra. Hasta tu culo"

Querida Colombia, 

mi delito y deleite fue amarte más que a mi propia tierra, más allá de lo que la racionalidad indicara.

Querida Colombia,

en el piso de la celda cubierta de cartón con fragancia de sueños resquebrajados aprendí lo que significa no conocer el tiempo - lo íntimamente kafkiano - y el apoyo emocional de un paisa, asesino dicen, que me ofreció una sonrisa.

        -"Necesito hablar con un funcionario de la embajada" 

        -"¿Cuándo nos darán audiencia?

        -"Tengo una infección al dedo, necesito atención médica"

        -“Necesito contactar con el abogado”

Lo eterno en 36 horas de detención y 24 de retención ilegal

         -“Me subieron a un avión!”

Querida Colombia,

mi culpa fue política. Estar apoyando desde la cultura y la actividad intelectual a un grupo de jóvenes a los que 200 años de corrupción y 100 de soledad han quitado hasta las uñas.

Los admiro, entrañablemente, en su parado enfrentamiento en contra de las tanquetas y demás maquinarias de muerte de tu gobierno narcoparamilitar. 

Querida Colombia,

tú que me diste estos ojos de los que llueven lágrimas a chorros, los ojos que me permitieron ver el Macondo que nos rodea hasta en la fría y calculadora Europa: los ojos que te añoran.

Querida Colombia,

las nubes más densas de tus páramos miden las distancias entre el adentro y el afuera de una URI, entre una celda de aislamiento y la luz de tus días tan amados. 

Dos poderes para los abogados y millones de preguntas.

Querida Colombia, 

llora mi compañero de esposas. Joven, valiente y desesperado, llora por la madre desmayada por la noticia de la captura. Un llanto de dolor libertador se explaya por tus calles olvidadas, entre los charcos de una democracia destartalada.

Querida Colombia,

deparas la magia de una clase de groserías italianas en la cárcel, la risa sumergió la URI de Puente Aranda después de un grito unísono: "STRONZO"

Querida Colombia,

el avión despegó y el vacío me agrede: 

¿Cuánt@s más?

¿Cuánt@s más 19s?

¿Cuánt@s más Dubanes?

¿6904?

¡NI UN@ MÁS!

Querida Colombia,

sigo amándote.

Silvio.